Publicidad
Teresa Wilms Montt, la vida transgresora de la poeta y feminista chilena de comienzos del siglo XX BRAGA

Teresa Wilms Montt, la vida transgresora de la poeta y feminista chilena de comienzos del siglo XX

Javiera Bruna
Por : Javiera Bruna Fonoaudióloga y Comunicadora
Ver Más

«Soy Teresa Wilms Montt y aunque nací cien años antes que tú, mi vida no fue tan distinta a la tuya. Yo también tuve el privilegio de ser mujer. Es difícil ser mujer en este mundo. Tú lo sabes mejor que nadie. Viví intensamente cada respiro y cada instante de mi vida. Destilé mujer. Trataron de reprimirme, pero no pudieron conmigo». El Mostrador Braga recuerda a la escritora chilena, quien destacó a nivel internacional por la rebeldía y coraje con que desafió a la sociedad conservadora de su época, lo que la convirtió en ícono feminista y mujer inolvidable.


“Una exiliada de nuestras letras”, así es titulada y descrita la poeta chilena Teresa Wilms Montt, cuya historia retrata de manera perfecta el  aprisionado sentir de las mujeres que desearon vivir abiertamente su libertad en el contexto de la sociedad conservadora de inicios del siglo XX, momento histórico en que el feminismo en Chile no lograba siquiera ser un imaginario posible para las mujeres de su tiempo.

“Soy yo desconcertantemente desnuda, rebelde contra todo lo establecido, grande entre lo pequeño, pequeña ante lo infinito”, “No soy feliz, ni podría serlo; porque, entonces, no sería hermana de los miserables; porque no tendría el alma ilimitada de indulgencia”, dice la escritora chilena en los pasajes de sus diarios íntimos, donde guardó los secretos y sentires, que la connotan hoy “precursora de un feminismo emancipador y anarquista” y que la vincularon a la vez con la causa obrera.

La escritora chilena, exploró en las profundidades del sentir femenino y trató con pasión temas como el deber ser de las mujeres y esposas, el amor, el erotismo, y la muerte, en títulos como “No apta para señoritas” o “Lo que no se ha dicho”, donde buscó de forma incansable liberarse de la estructura patriarcal a través de sus escritos. Es por esto que en un nuevo Mujeres Inolvidables, el especial semanal donde destacamos a importantes mujeres de la historia y el presente, visibilizamos su vida, trayectoria e impacto.

El nacimiento de una precursora del sentir femenino ajeno a la época

Teresa Wilms Montt, nació el 8 de septiembre de 1893 en Viña del Mar, en el seno de una familia de la elite chilena de inicios del siglo XX. Fue educada por institutrices, “que la adiestraron en todas las materias y deberes propios a la búsqueda de un conveniente marido”, tal como menciona Memoria chilena. Desde pequeña reveló su talento artístico, pero en especial en la escritura.

Pese a su acomodada crianza, su personalidad mostró lo contrario a los cánones impuestos por su aristócrata familia y la sociedad de su tiempo. Una prueba de esto es que -buscando escapar de la estructura social de la que se sentía cautiva- “contrajo matrimonio a los 17 años con Gustavo Balmaceda Valdés (familiar directo del presidente José Manuel Balmaceda), de este matrimonio nacieron sus dos hijas Sylvia y Elisa Balmaceda.

Sus capacidades intelectuales, su ímpetu creador y el arrojo emancipador que determinó su historia, la condenarían a ser enjuiciada por su círculo íntimo y víctima de los celos de su marido, tal como lo hace notar Memoria chilena “sus persistentes inquietudes intelectuales -decidida a adentrarse en espacios entonces reservados a los hombres socavaron muy pronto el matrimonio, marcando el inicio del destino errante y trágico de la escritora”.

Su soledad, el desierto y la explosión creativa

En el periodo de los años 1914 y 1917, por los negocios familiares de su esposo Gustavo, su familia debió trasladarse a vivir a la ciudad de Iquique, lugar donde conoció y empatizó con el movimiento obrero. Fueron tiempos solitarios para Teresa, sin embargo, aprovechó la situación para volcarse sobre su caudal creativo e inició su carrera escribiendo sus diarios íntimos, además compartió con otros artistas, periodistas e intelectuales como el poeta Víctor Domingo Silva.

Fue en el desértico lugar al norte de Chile, donde la escritora publicó por primera vez bajo el seudónimo de “Tebac”, instancias donde manifestó sus ideales revolucionarios, emancipadores, precursores feministas, a pesar de no corresponder a una disposición teórica de la época. En este sentido, se sintió provocada teóricamente por “el discurso la feminista española Belén de Zárraga y el chileno Luis Emilio Recabarren”, según lo consignado en Memoria chilena.

