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Gonzalo Rojas, el poeta mayor, y secreto artífice en Concepción del «Boom latinoamericano» Salen a la luz detalles en nueva biografía

Gonzalo Rojas, el poeta mayor, y secreto artífice en Concepción del «Boom latinoamericano»

Ernesto Sábato, Carlos Fuentes, Allen Ginsberg y Mario Benedetti, fueron algunos de sus invitados a las Escuelas Internacionales de Verano. Los entretelones de esos encuentros que pasarían a la historia se cuentan en «El volcán y el sosiego», de la académica francomexicana Fabienne Bradu, que será lanzado este sábado en el marco de una serie de actividades en homenaje al vate en el centenario de su nacimiento. Una actividad que forma parte de la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA) 2016, que comienza este jueves.


Lo dijeron Carlos Fuentes y José Donoso: el «boom» latinoamericano nació en Concepción. Todo gracias a sendos encuentros de escritores de las Américas que organizaba, a fines de los 50 y principios de los 60, un joven profesor de la Universidad de Concepción, luego convertido en poeta mayor de Chile, Gonzalo Rojas (1916-2011).

Poco se sabe de los entretelones de esos encuentros que pasarían a la historia, cuyos detalles saldrán a la luz en la biografía El volcán y el sosiego (Editorial Fondo de Cultura Económica), de la académica francomexicana Fabienne Bradu, que será lanzado este sábado en el marco de una serie de actividades en homenaje a Rojas en el centenario de su nacimiento.

El homenaje forma parte de la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA) 2016, que comienza este jueves.

Gonzalo Rojas

El archivo del poeta

Uno de los invitados al homenaje es Rodrigo Rojas Mackenzie (Vallenar, 1943), hijo mayor del vate, médico siquiatra y neurólogo residente en Alemania desde hace cuatro décadas. Siendo adolescente, fue testigo privilegiado de la serie de encuentros literarios que organizó su padre en la capital penquista entre 1958 y 1962, a los cuales asistirían figuras de la talla de Ernesto Sábato, Mario Benedetti y Allen Ginsberg, ícono de la generación beat. También científicos de talla mundial como el estadounidense Linus Pauling, Premio Nobel de Química y de la Paz. Para hacerse una idea, al de 1962 –donde la polémica literaria empezó a ser política– fallaron a último hora André Bretón y Erich Fromm, por decir algo.

Es director de la Fundación Gonzalo Rojas, presidida por su hermano Gonzalo Rojas-May Ortiz (1964), y primogénito del primer matrimonio del poeta con María Mackenzie. Prácticamente compartió su vida diaria con el poeta hasta los 27, cuando se mudó a Santiago, en 1970. El golpe militar de 1973, que su padre vivió en La Habana, donde estaba destinado por el gobierno de Salvador Allende, pilló a Rodrigo en Concepción.

Su apoyo al gobierno constitucional le valió la cárcel y el exilio, junto a su esposa médica y sus dos hijas. La familia se reuniría con el vate en la República Democrática Alemana, en el puerto de Rostock. En la universidad de dicha ciudad su padre obtuvo una cátedra que, sin embargo, por veleidades del estalinismo reinante, nunca pudo asumir. Tras un año en Medellín, Colombia, Rojas Mackenzie volvió definitivamente a Alemania en 1975, donde se jubiló tras ejercer su profesión, entre otros ámbitos, como docente.

Hoy es el responsable del archivo del vate («más de 40 cajas», comenta), que alberga en su casa de la ciudad germana de Kassel.

A dos décadas

Rojas, el poeta, llegó a la Universidad de Concepción en 1952, tras ganar un concurso para ser profesor. Se convirtió en director del Departamento de Español. Su idea de crear un encuentro de escritores chilenos, el primero de los cuales se realizaría en enero de 1958, contó con el apoyo decidido del rector David Stitchkin, un abogado de Santiago de gran sensibilidad artística. Además «mi padre tuvo la capacidad de hacer entender a las autoridades de la proyección que tenía un evento de esa naturaleza».

Como integrante de la Generación del 38, el vate tuvo la idea de que los escritores de Chile debatieran sobre la literatura chilena al cumplirse simbólicamente dos décadas. Además Concepción era un buen lugar a nivel cultural: tenía una excelente Orquesta de Cámara, su universidad había tenido la primera radio de Chile y por su teatro habían emergido conocidos actores del país, como Nelson Villagra, Delfina Guzmán, Luis Alarcón y Jaime Vadell. «Un campo fértil para iniciativas atrevidas como esta», comenta hoy su hijo.

