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Unas impostoras en el baile de máscaras de la realidad CULTURA|OPINIÓN Crédito: Patricio Melo

Unas impostoras en el baile de máscaras de la realidad

La estadounidense Nkechi Amare Diallo simuló por años ser afroamericana cuando es caucásica, la española Alicia Esteve, ser una sobreviviente del atentado a las torres gemelas y la polaca Ursula Nawa-Wanecki trabaja aún como doble de la canciller alemana Ángela Merkel. Las tres mujeres de la vida real, inspiraron a la directora y dramaturga Mariana Hausdorf para dar a luz la obra Impostoras. 


Las actrices Heidrun Breier, Sol De Caso y Renata Puelma se lucen en esta comedia cercana a los mejores momentos de Woody Allen, en un baile de máscaras donde lo primero en morir, al son de la mentira, es la verdad. 

Apertrechadas con sofisticados elementos de ecualización de voces, efectos ópticos y de iluminación, las protagonistas dejan en claro cómo de tanto falsear uno se va creyendo el cuento. Sus personalidades reales sucumben, ante la catedral de fábulas que han edificado, en torno sus vulnerables vidas. 

[cita tipo=»destaque»]En Impostoras hay mucho del documental apócrifo “Zelig” de Woddy Allen de 1983, lo cual es un elogio. Así como Leonard Zelig impacta a la sociedad estadounidense de 1920 con su don de camuflarse y convertirse físicamente en los seguidores de personajes famosos como Hitler, el Káiser Guillermo o el millonario William Hearst, las protagonistas de la obra grafican un tema similar, pues anhelan ser aceptadas, aunque sea desnaturalizando su identidad. [/cita]

Hay ágiles y divertidos diálogos entre ellas, donde la ironía y el sarcasmo llegan al espectador en estado puro y el hecho de que una hable en español, otra en inglés y la tercera en alemán no es ningún obstáculo, pues la obra proporciona un eficiente sistema de subtitulado. 

Hay guiños a la actualidad, al leguaje de hoy, a la contingencia internacional, los laberintos de la cultura pop y de la política. Las tres actrices controlan los efectos de voz y luz, mientras interpretan a sus personajes con gran fluidez. Ellas tienen el control del tablado con sus perillas y botones, todo al servicio de la construcción de sus disparatadas aventuras.

En Impostoras hay mucho del documental apócrifo “Zelig” de Woddy Allen de 1983, lo cual es un elogio. Así como Leonard Zelig impacta a la sociedad estadounidense de 1920 con su don de camuflarse y convertirse físicamente en los seguidores de personajes famosos como Hitler, el Káiser Guillermo o el millonario William Hearst, las protagonistas de la obra grafican un tema similar, pues anhelan ser aceptadas, aunque sea desnaturalizando su identidad. 

Tanto en Zelig como en Impostoras, se nos recuerda cómo la tecnología nos puede timar cuando desee si el poder lo requiere. Hoy el zorro es más astuto y puede hacer magia usando efectos especiales. Nunca la ficción tuvo a su alcance tantos recursos para confundir o engañar.

El motor de la historia es la traición y su combustible es la farsa. ¿Es posible aceptar todas las franquezas? ¿Podría haber vida en comunidad sin falsedades? Los seres humanos dependen de la cultura para poder sobrevivir y en esta sociedad lo más difícil es no ser un mentiroso.

La radio, la Tv, las redes son publicidad y la estafa no es un pariente muy lejano del marketing. La humanidad está, en estos ámbitos, sustentada en un soporte ficticio de realidades a medias.  

Los pueblos, las idiosincrasias, las identidades se diferencian unas de otras por cómo responden a lo inventado. En la Europa actual, donde el tema del holocausto judío no se discute, los delirios de un neo nazi no tienen tribuna, mientras en Chile sí, pues se le dio espacio de honor a Miguel Serrano en un programa denominado “La Belleza de Pensar”.  

En la obra de George Orwell, la reflexión sobre la manipulación de la evidencia histórica es fundamental. En Días de Birmania el protagonista, se enfrenta a las representaciones impulsadas por Inglaterra en sus colonias de Asia. En Comming Up For Air, su George Bowling es un hombre de clase media enfrentando 1937 con valores victorianos, mientras para el siglo XX lo importante es la propaganda y publicidad omnipresentes. 

Cuando peleó en la guerra civil española por el bando republicano, Orwell pudo constatar cómo se aceitaba cada jornada la maquinaria de la invención desde los bandos de izquierda. Le aterraba la idea de una “realidad objetiva” desapareciendo del mundo. La ficción histórica se impone cuando mueren los testigos y eso es más peligroso que los fusiles, decía. “Quien controla el pasado, controla el futuro”, es una de sus sentencias clásicas. 

En el visionario Orwell ya se contemplaba el destino fabulado de las sociedades actuales, donde un Ministerio de la Paz se ocuparía de la guerra, el Ministerio de la Verdad, de las falacias, el del Amor, de la tortura, y el de la Abundancia, de la administración del hambre.

Los orígenes de la “posverdad” están en un artículo de 2010 firmado por David Roberts, en una revista de humor político ambientalista. Ahí se refirió al negacionismo respecto al cambio climático. El diccionario de Oxford en 2016 estableció el término “post-truth” como la palabra del año y como el lenguaje crea realidad, al poco tiempo triunfaron los populismos de derecha en EE.UU. y en Europa, dando vida, entre otras supercherías, al Brexit.  

En la obra Impostoras constatamos cómo las invenciones pueden, en el tablado actual, justificar la desigualdad, el racismo, la violencia, la violación a los DDHH y la discriminación, todas anomias inherentes a la ideología neoliberal, triunfante hace más de 40 años.

Según Kant tenemos la capacidad de discernir si decimos un embuste o no y en qué contexto. Las habilidades para el camuflaje están en el ADN de nuestros antepasados homínidos y fueron claves en el desarrollo de la inteligencia. La diferencia radica en algo fundamental: en los animales mentir es algo instintivo, en cambio en los seres humanos siempre será algo planeado de antemano.

El peor mesías, que nos podría nacer sería uno con mirada láser para detectar las estafas. Los pobres no desean saber que son pobres, yo simulé a los 10 años ser el niño de la publicidad del helado Esquimo de Savory para seducir chicas y Allende murió, paradojalmente, defendiendo la constitución del 25, una traición previa de Arturo Alessandri Palma. 

De todas maneras, dice la sabiduría que la mentira puede correr mil años, pero la claridad la atrapa en un segundo. 

IMPOSTORAS CENTRO GAM

26 Jul al 18 Ago. Ju a Sá – 21 h. Sala N1

Entradas: $6.000 Gral., $3.000 Est. y 3ed.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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