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Experto en conflictividad social: “No tenemos que mirar esto como un fenómeno negativo” Roberto González, investigador

Experto en conflictividad social: “No tenemos que mirar esto como un fenómeno negativo”

El psicólogo social de la PUC sostiene que, sin menospreciar la gravedad de los hechos que han mermado la confianza de la ciudadanía en las instituciones y en los representantes políticos, es necesario “abrir esta discusión y situarnos en lo que hemos ganado y no aspirar a pretender cambiarlo todo, ya que eso genera rechazo en la sociedad, porque eso presupone que está todo malo, y eso no es así, porque le preguntas a la gente, y no hay ese nivel de precariedad que se presume”.


El psicólogo social de la PUC, Roberto González, es parte del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (Coes) y en entrevista con El Mostrador aborda las distintas aristas del “conflicto”, entendiendo éste no solo como algo que expresa un problema, no solo como algo negativo, sino también como una oportunidad para cuestionarse, para mejorar como sociedad.

-¿A qué se dedican en El Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES)?

-Es un centro de estudio interdisciplinario, donde converge la economía, la ciencia política, la geografía, la arquitectura, en fin, muchas ciencias sociales, cuyo objetivo es estudiar fenómenos asociados al conflicto y la cohesión social en Chile.

-¿Este centro nace porque el “conflicto” es un problema, particularmente en Chile?

-Mas que un problema, lo que nosotros aspiramos es a comprender cómo nuestra sociedad se desarrolla en estos aspectos. El conflicto constituye un aspecto que es consustancial a los seres humanos, a la sociedad, de modo que no tiene una connotación necesariamente negativa; las personas normalmente entramos en situaciones de conflicto, en los grupos humanos, muchas veces porque estamos por ejemplo enfrentados a situaciones de amenaza, o porque tenemos ausencia de energía, de recursos básicos… Hay muchos ejemplos de escases de recursos, sean simbólicos o materiales, han sido fuente de tensión y de conflicto. Y a nivel interpersonal, tiene que ver con aspiraciones, muchas veces legítimas, que generan tensiones.

-Y sobre esos conflictos en Chile. ¿Cuál ha desarrollado usted con profundidad?

-Nosotros hicimos un estudio sobre migración, y tomamos una imagen de Chile, a través de una muestra representativa de la población y la seguimos por 10 años, a las mismas personas. Imagínate que te entrevisto hoy sobre cómo te desarrollas con la migración, tus temores, expectativas, y eso te lo preguntamos por una década. Eso nos permite estudiar el cambio de tu conducta, de tus creencias; ese es un aspecto. El estudio aborda la dimensión política, temas de cohesión social, de inequidad, de salud. Estudios parecidos han anticipado, en otros países, cambios importantes en políticas públicas, porque se estudia a la población. Estos estudios te permiten capturar los procesos y eso logra predecir cambios.

-Sobre la inmigración, ¿qué pueden predecir?

-Encontramos que en Chile existe normalmente la noción de amenaza por la llegada de inmigrantes, en el sentido de en qué medida te van a quitar tu trabajo o la forma de vida, los valores, la visión de país, etc. Esa noción de amenaza, normalmente está conectada con conductas negativas, con rechazo, con aislamiento, por ejemplo, que deteriora la cohesión social. Si en Chile la sociedad no está bien preparada para acoger la inmigración, corren el riesgo de observar que la gente de raza negra son discriminados, abiertamente rechazados, o personas que no tiene las condiciones laborales equivalentes a los otros chilenos, o que viven en guetos. Cada vez que tú ves, como en Francia, cuando en la periferia un grupo de segunda generación de inmigrantes, empezaron a quemar varias partes de la ciudad, incendios, de espacios públicos, fue porque fueron excluidos. Entonces la falta de políticas adecuadas que permitan enfrentar este tipo de problemas, es justamente porque la gente no toma consciencia que debe preparase para adaptarse a otro grupo.

Cuando tienes inmigrantes bien integrados todos crecen. Un ejemplo: la industria culinaria se ha desarrollado mucho con la llegada de inmigrantes, piensa en la comida peruana.

-Hablemos de la crisis en general. Sus orígenes, soluciones, sus otras formas de expresión…

-Las crisis del sistema político, que es el más conocido, el más divulgado por los medios, que afecta la legitimidad de nuestros líderes, que implica el cuestionamiento permanente a las instituciones, que se traduce en la falta de confianza, en esas figuras, obviamente hay un alto impacto, porque empieza a deteriorar la manera en que funcionamos. En mi visión, la crisis que vivió y vive Venezuela, en parte pienso es porque la gente perdió la legitimidad del sistema, se desvinculó y abandonó sus roles cívicos más esenciales, que era votar, que era elegir, porque no creían en quienes elegían, por las historias de abusos de poder, de corrupción, entonces cuando la gente abandona eso, es un espacio privilegiado para el populismo, y lo que hoy se ve, de ese esfuerzo, que puede haber estado legítimamente inspirado, me refiero a Maduro, termina en una crisis que tiene mucho impacto y que le tomará mucho tiempo recuperarse. Estas crisis no se resuelven si no se involucra a la sociedad: esto supone que tú generas acciones conjuntas entre la sociedad civil, las instituciones dañadas, y esto implica recuperar la confianza en el sistema. Otro ejemplo: si no hay renovación de la clase política, donde más gente joven entre al sistema, es poco probable que se remuevan estas prácticas. La crítica que hay a la clase política es muy inoficiosa si no hay gente dispuesta a entrar a ese mundo y ejercer los roles.

