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Suicidios y salud mental Opinión

Suicidios y salud mental


Qué dicen las cifras

En nuestro planeta cada 40 segundos una persona se suicida. El 75% de ellas habita en países de ingresos medios o bajos. En Chile, al 2017 el promedio llegó a 5 personas por día que equivalen a 1825 muertes auto inflingidas en un año. De estas, un 79% son de sexo masculino y 21% femenino.

Basado en lo anterior, como país tenemos una tasa de 10,6 suicidios cada 100 mil habitantes, guarismo que está dentro del promedio mundial pero que, sin embargo, si nos medimos con los países OCDE respecto de la velocidad del incremento de esta tasa nos ubicaremos en el segundo lugar superados solo por Corea con el agravante que entre 1990 y el 2011 esta tasa presentó un incremento de un 90% para el período. Parte importante de esta tendencia se explica por el incremento de suicidios en las mujeres que estaría relacionado con su inserción creciente al mercado laboral. En Chile, después de los accidentes de tránsito, el suicidio es la segunda causa de muerte por causas no naturales.

En otro ámbito de la salud mental y según la última Encuesta Nacional de Salud, cuyo trabajo de campo se efectuó entre agosto 2016 y marzo 2017, un 6,2% equivalente a 1.100.000 personas en Chile tiene depresión, y un 15,8% de nuestra población sospecha tener depresión en el último año. Finalmente la ideación suicida, es decir personas que durante los últimos doce meses ha pensado en suicidarse, se ha presentado en un 2,2% de la población nacional.

Qué dice la prensa

Como sabemos, la importancia de los medios de comunicación social de un país es que junto con informar a la población no solo determinan los temas que se conversan sino que también el punto de vista desde el que se abordan. En este sentido, las notas de prensa revisadas en internet que se refieren al titular de esta reflexión, enfatizan dos ámbitos: el primero, referido a las políticas de salud, programas técnicos y tratamientos según fase de la enfermedad y pertinencia de los mismos. El segundo énfasis está puesto en el impacto económico de estas patologías que se traducen en mayores costos al erario nacional y/o menores ingresos al mismo por la reducción de productividad en los distintos sectores económicos.

Por consiguiente, cuando la población discute este tema pone el énfasis en la eficacia y eficiencia de políticas y técnicas médicas preventivas y curativas por una parte, y por otra en el uso y disponibilidad de recursos económicos. La reflexión incentivada entonces, es poner el foco puertas adentro de las instituciones de salud esquivando el análisis y mirada sistémica del fenómeno. Dicho de otra manera mas coloquial, invitan a ver el árbol sin atender el bosque.

Qué dicen las instituciones

Para el catolicismo, el suicidio es tan inaceptable como el homicidio ya que sería un rechazo de la soberanía de Dios y de su designio de amor. Nuestras leyes rechazan cualquier atentado a la integridad física y psíquica de las personas sea por medio del homicidio, suicidio, mutilación del cuerpo y derivados como la eutanasia y el aborto.

Qué dice la sociología 

Desde esta rama del saber se señala que un cuerpo social carente de cohesión, solidaridad e integración, al enfrentar situaciones de crisis y frustraciones colectivas, generará una mayor predisposición y vulnerabilidad a la conducta suicida. Según la tesis doctoral de Dagoberto Duarte «Suicidio en Chile un signo de exclusión», se señala que los actuales niveles de inequidad existentes en el país provoca fuertes sentimientos de exclusión social que como se señaló en líneas anteriores es una de las puertas de entrada que inducen a esta drástica decisión.

Qué dice la filosofía

La siguiente reflexión y selección de párrafos, se hace tomando en consideración lo señalado por el filósofo Sur Coreano Byung- Chul- Han en su libro «La sociedad del cansancio» publicado en el 2010 y otras entrevistas.

El autor señala que cada época histórica se distingue por algún tipo de enfermedad que de cierta manera se refleja en la organización social. Es así como reconoce una época bacterial en que existía el temor a contraer infecciones y que con la invención de los antibióticos esta se fue reduciendo, al mismo tiempo que en el ámbito social y político se adoptaba una estrategia similar. Todo cuerpo extraño es atacado por el sistema inmunológico independiente de si representa un peligro o no. En la época inmunológica que caracteriza al siglo pasado mediaba una clara división entre lo interno y lo externo, el amigo y el enemigo o
entre lo propio y lo extraño. En lo político este esquema se denominó la guerra fría. El dispositivo militar con la lógica de ataque y defensa constituía el esquema inmunológico de cada sociedad. Se resistirá todo lo extraño aunque no represente algún peligro necesariamente. Todo lo diferente sería eliminado a causa de su otredad.

