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Investigan relación entre sordera y daño cognitivo en adultos mayores Salud

Investigan relación entre sordera y daño cognitivo en adultos mayores

Estudio en 96 pacientes chilenos, vincula a la hipoacusia con mayor riesgo de presentar demencias y deterioro en un área del cerebro, llamada corteza cingulada. Un tercio de la población mundial, sobre los 65 años, presenta problemas de audición.


Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), un tercio de la población mundial mayor de 65 años presenta problemas de audición. Esto no sólo genera pérdida de contacto con el mundo exterior, sino también un mayor riesgo de desarrollar demencia y daño en una región específica del cerebro: la corteza cingulada. Así lo demostraron recientes investigaciones del Instituto Milenio de Neurociencia Biomédica (BNI) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.

Los estudios multidisciplinarios, dirigidos por el médico otorrinolaringólogo Paul Délano, se realizaron en un grupo de 96 adultos mayores, quienes fueron evaluados mediante resonancia magnética y una serie de mediciones neuropsicológicas y audiológicas. A través de esta investigación, publicada en la revista Frontiers in Aging Neuroscience, los expertos de BNI concluyeron que la deficiencia auditiva se asociaba con mayor daño en esta región cerebral involucrada en los sentimientos y comportamientos humanos, y factores como la emoción, atención, aprendizaje, memoria y percepción del dolor.

“La sordera es la tercera enfermedad más frecuente del adulto mayor. Y desde hace más de cinco años la evidencia internacional sostiene que este problema es un nuevo factor de riesgo para desarrollar deterioro cognitivo en personas de la tercera edad. Esto, sumado a otros elementos como son la diabetes, hipertensión, el consumo de tabaco o el bajo nivel de educación», comenta Délano.

«Los mecanismos que relacionan a estas condiciones no están claros aún, y por eso mismo es que nos propusimos realizar esta investigación con población chilena a través del proyecto Anillo, gracias a la cual hemos descubierto nuevos elementos que podrán ser un aporte a la ciencia mundial”, detalla el doctor en Ciencias Biomédicas y director del Laboratorio de Neurobiología de la Audición del BNI.

Descripción del estudio

El trabajo con pacientes de Santiago -63 mujeres y 33 hombres- se realizó en colaboración con Carolina Delgado, neuróloga a cargo de las evaluaciones neuropsicológicas, y Chama Belkhiria, investigadora postdoctoral del laboratorio que dirige Délano. Los análisis se efectuaron en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile, teniendo como principal resultado una relación entre la pérdida auditiva y la atrofia de la corteza cingulada, “que se asoció con un deterioro cognitivo en la memoria episódica y de trabajo, y a nivel del lenguaje”, según se detalla en la publicación de Frontiers in Aging Neuroscience.

“El segundo aspecto novedoso del estudio, es que utilizamos un test muy conocido para determinar sordera en recién nacidos, y que funciona como un estándar clínico en esta población. Se trata del examen de emisiones otoacústicas, una herramienta de fácil acceso y bajo costo, pero que de forma pionera hemos probado en población de la tercera edad y que, en este caso, puede predecir estas áreas afectadas”, afirma.

¿En qué consiste este instrumento? Según explica el médico, cuando hay un oído sano y sin problemas de audición, este emite unos sonidos imperceptibles para el humano, pero posibles de pesquisar a través de un micrófono de alta sensibilidad, que es el utilizado en dicho test. Por el contrario, cuando existen problemas de hipoacusia, estos sonidos no se producen.

En ese contexto, el trabajo mostró que el grupo con disfunción auditiva, captada a través de este método, mostró mayor atrofia en la corteza cingulada. Pero no sólo eso: se estableció un nuevo parámetro de daño en la audición relacionado con riesgo de deterioro cognitivo.

Durante las evaluaciones, se observó que también existía mayor riesgo de atrofia cerebral en pacientes que tenían un nivel de hipoacusia entre 25 y 40 decibeles, es decir, en un rango menor al que en Chile se considera óptimo para recomendar el uso de audífonos.

“Los decibeles son las medidas que se emplean para determinar el nivel de sordera. Y lo que vimos básicamente es que en aquellas personas que tenían pérdidas de más de 25 decibeles y no tenían emisiones otacústicas, se encontraba el riesgo. Y esto también es importante. En Chile, el plan AUGE considera que cuando una persona mayor de 65 años tiene más de 40 decibeles de merma auditiva en ambos oídos, se le debe entregar audífonos. Sin embargo, la OMS define sordera como pérdida mayor a 25 decibeles. Entonces, en este trabajo estamos dando un paso más, abordando al grupo de sorderas leves (entre 25 y 40 dB) y definiendo nuevos parámetros que se vinculan a un mayor riesgo de daño cognitivo”, comenta el otorrinolaringólogo.

Mil millones de personas con sordera

El mismo estudio de BNI indica que la pérdida auditiva relacionada con la edad o presbiacusia se caracteriza por una disminución de la audición progresiva bilateral y una comprensión del habla deteriorada, especialmente en entornos ruidosos.

Asimismo, el documento establece que el incremento de esta dificultad es alarmante y que para el año 2050 se pronostica que habrá más de mil millones de personas con algún grado de sordera. Atendiendo a esta realidad y al envejecimiento sostenido de la población en Chile, Délano considera fundamental poder avanzar en esta área de trabajo.

Entre ellas, se destaca la pregunta por la prevención de la sordera y si acaso dicha estrategia podría ser efectiva como factor protector, evitando el desarrollo de la demencia y otros daños cognitivos. En ese contexto, el médico también señala que el uso de audífonos en niveles precoces de hipoacusia –menores a 40 decibeles- podría ser una medida a considerar.

No obstante, Délano también es enfático en recalcar que estos estudios no implican que la pérdida auditiva sea causa directa de un daño cognitivo, sino más bien un factor de riesgo para ello. “No queremos alertar a la población. Nos interesa avanzar en el conocimiento de esta área en la clínica y ciencia básica, y transmitir la idea de que la hipoacusia no es sinónimo de demencia. Existen muchas personas en el mundo que tienen sordera y ningún daño cognitivo y del mismo, hay muchísima población que presenta problemas cognitivos grandes y no tienen pérdida auditiva”, aclara el investigador.

Eso sí, el especialista cree que contribuir a disminuir la sordera de manera precoz también podría mejorar la calidad de vida de los afectados y tener impacto en otras áreas fundamentales, ayudando a evitar el aislamiento social y la depresión.

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