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Hotel Casavino: turismo inclusivo en el corazón del Valle de Casablanca Generación M

Hotel Casavino: turismo inclusivo en el corazón del Valle de Casablanca

Esperando que sus turistas vivan una experiencia local donde la comida y el vino del lugar tomen el real protagonismo, este hotel boutique además está ligado a la rehabilitación de niños con discapacidad.


En la mitad de los cerros de Casablanca se encuentra un particular proyecto de Alfonso Barros, un emprendedor social que hace casi veinte años fundó el centro de hipoterapia Crin en el corazón de Lo Barnechea, donde atienden a niños, jóvenes y adultos en situacion de discapacidad.

Hace unos años, Barros dio un paso más y decidió crear en el valle de Casablanca el Hotel Casavino, un proyecto que no sólo busca atraer turistas sino transformar la estadía en una verdadera experiencia, que puede ser en una de las dos cabañas o en una muy innovadora y única especie de cueva.

-¿Por qué armar este hotel boutique en medio de la nada? ¿Y con esta cueva?

-Primero, porque el valle de Casablanca es bastante atractivo, es miembro de la décima capital mundial del vino y está en un punto de equilibrio entre Santiago y Valparaíso. Además, había una baja oferta hotelera y una necesidad, por lo que creamos estas dos cabañas y con ellas siempre había abajo un horno donde se hacía carbón, donde la gente que vivía en este sector dejaba las herramientas, las mochilas, el almuerzo y con el tiempo se transformó en bodega. Y un día para un asado no teníamos dónde resguardarnos de la lluvia y no teníamos baño, entonces hicimos uno con unos vecinos y con una excavadora armamos un camino y sacamos 42 camionadas de tierra que se transformó en 160 metros cúbicos de aire, que actualmente es la cueva.

Para darle un ambiente especial al lugar, compraron madera reciclada de Valparaíso e hicieron un diseño bien innovador, con puertas y detalles especiales, manteniendo la esencia de una cueva, «con una temperatura y poca luz, pero con un buen servicio». Eso significa caminar por un piso enladrillado en arena, como los pisos antiguos en Chile, y que el lugar «se pueda ir descubriendo, porque cada lugar de la cueva tiene una esencia distinta, el comedor te da la esencia de estar en una cava de vino a media luz, a buena temperatura, ya el segundo piso al tener 6 metros de altura tiene una idea de bóveda pero extraña porque es muy alta y entra luz, donde está todo de madera pero con murallas sólidas de color gris que lo hace bien especial». Y por supuesto que no falte el buen vino.

-El vino es un elemento importante también en esta apuesta, porque no solo está rodeado de la Viña Casa Roca sino que además se siente que hay un homenaje a las distintas viñas de Casablanca, para que la gente tenga la posibilidad de conocer nuevos productos.

-Buscamos un elemento que es asociativo. Yo creo que en Chile nos falta ser asociativos y ser generosos. Acá estamos en la Viña Casa Roca pero dentro de las cabañas y de la cueva siempre hay un vino distinto de pequeños productores. Queremos también darle la oportunidad a ellos sin ningún costo, nosotros les compramos los vinos y los regalamos a nuestros huéspedes, siempre la primera noche hay un vino de regalo y se puede descubrir que hay viñas que no llegan a los grandes supermercados ni distribuidores y que son de gran calidad .Y están hechos por manos locales al igual que las mermeladas, el manjar o el pan, hay un concepto súper transversal en el tema de las viñas de mantener el lugar.

-¿Apuestas de cepas como el carignan de la viña Re de Pablo Morandé con su hijo tiene que ver también con que las viñas en Chile están dispuestas a ir un paso más allá?