-¿Hace falta más renovación en la clase política?

-Por supuesto que hace más falta, algo importante que le paso al movimiento estudiantil fue que hubo impulso a nuevos liderazgos, como así también la candidatura de Felipe Kast, es que ofrecía un nuevo rostro, nueva alternativa. En la derecha, si no hay renovación, obviamente necesitas crear nuevas visiones, enriquecer la matriz, y eso es lo que hay que empujar para recuperar la confianza en la política.

-¿La crisis en Chile es más aguda que en otras partes o es un fenómeno global?

-Mirando muchos datos del o que pasa afuera, esta crisis está muy alineada con los cambios del  mundo, mira a España, a Europa, los jóvenes se distanciaron, están viviendo estos temas de una manera distinta, y se configura otras formas de participación, entonces si miras los datos en general, las clases políticas están deslegitimadas en todos lados, pero Chile no debe ser complaciente, pero cómo se sale de esto… obviamente tiene que ver con esta idea de cuestionarse como país, como sociedad, acerca de aquellos aspectos que si están dispuestos a transar y cuáles no. Un ejemplo que estuve en desacuerdo es la idea de tener un sistema electoral que sea voluntario, porque cuando uno elige al responsable que guía al país y uno opta por no votar, después como uno critica a quienes eligieron a alguien, si uno se restó de ese proceso. Nuestra sociedad que ha estado muy enfocado en los derechos, se olvida a veces de los deberes sociales, ahí tenemos un problema mayor.

La mayoría de las encuestas dicen que la gente está muy descontenta con la industria, la clase política, el sistema política, y después le preguntas cuán satisfecha está con su vida, y están bastante satisfechos, es decir, es extraño, es decir que estoy satisfecho conmigo y no con fuera, eso revela que la gente vive mejor, mejor calidad de vida que en el siglo XX, pero sin embargo esta situación daña claramente la cohesión social, porque se trata finalmente de lo que le hace bien a uno.

-Parece una paradoja. Estar contento con uno mismo, escindido del exterior…

-Mientras las personas vivíamos en condiciones más precarias, cualquier avance era un valor tan alto que unos se tenía que sentir muy bien con eso, pero vino un cambio tan rápido en el país, la gente no puede creer: recuerda el pib de los años noventa, cinco mil dólares; en 25 años, llegamos a los 25 mil dólares, y bajamos del 40%de pobreza a 9% de pobreza, es decir con cifras muy distintas. Ha aumentado el bienestar, las expectativas…

-Ok, hay más bienestar material, pero pareciera que persiste un malestar espiritual…

-No, porque la gente declara que su grupo social con el que interactúa también está contento, entonces son temas más simbólicos…. Obvio que quién puede estar contento al saber que hay grupos que roban, pero lo que pasa es que la gente está más dispuesta a criticar, a mostrar esa violencia: hoy la sociedad está mucho más empoderada y esa lógica es porque la democracia tiene ese correlato muy fuerte.

-¿No estamos, entonces, en un punto de inflexión?

-No, a menos que vivamos una crisis tan grande. España llego a 28% de cesantía, en los jóvenes un 40%, y España estaba en la gloria, en la cima del crecimiento, y de repente se derrumbó el sistema, y tuvieron que ver las ansias con realismo y darse cuenta que todo estaba sustentadas en una fragilidad enorme. Nuestras propias crisis de desarrollo, a nivel individual también nos pasan eso: en la edad escolar está todo tranquilo, pero luego empieza la adolescencia y es un torbellino.

-¿La crisis es algo inherente o uno se puede desprender de ella?

-Yo creo que sí, estamos en un ciclo, donde se han puesto en cuestionamiento la legitimidad, y debemos apostar en los distintos roles, abrir esta discusión y situarnos lo que hemos ganado y no aspirar a pretender cambiarlo todo, eso genera rechazo en la sociedad, porque eso presupone que está todo malo, y eso está mal, porque le vuelve a preguntar a la gente, y no hay ese nivel de precariedad que se presume.

-¿Por qué hablamos de crisis si la gente está contenta?

-Efectivamente, porque cuando uno funciona en todos estos planos, en el plano individual uno juzga y dice “puedo vivir razonablemente, materialmente”, pero cuando veo que al lado otros viven mejor, la inequidad, las diferencias en ingreso, a pesar de que las curvas se han movido favorablemente, esa asimetría, esa comparación inevitable, se transforma en un driver, y uno dice “yo me merezco más”.

Estas diferencias son parte de lo que nosotros debemos considerar, eso no significa que no haya espacio para mejorar muchos temas, si Chile no avanza en trabajar los cambios que aseguren mayor legitimidad del sistema político, no saldremos de la crisis, si no avanzamos en tener un sistema que permita regularizar el ejercicio de la industria, tendremos más problemas.

-¿Hay un exceso en el uso de la palabra crisis, quizás en los medios?

-Mira, ciertamente, los medios activan eso en la cabeza de las personas. Cuando miras los datos en el centro, el país siente que hay harto nivel de conflictividad con los pueblos originarios, pero eso no es así; parece gigantesco, y no quiero minimizar la delicada situación en La Araucanía, pero eso no hay que generalizarlo.

-¿Cómo hay que enfrentar las crisis?

-Nosotros no tenemos que mirar las crisis como un fenómeno negativo, el cambio social supone cuestionarse. Cuando uno no se cuestiona, se crea un status quo que puede acompañarnos por años y gente puede pasarlo muy mal sin que nadie pienso que eso es un problema. El Estado debe cuestionarse.

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