Con pinta de simpáticos juerguistas, los doce músicos contagiaron a la gente su felicidad al cantar porque, como dice su tema «La guitarra», con la que abrieron, la música es su «techo» y su «comida».
La formación argentina Los Auténticos Decadentes cerró este viernes la 54 edición del festival de Viña del Mar, con una función cargada de rock, ska y cumbia, aderezada con «buen rollo».
Los argentinos tenían la misión de matar el frío y de dejar con buen sabor de boca a las miles de personas que se congregaban en el escenario del llamado festival de los festivales.
Con pinta de simpáticos juerguistas, los doce músicos contagiaron a la gente su felicidad al cantar porque, como dice su tema «La guitarra», con la que abrieron, la música es su «techo» y su «comida».
Sus estrambóticas ropas y su confraternidad con el público animaban a dejarse llevar por el ritmo de «Somos» y de «Piratas», una de sus canciones insignes.
Los artistas, idolatrados en el Cono Sur de América, se ganaron a los presentes a base de dedicatorias hacia sus fronterizos, tanto que se aventuraron a decir que «el Monstruo (el público) es amigo».
Mientras tanto, unos pocos acordes servían para que la multitud cantara, saltara y agitara camisetas y banderas al aire a base de «Corazón», «El dinero no es todo» o «El gran señor»,
A ritmo de ska, rock o cumbia, entre la infinidad de géneros musicales que interpretaron, se divirtió la gente, en un claro acierto por parte de los organizadores del certamen.
El infinito confeti que volaba sobe el aire dio un mayor ambiente festivo a la noche del viernes, que no pudo recibir en mejores condiciones a «El murguero», más conocida como el «Tu-Tá-Tu-Tá».
Los «clásicos inoxidables», como se autodenominan, festejaron sus veintiséis años de trayectoria con «Loco», de 1989, y de «Cómo me voy a olvidar», les hicieron merecedores de todos los premios en una actuación que continuó unos minutos más después de que finalizara la transmisión televisiva.
Las canciones «Siga el baile» y «Besándote» sirvieron para terminar con buen sabor de boca la 54 edición del Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, a pesar de que tuvieron que apagar las luces para que el Monstruo abandonara el anfiteatro.