-Sin duda que cuando hablamos de un paso más allá es hablar de una experiencia. Es una calidad de vino, un precio, pero sobre todo un servicio. Tú vas a Bodegas Re y vas a tener un servicio y atención increíble, con buenos quesos locales, con buenos productos, con buen pan, donde hoy día el vino no es tomar una copa y decir que huele a esto o tiene tal sabor, sino la experiencia de darse un tiempo de disfrutar, de compartir, de jugar cacho, de poder prender fuego, de salir a caminar o salir en coche.
Para nosotros el vino con el coche ha sido genial, porque a algunos pasajeros de fin de semana le hacemos una canasta de picnic y se suben en un coche tirado por caballos y se van de aquí a Bodega Re y ahí prueban los vinos, tienen su picnic y luego vamos al pueblo de Casablanca a comprar la empanada de la señora Tita, que es una empanada de horno de barro que se hace al lado del estero, y llegamos a caballo y tuvimos 40 minutos de ida, una hora en el pueblo y 40 minutos de vuelta al paso el caballo, con todo el tiempo del mundo y cada uno probando un vino rico teniendo una experiencia, probando quesos locales, porque yo creo que  en Chile nos falta potenciar lo local.

-Retomando el tema inclusivo, ¿Cómo ha avanzado Crin?

-Crin partió hace 19 años ligado a los caballos y nos dimos cuenta que muchos niños, jóvenes y adultos hemipléjicos, tetrapléjicos, autistas, sordos y ciegos, veían lejano la ayuda del caballo. Pero hemos visto cómo personas han llegado y se han recuperado. Esto no es magia, es un tema netamente de trabajo muscular y de cómo el ejercicio constante del caballo refuerza la musculatura de aquella persona y no se atrofia. Una persona que estuvo seis meses postrado y le dijeron que no volvería a caminar, a través del trabajo con el caballo de forma sistemática durante un año logró recuperar la musculatura de su espalda y de sus piernas y hoy día camina, no necesita andar con un burrito sino camina, maneja y anda de forma independiente. Esto es netamente entender cómo funciona la parte muscular de la persona y que el caballo genera este movimiento involuntario. Por eso en los niños chicos es tan importante la hipoterapia porque no solo ayuda a fortalecer sus músculos sino que logran tener una mejor posición en la silla de ruedas, mejor posición de cuello y hasta logran cambiar el tono de voz, porque las cuerdas vocales también son musculares.

-Y en cuanto a experiencia personal ¿Qué te lleva a fundar el Crin y también Casavino que es más que un hotel boutique una motivación social desde el punto vista de generar sustentabilidad para Crin?

-Hoy día Crin atiende alrededor de 200 niños semanales en forma gratuita, o sea hay niños que no pagan nada y hay papás que pueden aportar algo de plata porque tienen seguros comprometidos y otras cosas. No queda nadie afuera por temas económicos. Y una forma de darle sustentabilidad a esto, porque son 19 años, no es una locura de un fin de semana sino un proyecto de vida con momentos difíciles y bancos que nos han cerrado la puerta. En ese momento nos dimos cuenta que la única forma de sustentarlo era con un buen servicio. Hay un chico que tiene 22 años y se capacitó y hace pan, el mejor pan de Casablanca, sin duda es un buen logro y es una apuesta de él con Crin. O mamás que hacen mermelada pero que no buscan la lástima, porque dan un buen servicio. En Chile nos hemos acostumbrado a que los proyectos sociales dan lástima, que la gente tiene que aportar, pero nosotros no damos lástima, como un proyecto alegre y que se la juega. De hecho hace un año estamos con un proyecto que se llama «Coche de Caballo» que son coches tradicionales tirados por caballos para matrimonios y hemos ido a Vitacura, Santiago, Maitencillo, Santo Domingo y otros lados, y esa plata va para la fundación, no solo mantenemos los caballos muy bien cuidados sino que financiamos la beca de un chiquillo que se pueda atender de la forma más barata posible y que no tenga una limitancia de tiempo, porque tenemos chicos en la hipnoterapia hace catorce años y tienen proyección para el resto de su vida y esa es nuestra vocación.

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