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Viajeros contaminantes Opinión

Viajeros contaminantes

Marcela Flores
Por : Marcela Flores Periodista y viajera.
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El problema sobre la contaminación por plástico en el mundo se está tomando con fuerza las redes sociales y, al parecer también las políticas medioambientales de algunos países.

Pero pese a cualquier normativa que se establezca para regular su consumo, lo que veo día a día me hace ser pesimista respecto a este panorama: soy chilena y llevo un año y medio haciendo aseo en países de Oceanía para costear mis viajes, posibilidad que me ha dado el obtener las visas Working Holiday.

Tanto en Nueva Zelanda como en Australia he trabajado en resorts, hostales, grandes bancos y oficinas. Puedo asegurar que ninguno de ellos tiene una política eficiente de reciclaje y muy pocas personas que hacen uso de sus instalaciones colaboran con ese cometido. Una lástima considerando que estos países tienen ecosistemas únicos en el mundo y un importante desarrollo económico.

A diferencia de lo que he visto en residencias o eventos masivos –donde sí hay una preocupación por separar los desechos- noté cómo los ejecutivos del banco en el que trabajé tiraban el vaso de cartón de café junto con los restos de ensalada. Al principio yo los separaba pero se me hizo imposible dada la cantidad de basura mezclada y el tiempo que tenía para trabajar. En total, de los 60 kilos de desechos que sacábamos cada día del edificio corporativo sólo 10 correspondían a reciclaje.

Las nuevas generaciones son distintas, se podría pensar, pero tampoco es tan así. En los hostales en los que he trabajado y vivido llegan, en su mayoría, personas de entre 18 y 25 años de todas partes del mundo. Y lo mismo: todos los días saco kilos de desechos de los dormitorios que podrían haberse reciclado. Botellas de agua y contendedores de comida son los que más abundan.

El año pasado estuve en Kuta, la ciudad de Bali conocida como “Little Australia” y que tenía cientos de vasos y botellas tiradas en la orilla de la playa.

Después fui a Gili Trawangan, otra paradisiaca y turística isla de Indonesia atestada por un basural en el medio de su territorio. Es en ese país en donde hace algunas semanas se encontró una ballena muerta con mil objetos de plástico en su estómago.

Todos los años, Australia entrega 2000 mil visas Working Holiday a los chilenos. Hace unos meses Nueva Zelanda otorgó más de 900 cupos de este programa de visas y Canadá ya abrió sus postulaciones para que casi mil compatriotas puedan ir a trabajar y vacacionar. Nada comparado con las visas ilimitadas que tienen la mayoría de los europeos de hasta 30 años de edad.

Como viajeros, turistas, migrantes -o como quieran llamarle- tenemos una tremenda responsabilidad de mejorar las cosas. Está en nosotros que “el sueño de viajar y ser libres” sea mucho más que una campaña de marketing y nos lleve a hacernos conscientes del planeta que estamos recorriendo.

Yo, viajando, me di cuenta de lo muy contaminadora que soy y lo mucho que me cuesta cambiar ese estilo de vida, pese a que llevo años “preocupada” por el planeta.

Opté por tomarle una foto a cada cosa que tiraba a la basura, las revisaba al final del día y sólo podía sentir vergüenza de mí misma porque más de la mitad de esos objetos eran prescindibles de usar.

Hay pequeños hábitos que podemos cambiar, como comprar comida para llevar usando nuestros “potes”, beber agua en nuestras botellas reutilizables o comprar ropa de segunda mano (en los hostales casi siempre tienen una canasta con ropa y zapatos que dejan otros viajeros, gratis).

Llevar en nuestra mochila una bolsa de género para hacer las compras y un juego de cubiertos para evitar usar los de plástico (incluso para tomar helado o comer sushi). Si fumas, preferir los filtros biodegradables.

Todas estas cosas suenan súper obvias y repetitivas, pero preguntémonos si es que en verdad lo estamos haciendo. Intentemos que nuestra primera regla no sea “viajar liviano” y “gastar poco”, sino que analizar cómo nuestra forma de consumo está afectando los países que tanto soñamos con conocer.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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