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Piñera bajo el factor Ubilla Todo apunta a que dupla con Chadwick se repetiría en gabinete de Piñera

Piñera bajo el factor Ubilla

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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Una de las premisas del ex subsecretario RN es su bajo perfil, no privilegia el protagonismo y una de sus frases más típicas, que refleja su forma de trabajo, es que “las estrategias no se comunican por los medios, de lo contrario, dejan de serlo”. Ese mismo criterio fue el que aplicó en la campaña de segunda vuelta, no dio una sola entrevista, trabajó en silencio temas como el de los apoderados y fue tan reservado que, incluso, en el corazón del comando piñerista hubo incredulidad sobre sus logros cuando reportaba sus avances. Eso, hasta el domingo 17 en la tarde. Hoy, confiesan, todos están “agradecidos” y “sorprendidos”.


Por lo general no es de los protagonistas de la primera fila en Chile Vamos, pero en más de una ocasión ha jugado un papel clave, como cuando fue el subsecretario del Interior de Sebastián Piñera entre 2010 y 2014 y ahora, en la campaña de segunda vuelta, que fue el de artífice del triunfo del domingo en la tarde. Tan relevante fue su desempeño, que en la derecha ya presumen que será una de las figuras claves de la nueva administración, porque la sintonía política que tiene con el Mandatario electo y con su hombre de mayor confianza, Andrés Chadwick, es un factor que el piñerismo sabe que no se puede dejar a un lado, para que en el proceso de instalación del futuro Gobierno no se repitan los graves errores de la primera vez.

La misma noche de la primera vuelta, Piñera tomó la decisión de convocar a su ex subsecretario para que se hiciera cargo de todo el aspecto territorial de la campaña, área clave, considerando que en ese momento el resultado en las urnas había sido de solo un 36%, muy inferior al mínimo pronosticado. El diagnóstico que se hizo en ese momento del traspié sufrido era claro: del 90% de apoderados comprometidos, apenas llegó el 30% para esa jornada –lo que indignó al entonces candidato–, el despliegue territorial “había estado flojo” y el trabajo con los líderes locales en regiones y las bases de la derecha fue muy débil.

Fue Chadwick quien habló, también esa misma noche del 19, con Ubilla y ya al día siguiente, a primera hora, estaban abocados a la tarea de revertir los errores cometidos entre julio y noviembre. No estaba en un terreno desconocido, el ex subsecretario ya había sido parte de la campaña de Piñera el 2009, estuvo cuatro años en La Moneda, desde donde tejió una importante red de contactos a nivel regional, a la vez que su estilo “trabajólico” lo sintoniza muy bien con el Mandatario electo y, si bien es conocido por su trato “duro, seco y exigente” con los equipos de trabajo, tiene fama de eficiente.

Entre quienes conocieron en detalle el trabajo que hizo el ex subsecretario el último mes, explicaron que lo primero fue reactivar la red de ex intendentes y ex gobernadores de la anterior administración piñerista, junto con darles un rol preponderante a las bases a lo largo del país. En la derecha afirmaron que había gente disponible de sobra para trabajar y que Ubilla aprovechó ese capital, lo canalizó para recuperar la mística en terreno que hubo el 2009.

“El gran mérito de Ubilla fue revalorar el trabajo de los liderazgos territoriales que tienen experiencia en el contacto cara a cara con la gente y demostró que la centroderecha sí puede llevar sus ideas a la calle, que no es monopolio de la izquierda”, sentenció un piñerista de RN.

En el núcleo duro del Mandatario electo afirmaron que el trabajo de Ubilla fue “crucial”, que en el comando de hecho están “todos agradecidos y admirados de lo que logró”, que “fue un gran aporte” y “muy importante”.