“Mi pasión es fatal (…) dicen que río de histérica y lloro por literatura, dicen muchas cosas de mí. Los hombres se sorprenden cuando ven a una mujer que bebe, ríe y conversa a la par”, dice Teresa Wilms en pasajes de sus diarios íntimos, reflejando las reacciones que despertaba en el conservador círculo del que era parte.

Su escandalizante personalidad, sus intencionadas incursiones en el circuito intelectual y los rumores de infidelidad con Mariano Balmaceda, primo de Gustavo, la condenaron al destierro. Fue enviada de regreso a Santiago por su esposo, “donde fue recluida en el Convento de la Preciosa Sangre. En 1916”, de acuerdo a Memoria chilena. Durante este periodo de tiempo, fue aislada e incomunicada de sus dos hijas, situación que la empujó al primer intento de suicidio.

Su única compañía y visita clandestina fue la de su amigo el poeta Vicente Huidobro, quien comprendió el conflicto de su existencia y valoró su talento. Fue él, quien la ayudó a escapar a Argentina y con quien compartió los primeros años de su fértil carrera literaria en la capital trasandina, lugar donde logró alejarse las exigencias de su cuna aristocrática, encontró asilo para su creatividad y se transformó en la escritora valorada y aplaudida por los círculos  intelectuales de entonces.

Más tarde Huidobro se refería a la escritora con gran admiración, «Teresa Wilms es la mujer más grande que ha producido la América. Perfecta de cara, perfecta de cuerpo, perfecta de elegancia, perfecta de educación, perfecta de inteligencia, perfecta de fuerza espiritual, perfecta de gracia. A veces cree uno encontrar otra mujer casi tan hermosa como ella, pero resulta que le falta el alma, el temple de alma de Teresa, que sólo aquellos que la vieron sufrir pueden comprender».

Una fértil carrera literaria, detrás de la cordillera

¡Cuán dulce y penetrante la suave expresión de belleza que irradiaba su presencia! Frágil y extraña, inquieta y caprichosa, se fue a medir los caminos del mundo, mordida de temprana melancolía, huyendo de los implacables enemigos de su corazón, expresa Teresa Wilms Montt en “Lo que no se ha dicho” obra póstuma, donde refleja los caminos que recorrió buscando un lugar donde ser comprendida y encontrar la paz.

Y ya lo han contado otras historias de mujeres que no encontraron lugar en medio de las presiones conservadoras de la sociedad chilena, las altas exigencias morales no permitieron a la rebelde escritora chilena mostrar su talento literario, talento que sí tuvo espacio en los circuitos intelectuales trasandinos, encontrando en la ciudad de Buenos Aires, un espacio donde desarrollar su talento y dar vida y plenitud a su carrera como escritora.

Fue así que poco a poco inició su carrera, “comenzó colaborando en la revista Nosotros” revista en la que también participó la premio nobel Gabriela Mistral”, como describe Memoria chilena.

“Inquietudes sentimentales”, “Los tres cantos”, “En la Quietud del Mármol”, “Anuarí” y “Cuentos para hombres que todavía son niños”, fueron algunos de los títulos más destacados que la autora publicó en su estadía entre Buenos Aires y Madrid, lugares donde residió de forma permanente hasta los últimos años de su vida.

“Libre de prejuicios, desnuda en su altiva sinceridad, rebelde todos los convencionalismos, grande entre los pequeños y sólo pequeña ante lo infinito – esas son sus palabras – anduvo aislada en su silencio y en su soledad. Nada esperaba ya cuando la muerte vino a su encuentro para cerrarle los ojos y acallar la voz de su corazón: “Nada tengo, nada dejo, nada pido – le había dicho cuando la aguardaba- Desnuda como nací me voy, tan ignorante de lo que en el mundo había. Sufrí y es el único bagaje que admite la barca que lleva el olvido”, expresa Wilms Mont en “Lo que no se ha dicho”.

Estas líneas, recuperadas 90 años después de muerte, reflejan lo que la escritora chilena – de nacimiento, pero no así reconocida por su cultura- encarnó hacia el final de su vida. En 1920 y después de cinco años de ausencia, se reencontró brevemente con sus hijas en Paris. Gustavo su ex esposo, en venganza, le prohibió para siempre volver a ver a las pequeñas Sylvia y Elisa. Esta situación inundó de sin sentido la vida de Teresa y la arrojó al suicidio.

Luego de una intoxicación por Veronal y tras una larga agonía, a los 28 años y en plena de juventud, falleció el 24 de diciembre de 1921.

Publicidad

Tendencias