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Diego Carneiro director de Orquesta Joven de Ecuador: «Queremos acabar con la xenofobia a través de la música» CULTURA

Diego Carneiro director de Orquesta Joven de Ecuador: «Queremos acabar con la xenofobia a través de la música»

Casi dos millones de venezolanos han huido de su país desde 2015, convirtiendo su diáspora en una de las crisis migratorias más graves que haya vivido nunca la región. ¿Qué puede hacer la música por este drama humano?


Países cercanos a Venezuela, como Colombia, Perú y Ecuador son los principales destinos de los venezolanos que emigran masivamente. La integración en los países de acogida no siempre es fácil. «Yo quisiera poner con la orquesta un ejemplo de fraternidad entre pueblos», dice a Deutsche Welle Diego Carneiro, músico brasileño asentado en Ecuador y fundador, en 2016, de la Orquesta Joven del Ecuador. «Me gustaría motivar a los jóvenes a pensar de manera abierta, romper con la cadena del rechazo a los extranjeros y que piensen que, cuando uno hace música, no tiene nacionalidad, no tiene fronteras», continúa Carneiro. «Hay que acabar con eso de ‘los venezolanos invaden mi tierra y roban nuestros trabajos'», sentencia rotundo.

Diego Carneiro se remite a la buena acogida que Ecuador le dispensó a él mismo cuando llegó de su Brasil natal, así como al excelente trato que recibió de los migrantes ecuatorianos cuando viajó a España. «La comunidad ecuatoriana me salvó allí de muchos conflictos», confiesa, y recuerda el pasado migratorio de los ecuatorianos, sobre todo a países como Estados Unidos y España. Pero la situación ahora ha cambiado, la afluencia masiva de venezolanos ha provocado conflictos en la sociedad ecuatoriana y Diego Carneiro reconoce que la situación es «tensa».

«Música como refugio»

Como parte de la diáspora venezolana, han llegado también a Ecuador músicos formados en el Sistema de Orquestas fundado por José Antonio Abreu. «Son muy jóvenes, con poca experiencia profesional, pero muy buena técnica», asegura Carneiro. «Algunos han llegado solos, sin sus familias y sin sus instrumentos, y me han preguntado si pueden entrar en la orquesta a pesar de ello. Yo entonces pido instrumentos prestados, pero estoy tratando de lanzar una campaña para conseguirlos, para que puedan sobrevivir con la música», explica el violonchelista y director, aludiendo a otro de los dramas de la diáspora: trabajar en lo que sea con tal de sobrevivir, a pesar de las cualificaciones profesionales logradas en el país de origen.

«Un joven venezolano me llamó y me contó que era contrabajista, pero trabajaba en la calle lavando autos», relata. Carneiro le consiguió un contrabajo y el muchacho ya puede tocar en la Orquesta Joven del Ecuador. «Hay una gran necesidad, ya no es un asunto musical, sino humanitario. Algunos de esos jóvenes me dicen: ‘Nosotros, cuando hacemos música, cerramos la puerta y dejamos los problemas fuera. La música es como un refugio». De ahí surgió la idea de la serie de conciertos «Música como refugio».

Directamente al conflicto

El primero de ellos ya tuvo lugar el pasado mes de mayo de 2018, con el apoyo del proyecto Migration Lab, la agencia de cooperación alemana GIZ y la ONU, durante un congreso internacional sobre migración. El público estaba formado por los propios asistentes al congreso. Pero los próximos conciertos de «Música como refugio» viajan directamente hasta el lugar donde se dan las condiciones más duras del conflicto. El sábado 15 de diciembre de 2018 se celebrará en Rumichaca, la frontera entre Ecuador y Colombia, mientras que el sábado 22 de diciembre de 2018 el evento se llevará a cabo en Huaquillas, en la frontera entre Ecuador y Perú.

El propio Diego Carneiro estuvo en Rumichaca en varias ocasiones en los últimos meses y quedó profundamente impresionado por lo que vio. «Me di cuenta entonces de que había que hacer algo a través de la música», explica. «El puente de Rumichaca se encuentra en una región elevada, fría y húmeda. Hay muchas colas hasta que a la gente le toca el turno de pasar la frontera. Vi allí mujeres embarazadas, niños pequeños, gente de cierta edad, muchos de ellos con sacos o fundas, porque ni siquiera tienen maletas. Duermen allí dos o tres días hasta que cruzan la frontera y pueden dirigirse a la siguiente ciudad. La mayoría de ellos lo hace andando, porque no tienen dinero para tomar un taxi».

Los planes de ayuda aún no están cerrados, porque el incansable Carneiro, a través de la ONG que fundó, Amazonart, sigue recabando apoyos para conseguir material e incluso transporte para los refugiados. «Nuestro objetivo es motivar a las instituciones para apoyar a los migrantes que sufren en la frontera e impulsar una solución para los conflictos en las fronteras. Necesitamos apoyo internacional, alimentación, instrumentos, transportes para que los refugiados vayan de una frontera a otra de forma segura, y nosotros también, para ayudar a los jóvenes músicos».

El Gobierno de Ecuador respalda su acción y Carneiro solo tiene buenas palabras para el canciller ecuatoriano, José Valencia, por mostrar su disposición a ayudar al pueblo venezolano a pesar de las fricciones con el Gobierno de aquel país.  «Queremos acabar con la xenofobia a través de la música, sensibilizar al público y a las naciones», dice Carneiro. En el programa de los próximos conciertos «Música como refugio», sonarán piezas de Bach, Brahms, Vivaldi, así como música venezolana, colombiana y ecuatoriana. «Obras que conectan con la realidad de los refugiados, con sus familiares, con sus raíces», concluye Diego Carneiro: «música que deja un mensaje de apoyo emocional y de unión».

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