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Afro-feminismo en libro «El barco de ébano» de Ricardo Gattini CULTURA

Afro-feminismo en libro «El barco de ébano» de Ricardo Gattini


La novela El barco de ébano de Ricardo Gattini (Valparaíso, 1945), reeditada por Ediciones B, presenta la historia de una esclava negra de origen noble, y de su travesía desde las islas Comores hasta la ciudad de Valparaíso. Ahí se establece junto al carpintero de la nave inglesa en la que fue embarcada, pasando antes por el pasaje medio (nombre que recibía el traslado de esclavos desde África a través del Océano) hasta Argentina para luego seguir ruta por la cordillera de Los Andes y llegar a su destino. La historia, aunque ficticia, da cuenta de una realidad histórica cruzada por la significación de la herencia que la protagonista ha recibido y que se torna esencial a la hora de buscar la sobrevivencia en una posición de vulnerabilidad frente a la esclavitud y el desarraigo.

En El barco de ébano conocemos a Petra, su protagonista, a través de los ojos del narrador de la historia. De este no tenemos su nombre, sólo sabemos que se desempeña como ebanista y carpintero del barco. Este sujeto “blanco” representa un tipo de hombre distinto en cuanto a su forma de relacionarse con las mujeres “negras” en los comienzos del siglo XIX. Este ebanista inglés se nos presenta como un sujeto capaz de admirar, amar y respetar a esta mujer negra, protegiéndola incluso de sí mismo (aunque la desea, no la obligará a quedarse con él si ella no lo quiere) en un amor que en un principio es platónico.

De esta esclava tampoco obtenemos un nombre sino hasta avanzado el relato (página 141), pero desde el comienzo el narrador le brindó una identidad que la distinguía por sobre el grupo de esclavos negros. “Él, desde un principio se refería a las mujeres escoltas denominándolas, sin más, cómo “negras”. A ella, en cambio, la definía como “tan”, es decir, tostada” (p. 15).

Desde ya se distingue que la importancia de la ascendencia de Petra (o la Dama Tan) está marcada por una forma de estar en el mundo ajeno, por sobre una forma de darse a entender mediante la utilización de un lenguaje en particular. Petra, a través de los ojos del ebanista inglés, se impone por su corporeidad y su físico mas no así por su hablar, debido a que ella casi no pronuncia palabra sino ya desarrollada la historia, debido a la dificultad de los protagonistas para comunicarse (aunque no para entenderse), ya que ni Petra ni el ebanista saben hablar en el idioma del otro. Afortunadamente, una vez asentados en Chile ambos aprenden el castellano y así, tanto el ebanista como los lectores nos pudimos enterar del origen de Petra, comenzando por su nombre. Pero hasta entonces, la barrera del idioma nos dejó sin oportunidad de “oír” a Petra o a sus sirvientas más allá de lo necesario para saber algo de su historia. En esta novela, África no tiene voz, pero se impone de igual forma en belleza, prestancia, elegancia y orgullo a través de gestos, posturas, lo cual también forma parte del rescate de una tradición centrada en ese continente, a través de una corporeidad que logra volver los ojos del resto hacia ella. Tal como deja en evidencia el narrador de la novela “La postura de ella, en cambio, se recogía en una mirada hacia un mundo interior, signo del sacrificio generoso, de su interés y veneración por sus antepasados y de sus tradiciones como un valor ético. En suma, próxima a una natural humanidad y lejos de la refinada crueldad de sus amos” (p.31).

La historia de amor entre el ebanista inglés y la princesa africana se roba el protagonismo literario; pero no cae en la irresponsabilidad de abandonar su contexto histórico, ya que Petra representa en su andar la belleza de África que la vuelve notable ante cualquier mirada, pero también una autoridad que inspiraba respeto y admiración. La misma que, durante toda la novela le confiere su “amo” y otros personajes quienes no podían ocultar su admiración, por quien “Enaltecía todo lo que hacía y tocaba, dándole una significativa distinción” (p.96), atributos heredados de su genealogía noble y de una tierra que se niega a agachar la cabeza o arrodillarse frente a la esclavitud y las luchas por la sobrevivencia de su cultura. Historias de dolor sufrido por los pueblos africanos que vivieron en el “pasaje medio” las torturas de la trata transatlántica. Como ya ha sido indicado, la novela de Gattini destaca por su tono postcolonial que pone en duda las grietas que genera la historia chilena y su configuración social. Además, la novela anticipa algunas discusiones actuales sobre migración y pertenencia social.

Lilian Salinas Herrera. Doctoranda en Literatura. Universidad de Playa Ancha.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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