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Documento del Papa anuncia que rodarán cabezas pero esquiva referirse a indemnización y reparación de víctimas de abuso sexual PAÍS

Documento del Papa anuncia que rodarán cabezas pero esquiva referirse a indemnización y reparación de víctimas de abuso sexual

La carta tiene un sello muy jesuita y apela a lo mejor de la historia de la iglesia Católica chilena, como la defensa de los Derechos Humanos o figuras icónicas como Alberto Hurtado y el cardenal Raúl Silva Henríquez. En el texto, Francisco también pone el acento en la importancia que tendrá el cambio de actitud para la institución católica en pos de salir de este mal momento.


Y rodarán cabezas. Eso es lo que se puede concluir de las reuniones que el Papa Francisco sostuvo con los 34 obispos chilenos en Roma entre el 15 y el 17 de mayo.

El objetivo de la cita era hablar de las conclusiones del informe elaborado por el arzobispo de Malta, Charles Scicluna, quien visitó nuestro país en febrero para recopilar antecedentes sobre los casos de abuso sexual de Fernando Karadima, y el encubrimiento del obispo Osorno, Juan Barros.

En la primera cita, el Papa entregó a los prelados un documento que él mismo redactó, en el que analizó los abusos cometidos por algunos sacerdotes y la falta de acción de quienes debían evitarlos y sancionarlos.

También se refirió a la «remoción de personas», aunque, por otra parte, evitó comentar sobre la reparación e indemnización a las víctimas de abuso sexual.

En la misiva de 10 carillas, a la que tuvo acceso exclusivo T13, el Papa se refirió al tema como una «herida abierta, dolorosa y compleja que desde hace mucho tiempo no deja de sangrar en la vida de tantas personas, y por tanto, en la vida del Pueblo de Dios».

Al inicio, la autoridad religiosa se refirió a una «iglesia profética que sabe poner a Jesús en el centro», para luego agregar que «duele constatar que, en este último periodo de la historia de la iglesia Católica chilena, esta inspiración profética perdió fuerza para dar lugar a lo que podríamos denominar una transformación en su centro».

La carta tiene un sello muy jesuita y apela a lo mejor de la historia de la iglesia Católica, como la defensa de los Derechos Humanos y citando a figuras icónicas como el padre Alberto Hurtado y el cardenal Raúl Silva Henríquez.

«Una iglesia profética que sabe poner a Jesús en el centro es capaz de engendrar en la santidad a un hombre que supo proclamar con su vida: ‘Cristo vaga por nuestras calles en la persona de tantos pobres, enfermos, desalojados de su mísero conventillo. Cristo, acurrucado bajo los puentes, en la persona de tantos niños que no tienen a quien llamar padre’, que carecen hace muchos años del beso de la madre sobre su frente… ¡Cristo no tiene hogar! ¿No queremos dárselo nosotros?… ‘Lo que hagan al más pequeño de mis hermanos, me lo hacen a Mí’, ha dicho Jesús”.

En el texto, Francisco también pone el acento en la importancia que tendrá el cambio de actitud para la institución católica en pos de salir de este mal momento.

«Lo que sí podemos observar es que la iglesia que era llamada a señalar a Aquél que es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn. 14,6) se volvió ella misma el centro de atención. Dejó de mirar y señalar al Señor para mirarse y ocuparse de sí misma», dice la misiva.

«La dolorosa y vergonzosa constatación de abusos sexuales a menores, de abusos de poder y de conciencia por parte de ministros de la iglesia, así como la forma en que estas situaciones han sido abordadas, deja en evidencia este ‘cambio de centro eclesial’. Lejos de disminuir ella para que apareciesen los signos del Resucitado, el pecado eclesial ocupó todo el escenario concentrando en sí la atención y las miradas».

El documento dice que es urgente reparar este escándalo en el corto, mediano y largo plazo, para «restablecer la justicia y la comunión». «A su vez creo que, con la misma urgencia, debemos trabajar en otro nivel para discernir cómo generar nuevas dinámicas eclesiales en consonancia con el Evangelio y que nos ayuden a ser mejores discípulos misioneros capaces de recuperar la profecía», expresa.

Bergoglio admitió que recibió con preocupación la actitud con la que algunos de los obispos reaccionaron «ante los acontecimientos presentes y pasados».

Además, la carta señala que los problemas que hoy vive la iglesia Católica no se solucionan con la remoción de personas. «Esto, y lo digo claramente, hay que hacerlo, pero no es suficiente, hay que ir más allá. Sería irresponsable de nuestra parte no ahondar en buscar las raíces y las estructuras que permitieron que estos acontecimientos concretos se sucedieran y perpetuasen», puntualiza.

El Informe Scicluna

En la página 9 de la carta, el Papa colocó al pie algunos datos sobre el informe de Charles Scicluna. Específicamente, señala que se pudo confirmar que algunos religiosos que estuvieron involucrados en casos de abuso sexual fueron acogidos en otras diócesis, y además, se les confiaron cargos diocesanos o parroquiales que implican un contacto cotidiano con menores de edad.

«En el informe de la ‘Misión especial’ mis enviados han podido confirmar que algunos religiosos expulsados de su orden a causa de la inmoralidad de su conducta y tras haberse minimizado la absoluta gravedad de sus hechos delictivos atribuyéndolos a simple debilidad o falta moral, habrían sido acogidos en otras diócesis e incluso, en modo más que imprudente, se les habrían confiado cargos diocesanos o parroquiales que implican un contacto cotidiano y directo con menores de edad».

«La investigación demuestra que existen graves defectos en el modo de gestionar los casos de delicta graviora que corroboran algunos datos preocupantes que comenzaron a saberse en algunos Dicasterios romanos. Especialmente en el modo de recibir las denuncias o notitiae crimini, pues en no pocos casos han sido calificados muy superficialmente como inverosímiles, lo que eran graves indicios de un efectivo delito. Durante la Visita se ha constatado también la existencia de presuntos delitos investigados solo a destiempo o incluso nunca investidos, con el consiguiente escándalo para los denunciantes y para todos aquellos que conocían las presuntas víctimas, familias, amigos, comunidades parroquiales. En otros casos, se ha constado la existencia de gravísimas negligencias en la protección de los niños/as y de los niños/as vulnerables por parte de los Obispos y Superiores religiosos, los cuales tienen una especial responsabilidad en la tarea de proteger al pueblo de Dios», plantea.

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