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Francisco Flores advierte sobre los índices de depresión en Chile: “La gente hoy no encuentra límites, no encuentra significado ni sentido” Según la Organización Mundial de Salud 850 mil personas padecen esta enfermedad en el país

Francisco Flores advierte sobre los índices de depresión en Chile: “La gente hoy no encuentra límites, no encuentra significado ni sentido”

El psicólogo y director de la fundación Mente Sana usa como ejemplo a Rafael Garay y a Mauricio Israel para explicar “ciertas patologías que antes no veíamos, de gente aparentemente exitosas, pero que sufren de estas manías, de estas enfermedades”. Agrega que los preocupantes índices de ansiedad, depresión y el vertiginoso número de licencias médicas relacionadas con dificultades de ánimo ameritan que en Chile se abra la discusión en torno a materializar una ley de salud mental.


Según el informe de este año de la Organización Mundial de la Salud (OMS) más de un millón de chilenos sufre de ansiedad y 850 mil padecen depresión. La Encuesta Nacional de Salud, realizada en 2010, entrega otro dato preocupante: un 17% de la población chilena mayor de 15 años reconoce sintomatología depresiva significativa (en el caso de las mujeres, el 25%). Uno de los más altos a nivel mundial.

“Es un problema político”, asegura el psicólogo y director de la fundación Mente Sana, Francisco Flores, para quien las causas del problema tienen relación con “nuestros parámetros de producción, que están casi exclusivamente amparados en indicadores económicos; si nosotros tenemos que evaluar el desarrollo de nuestro país lo evaluamos casi exclusivamente en el parámetro de crecimiento económico, tasa de cesantía, pero estos indicadores parece que no son elaborados, no es un motivo de preocupación, es como si esta psicopatología fuese solamente un problema individual, un problema personal, y no un problema social”.

-Desde la fundación Menta Sana propusieron aumentar el gasto público en salud mental. ¿Esto es solamente un problema de presupuesto?

-Entendemos que no es solamente un problema de presupuesto, sino que también es un problema cultural, es un problema social, más que un problema estrictamente médico. Estamos ante la ausencia de preocupación por los altos indicadores a nivel continental, los otros países de la OCDE más inversión en salud mental que nosotros. Nuestros indicadores de depresión, estrés, suicidio, el consumo de psicofármacos, las licencias médicas por razones psicosociales, en fin, Chile lidera a nivel continental estos indicadores.

-¿Dónde están las falencias?

-Por un lado hay un problema de urgencia, la poca cobertura, el poco gasto en salud, el escaso contingente de profesionales, incluso hay gente que la atienden en los pasillos. Todas esas son las cosas urgentes, pero el otro problema, que no se ha mirado, es que esto de la violencia, el abuso, el maltrato y el estrés son parte de la geografía mental de Chile,  así que no basta con una política pública para entender esto. Lo que nosotros consideramos es que no podemos separar el modo de vivir en sociedad con este tipo de sintomatología, para nosotros es una sintomatología el modo de cómo se está produciendo la subjetividad en la sociedad.

Actualmente el gasto público en el área de Salud Mental es en torno al 2,13% del presupuesto que se destina al área de salud. ¿Es también, entonces, un problema político?

-Sí, es un problema político, en el sentido amplio, porque nuestros parámetros de producción de sociedad están casi exclusivamente amparados en indicadores económicos. Si nosotros tenemos que evaluar el desarrollo de nuestro país lo evaluamos casi exclusivamente en el parámetro de crecimiento económico, tasa de cesantía, pero estos indicadores parece que no son elaborados, no es un motivo de preocupación, es como si esta psicopatología fuese solamente un problema individual, un problema personal, y no un problema social.

-¿Cuáles son las consecuencias económicas de no prestarle atención a esta problemática?

-Podríamos decir que pagamos altos costos por esto, porque si la licencia médica por motivos psicológicos está entre las primeras causas, a veces incluso primera causa, tú te imaginas el gasto que significa eso para el Estado en término de cobertura. Todos los estudios demuestran que el estrés, la fatiga, distintos motivos, también repercuten en la productividad. Basta decir, también, esta jornada extenuante que tenemos los chilenos. No hay una correspondencia entre la extensa jornada que tenemos y los índices de productividad.

-¿Hay interés en los candidatos presidenciales por incluir la salud mental en sus programas de gobierno?

-Nulo interés. En nuestra fundación participa gente con distintas afinidades políticas, pero todos coincidimos en que en ningún programa de gobierno hay alguna mención al tema de la salud mental. En el último programa de gobierno, de todos los candidatos que llegaron, no hubo ni siquiera una mención. Eso nos parece un motivo de preocupación, aunque podemos entenderlo, porque como a las personas a veces les cuesta mirarse a sí mismas, a los países también les cuesta, tienden a dejar esto como un problema exclusivamente individual.