El encuentro fue del 20 al 25 de enero. Los autores, entre los que se contaban poetas (Nicanor Parra, Eduardo Anguita), dramaturgos (Luis Alberto Heiremans), novelistas (Volodia Teitelbom, Nicomedes Guzmán) y ensayistas (Fernando Alegría), se alojaban en el hotel City y realizaban sus charlas –abiertas y gratuitas– en el Salón de Honor de la universidad, situado en el segundo piso del antiguo Teatro Concepción. Hoy ese edificio, dañado en el terremoto de 1960, ya no existe: allí está el Mall del Centro.

En 1958, Rojas Mackenzie era un estudiante del Liceo No. 1 de Concepción. Con apenas 15 años, recuerda haber asistido a las charlas junto a amigos del colegio, en medio de un público variopinto: miembros del mundo universitarios pero también profesionales jóvenes se reunieron a escuchar a los literatos. «No nos perdíamos una. Creo que éramos conscientes de lo importante que era eso, de lo especial».

Primero los autores presentaban una ponencia, luego había un debate con el público. De noche podía haber reuniones en casas privadas o algunos bares de la ciudad. En la propia casa de Rojas, situada al lado del teatro, pasarían a tomar el té intelectuales como Parra, Teitelboim o Braulio Arenas.

afiche primer encuentro

El encuentro fue un éxito. Tanto que en junio del mismo año se realizó una segunda versión, en la ciudad de Chillán, a la cual también asistió Rojas Mackenzie para ver a figuras que no habían estado en el primero, como Marta Brunet y Manuel Rojas. Con el paso del tiempo –con los años muchos de los participantes nombrarían los encuentros de Concepción en sus memorias– Rojas hijo reafirmaría la importancia de estos eventos.

De ambas versiones recuerda, por ejemplo, la exposición de Miguel Arteche, en Concepción, muy crítica con Neruda, que desataría el debate «apasionado» entre los detractores y defensores del futuro Nobel. También la ponencia de Jorge Guzmán en Chillán, para él válida hasta hoy. «Una visión crítica de la forma de ser en Chile, de las costumbres, de la mentalidad, de los estilos de relación. Era un análisis crítico de la forma de ser del chileno que sigue siendo válida hasta hoy». Y Sábato, «un hombre muy solitario», con una charla «brillante, electrizante», en que exponía su habilidad como ensayista.

Foto 1er Enc. escritores

Primer encuentro de autores chilenos, en 1958. De blanco, Nicanor Parra.

El año siguiente no hubo reunión –en 1959, Gonzalo Rojas y su hijo realizaron un viaje a Europa, gracias a una beca de la UNESCO para el vate–, pero sí en enero de 1960. De hecho, Rojas Mackenzie estima que en ese viaje en barco, con escalas en Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro, pudo haber surgido la idea de un encuentro continental, «que nunca se había hecho hasta entonces».

Este encuentro superaría al anterior: sería ya no solo de Chile, sino también de las Américas. En una época sin Internet ni celular, donde volar tampoco era común, la universidad encomendó al poeta a viajar por Latinoamérica hasta México para reunirse con los posibles invitados y convencerlos de venir a Chile.

Un desafío mayor: pocos conocían el país, y menos aún la ciudad de Concepción. A creadores de semejante estatura como Benedetti, Rojas les habló de igual a igual, como el académico, intelectual y poeta.

El único país que no visitó en esa oportunidad fue Estados Unidos: el contacto fue por correo. Desde allí llegarían dos figuras mayores, Ginsberg (quien le pidió «permiso» para venir con su pareja de entonces, otro poeta, y que luego leería en vivo partes de su legendaria obra Aullido en el Teatro Concepción) y el literato Lawrence Ferlinghetti, ambos por recomendación de su amigo Fernando Alegría, que hacía clases en Estados Unidos.

El éxito se repitió, también porque los encuentros se realizaban en forma paralela a las escuelas de verano, que llenaban la universidad de música y teatro, entre otros eventos. Quedarían recuerdos imborrables. Gonzalo Rojas se preocupaba de que los invitados realizaran «actividades extraprogramáticas». Según una carta que le enviaría luego, Ginsberg le agradecería por siempre la posibilidad de conocer Lota y las minas del carbón.

En 2017 podría aparecer un libro con los textos de los encuentros internacionales, también de la francomexicana Bradu. «Será un documento que reúna lo que fueron esos encuentros» que están en los orígenes del «boom». «Comparto eso, de que de las reuniones de Concepción surgió el germen de ese grupo, porque fue la primera oportunidad que tuvieron los escritores de conocerse y de dialogar entre ellos. Fue algo significativo, no solo de la cultura chilena, sino latinoamericana».

Jornadas Esc.de Verano 1962
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