A lo que se refieren es a los más de 50 mil apoderados que se desplegaron el domingo 17, al millón 400 votos que sumó el candidato esa noche, de los cuales más de 300 mil era “nuevos” votantes desde el 2012, cuando se instauró el voto voluntario, lo que dejó a Piñera como uno de los Presidentes electos desde 1990 con más sufragios, detrás de Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz-Tagle.

La estrategia de Ubilla fue –comentaron en la trastienda del comando– que el principio orientador para el balotaje debía ser la “descentralización operativa de la campaña”. Contactó a los equipos de las campañas de parlamentarios y Cores de Chile Vamos, además de dirigentes históricos del sector en todo el país y los “empoderó” para salir a la calle, mientras que, en paralelo, instaló un call center a través del cual llevaba un reporte y chequeo permanente del nivel de avance de los voluntarios en terreno.

Todo en forma subterránea. Es que una de las premisas de la ex autoridad RN es su bajo perfil, no privilegia el protagonismo y una de sus frases más típicas, que refleja su forma de trabajo, es que “las estrategias no se comunican por los medios, de lo contrario, dejan de serlo”. Ese mismo criterio fue el que aplicó Ubilla en la campaña de segunda vuelta, no dio una sola entrevista, trabajó en silencio temas como el de los apoderados, fue tan reservado que, incluso, en el corazón del comando piñerista hubo incredulidad sobre sus logros cuando reportaba sus avances. Eso, hasta el domingo 17 en la tarde.

Seis días exactos después de la primera vuelta, Ubilla hizo la primera prueba de su estrategia en terreno: un puerta a puerta simultáneo en 100 comunas, las más claves de la elección, que no solo fue exitoso sino que fue también el punto de partida para fusionar, eficiente y coordinadamente –por primera vez en toda la campaña–, el trabajo territorial con la estrategia de redes sociales. Cada salida a terreno desde entonces –explicaron en el comando– fue tendencia en redes, se usaron hashtags, se dio la orden de compartir las fotos en terreno, se generó comunidad y con eso se alimentó la mística de las bases.

En RN afirmaron que solo el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, fue capaz de darse cuenta de la estrategia subterránea que estaba aplicando la derecha y las implicancias que tendría, cuando el domingo 26 de noviembre declaró públicamente que “la Nueva Mayoría pareciera que está haciendo la siesta, mientras la derecha salió con todo a hacer un puerta a puerta nacional”. Todo indica que nadie lo escuchó.

[cita tipo=»destaque»]La posibilidad de que Chadwick y Ubilla se repitan no solo el plato en el Gobierno sino además en el Ministerio del Interior, es algo que nadie sabe realmente en la derecha, pero que tampoco nadie descarta, puntualmente –agregaron en el piñerismo– porque son puestos tan claves, que no hay mucho margen para la improvisación ni tiempo para que alguien aprenda el trabajo, ya que ahí las decisiones erradas se pagan caro. Ambos poseen un par de características claves: la confianza que les otorga Piñera, que ninguno tiene aspiraciones propias y han dado pruebas de sobra de privilegiar siempre a la coalición, antes que solo los intereses de sus partidos.[/cita]

En la derecha, puntualmente en RN, hacen el símil del estilo político de Ubilla –más reservado, sin agenda propia y reconocida eficiencia– con el que fue su sucesor en la Subsecretaría del Interior estos últimos cuatro años, el ingeniero PS Mahmud Aleuy. No solo eso, agregaron que su alianza de trabajo con Chadwick fue clave, tanto e igual que cuando ambos compartían sus oficinas en el Patio Los Canelos de La Moneda. “Al final la dupla de Interior fue clave”, sentenció un piñerista histórico.

El fantasma del 2010

Los aplausos y felicitaciones internas que ha recibido Ubilla le han valido que, a pesar de su actual cargo de decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma, en la derecha consideren que es figura cantada para integrar nuevamente el gabinete de este segundo Gobierno de Piñera. “Aún no está definido qué rol tendrá, pero Piñera tiene claro que debe ponerlo, porque es un buen negociador, firme y con ideas claras”, sentenciaron desde el núcleo duro del Presidente electo.