La siguiente etapa se incubó a fines del siglo pasado y se caracteriza por las patologías neuronales como la depresión, el trastorno por déficit atencional con hiperactividad, el trastorno límite de la personalidad o el síndrome de desgaste ocupacional que hoy están en su apogeo. En este escenario la violencia no surge de lo extraño sino de lo idéntico y lo idéntico no produce anticuerpos. Considerando entonces la época bacterial y la época neuronal, el autor distingue dos tipos de violencia, la de la negatividad que es la reacción ante el extraño y la violencia de la positividad mas sutil que la de la agresión, se trata de la violencia de la disuasión y el consenso, la violencia suave del exterminio. Esta violencia no opera frontalmente sino por contagio. Es decir, esta violencia no es privativa sino que es saturativa por ello no se percibe inmediatamente.

A continuación el autor incorpora lo planteado por Focault en cuanto, este identifica una sociedad disciplinaria propia del siglo pasado que se manifiesta en hospitales psiquiátricos, cárceles, fábricas y escuelas que producen a un llamado sujeto de obediencia diferente del que emerge en el siglo XXI denominado por Byung Chul Han, sujeto de rendimiento. Este sujeto es emprendedor de si mismo. La sociedad disciplinaria es una sociedad de la negatividad expresada en la prohibición, en el no poder y produce locos y criminales. Por el contrario, la sociedad de la positividad expresada en el rendimiento se caracteriza por el verbo poder y produce depresivos y fracasados.

Para efectos de la productividad, la positividad del verbo poder es mucho mas eficiente que la negatividad del deber. De este modo el inconsciente social muta del deber al poder. El sujeto de rendimiento es mas rápido y productivo que el de la obediencia. Por el contrario, El deprimido no está a la altura, está cansado del esfuerzo de devenir el mismo. Junto con considerar la depresión como expresión patológica del fracaso del hombre tardo moderno, debe considerarse que la carencia de vínculos, propia de la fragmentación y atomización social conduce a la depresión. Lo que provoca la depresión por agotamiento, no es el imperativo de pertenecer solo a si mismo, sino la presión por el rendimiento como mandato de la sociedad de trabajo tardo moderno. El hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a si mismo, voluntariamente sin coacción externa. Es al mismo tiempo verdugo y víctima. El sujeto de rendimiento se encuentra en guerra consigo mismo y el depresivo es la víctima de esta guerra interiorizada.

El sujeto de rendimiento está libre de un dominio externo que lo obligue a trabajar e incluso lo explote. Es dueño y soberano de si mismo, en este sentido se diferencia del sujeto de obediencia.

El exceso de trabajo se agudiza y se convierte en autoexplotación. Esta es mucho mas eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad. El explotador es al mismo tiempo el explotado. Víctima y verdugo ya no pueden diferenciarse. Las enfermedades psíquicas de la sociedad de rendimiento constituyen precisamente las manifestaciones patológicas de esta libertad patológica.

Relacionado con lo anterior, surge el concepto de multitarea como técnica de administración del tiempo que lo considera un retroceso para la civilización ya que se trata de una técnica ampliamente difundida en la selva, necesaria para la supervivencia de cada especie animal, ya que al mismo tiempo de cazar una presa debe estar atento de no ser cazado por su depredador y que sus crías estén protegidas y al mismo tiempo no perder de vista a sus parejas sexuales. El animal salvaje está obligado a distribuir su atención en diversas actividades. De esta manera, está impedido de tener una inmersión contemplativa, ni durante la ingestión de alimentos ni durante la cópula. Situación similar se produce en un escritorio moderno donde se mezclan ordenadores, celulares y cada uno con diversas pantallas abiertas que nos lleva a una hiper atención, todas de carácter superficial alejándonos progresivamente de la atención profunda necesaria para el contacto consigo mismo y con el otro. Nos alejan del aburrimiento la antesala de muchos procesos creativos. Así entonces, perdemos el don de la escucha y de hacer comunidad y la falta de sosiego nos lleva a un nuevo tipo de barbarie.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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