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La deuda pendiente del cine chileno Opinión

La deuda pendiente del cine chileno

El Oscar de «Una Mujer Fantástica» no surge de la suerte ni de la casualidad.  El cine chileno está lejos de ser un aparecido en la industria audiovisual mundial y así lo demuestran el Oscar a Mejor Cortometraje de Animación de Historia de un Oso en 2016; la nominación de NO a Mejor Película Extranjera en 2012.


La noche del domingo 4 de marzo nos abrazamos. El cine chileno ganó. Chile alcanzó una nueva visibilidad en la industria internacional del cine y con ello, la posibilidad real de llegar a millones de nuevos espectadores. El Oscar a Mejor Película Extranjera de Una Mujer Fantástica tiene puestos los ojos del mundo en Chile, exponiéndonos como país y sociedad. Se preguntarán acaso, si estamos orgullosos de la imagen que proyectamos, si necesitamos cambiar, qué o cuánto.

El aporte social y cultural de Una Mujer Fantástica es invaluable. Muy probablemente niños, jóvenes y adultos trans de todo el mundo, amigos, familiares, distintos tipos de públicos, se han identificado con la película y ganado algo más de confianza. Mientras que en Chile, Sebastián Lelio, Daniela Vega y todo el equipo de Fábula han logrado exponer la importancia y la urgencia de aprobar una Ley de Identidad de Género. De aprobarla ahora ya.

El Oscar de Una Mujer Fantástica no surge de la suerte ni de la casualidad.  El cine chileno está lejos de ser un aparecido en la industria audiovisual mundial y así lo demuestran el Oscar a Mejor Cortometraje de Animación de Historia de un Oso en 2016; la nominación de NO a Mejor Película Extranjera en 2012, y las tantas selecciones, nominaciones y premios del cine chileno recibidos en festivales tan importantes como Cannes, Berlin, IDFA, Rotterdam, Sundance o San Sebastián en la última década.

Detrás del Oscar del domingo pasado hay un trabajo colaborativo y coordinado realizado durante años por los integrantes del campo audiovisual y cultural chileno, reuniendo a representantes del Estado, privados, gremios, asociaciones, redes, académicos y estudiantes. Agradecemos, aplaudimos y celebramos lo mucho que se ha avanzado. Asimismo, somos también conscientes de la deuda que aún se mantiene: la relación con las  audiencias chilenas. El público de nuestro cine es esquivo y escaso. Durante demasiado tiempo ver una película chilena en el cine fue un privilegio casi exclusivo de quienes viven en Santiago y alrededores. De a poco, impulsos como el de la Red de Salas de Cine de Chile, han logrado llevar a regiones cine chileno y de otras latitudes de calidad, acompañado de conversatorios, talleres y actividades de formación de audiencias que buscan que todos quienes habitan en Chile puedan ver nuestras películas, disfrutarlas, estremecerse, cuestionarse y cuestionarlas, dialogar y volverlas a mirar.

Esfuerzos que buscan revertir -o al menos disminuir- la enorme brecha que existe entre la cantidad de audiencia que tienen en Chile las películas extranjeras comparadas con las chilenas. En 2017 más de 27 millones 700 mil personas asistieron al cine. Lamentablemente menos del 1% de esas personas fueron a ver una película chilena, a diferencia del 6,3% alcanzado en 2016 o el 12% logrado en 2012. Según el Estudio de Oferta y Consumo de Cine en Chile publicado por el Consejo del Arte y la Industria Audiovisual, proporcionalmente son las salas independientes las que más espectadores llevan a ver películas nacionales. Mientras en las salas comerciales el 0.73% de su taquilla corresponde a cine chileno, en las salas independientes esta cifra sube al 40%. Porque en Chile no solo hay mujeres fantásticas, sino también lugares, paisajes, personajes e historias, seguiremos trabajando por saldar nuestra deuda, y lograr que cada vez más quienes viven en Chile elijan, quieran y puedan acceder y deleitarse con el cine chileno.

Claudio Pereira. Vocero de la Red de Salas de Cine de Chile

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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