La posibilidad de que Chadwick y Ubilla se repitan no solo el plato en el Gobierno sino además en el Ministerio del Interior, es algo que nadie sabe realmente en la derecha, pero que tampoco nadie descarta, puntualmente –agregaron en el piñerismo– porque son puestos tan claves, que no hay mucho margen para la improvisación ni tiempo para que alguien aprenda el trabajo, ya que ahí las decisiones erradas se pagan caro. Ambos poseen un par de características claves: la confianza que les otorga Piñera, que ninguno tiene aspiraciones propias y han dado pruebas de sobra de privilegiar siempre a la coalición, antes que solo los intereses de sus partidos.

En RN agregaron que está, asimismo, el dato indiscutible de que no hay un elenco de sobra con las habilidades necesarias para esos cargos, como sí existen en otras áreas, como es la económica, donde existen varios nombres circulando –Felipe Larraín, Rodrigo Vergara, José Ramón Valente, Susana Jiménez y Juan Andrés Fontaine– y que representan una buena alternativa para ser titulares de Hacienda y Economía.

Si bien recién en las primeras semanas de enero se conocería el gabinete con el que Piñera volverá a La Moneda el 11 de marzo, los nombres de Chadwick y Ubilla, junto con los de Cecilia Pérez (Sernam, Segpres o Deportes), Alberto Espina (posiblemente en Justicia) y Gonzalo Blumel (una opción es la Segegob) –recién fichado en Evópoli– son señalados en la derecha como las figuras que integrarán el verdadero corazón y círculo de hierro de la próxima administración piñerista.

“Piñera tiene toda la libertad para armar sus equipos y no está amarrado a ninguna frase ni compromiso de la índole de no repetirse el plato u otras de esa clase”, dijo uno de los colabores cercanos del Jefe de Estado electo.

La tarea de elegir el gabinete no es fácil y Piñera lo sabe, pues tiene la amarga experiencia de haber tenido un proceso de instalación el año 2010 bastante errático, marcado por malas decisiones, críticas permanentes, tensiones fuertes con la UDI y RN y disputas feroces en la distribución de los equipos gubernamentales. Ese primer gabinete tuvo la característica de ser excesivamente tecnocrático, definido a espaldas de los partidos que sustentaban el Gobierno, lo que se transformó con los meses en un dolor de cabeza permanente para Piñera durante los primeros dos años y que solo fue solucionado cuando, en la mitad de su mandato, dio un giro radical y sacó a varias figuras políticas de peso de su sector desde el Congreso –Chadwick, Evelyn Matthei, Andrés Allamand y Pablo Longueira– para ponerlos en la primera fila de su administración.

En el núcleo de mayor confianza de Piñera hoy afirman que tienen “la esperanza de que las lecciones estén aprendidas”, por lado y lado, o sea, tanto de parte del Mandatario electo como desde la vereda de los partidos de Chile Vamos.

“Estos dos años la coalición ha madurado, ha crecido y está más estable, está más sólida, hay un proyecto que no solo es electoral, se ha aprendido a convivir”, afirmaron en la UDI, mientras que en RN coinciden con dicha visión, aseguraron que hay “conciencia” de los errores cometidos y de un actuar de bloque más similar al que tuvo la Concertación en su década dorada de los noventa.

Los criterios que hoy barajaría Sebastián Piñera son considerar la igualdad de género sin amarrarse a cumplir con una cantidad específica, equilibrar los nombres técnicos con los políticos, como también la representación de todos los partidos de Chile Vamos. “Los roces son inevitables, los partidos siempre van a presionar, pero lo que sí está claro es que Piñera aprendió la lección de que no puede hacer un gabinete sin escuchar a su coalición y que tiene que tener un claro acento político”, aseguró un piñerista histórico.

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