-¿No es una bandera atractiva, comunicacionalmente?

-Claro, por supuesto, porque la gente siempre está dispuesta a postergar este ámbito porque piensan que hay tareas más urgentes; y lo otro es porque la gente asume que esto es un problema individual, cuando se estresan o deprimen te consulta a ti pero lo hacen como di estuvieran viviendo algo que les concierne solo a ellos, no ponen el contexto donde nace y emergen estas dificultades, se hace a sí mismo responsable, en vez de poner en cuestión el sistema que lo genera.

-¿Por qué Chile lidera estos índices?

-Tuvimos un crecimiento acelerado, sostenido, en muy poco tiempo, y muchos teóricos señalan de que efectivamente existe la posibilidad de que los países vivan procesos de cambios institucionales, y se vivan procesos de que lo que constituían certezas antiguas ya no lo son. En Chile se ha vivido una crisis profunda de las instituciones, y recordemos que las instituciones tienen un valor psicosocial, en cuanto son lo que le permite a la gente tener certezas y otorgar significados a nuestra vida social. Eso, hoy, está en crisis, y lo que genera es angustia, y todo eso por una dinámica de estatus, de exitismo, entonces es efectivo que hemos crecido mucho, pero hemos crecido mal, de forma desorbitada. Hace 40 años el problema de chile era la desnutrición, hoy el polo inverso, ya que el problema es la obesidad infantil. Pasamos de una sociedad sub adaptada a otra sobreadaptada.

-¿Han afectado, en ese sentido, los casos de financiamiento ilegal de la política, como Penta y SQM?

-Por supuesto que ha afectado, se cuela en la sociedad los padecimientos y los trastornos, que además se van modificando a medida que la sociedad se modifica. En Chile hay una crisis de las instituciones muy grande, y eso lo que provoca es que las instituciones, para la psicología social, es un subrogado de la función paterna, que es de sostener, de acoger, de darle significado a nuestra vida social, de otorgar ciertas certezas. Hoy cada persona tiene que autoconstruir su identidad religiosa, sexual, etc, no nos viene dado, cada uno tiene que encontrar la forma de enfrentar la situación y eso provoca mucha angustia.

-¿No hay un hombro donde reposar, donde buscar ayudar?

-Claro, no puede descansar en las instituciones, el Estado, la iglesia, los partidos políticos, no cumplen la función de dar algún sentido.

-¿En qué consiste la ley de salud mental que proponen?

-En términos genéricos debería permitir una discusión sobre este punto, hoy no existe una ley de salud mental, somo de los pocos países que tienen esta situación, Tener una significaría sacarle los estigmas a lo que es la salud mental, que no está reducida a quienes lo padecen, sino a quienes están en pos de un bienestar integral. Eso permitirá establecer un marco jurídico respecto de las políticas públicas, el tipo de inversión, el caso del Sename, donde no hay un abordaje en términos de prevención que considere los aspectos psicosociales, sino más bien está vinculada a temas de seguridad.

-¿El gasto público debería centrarse exclusivamente en la arista de tratamientos y no en la prevención?

-El gasto público en salud mental no es solamente para cubrir dolencias, sino también para prevención, y eso requiere de centros de rehabilitación, de políticas educativas, de discusión. O sea, primero tiene una arista de prevención, y luego la otra. Hay que tratar de evitar de que tampoco se trate de reforzar la tendencia a la medicalización del campo de la salud mental, de la mano de la patologización, donde todo está tratado como padecimiento, como que el malestar fuera solo una enfermedad somática o un problema cerebral; hay que evitarlo, porque eso ha llevado a que las industrias farmacológicas, en el consumo de psicofármacos, haya aumentado en un 470%, entonces eso es lo que sucede con una versión estrictamente médica, de que problemas sociales son tratados así. Nosotros entendemos, en el caso de la depresión, que de alguna forma la depresión es una forma hasta cierto punto de protesta muda, ciega, a veces hasta el propio afectado, por la dinámica de vida que le toca vivir, es alguien que dice que no puede con esto, el problema es que el fracaso personal es asumido personalmente, no como un problema social, si alguien le va mal económicamente.

-¿Quiénes han sido, a su juicio, responsables de la falta de interés por promover esta ley?

-Los principales responsables son nuestros distintos liderazgos, este es un tema que está fuera transversalmente de cualquier tipo de liderazgo político y de cualquier propuesta programática en este sentido. No está en la agenda.

-¿Como lo van a hacer para ponerlo en la agenda?

-Primero, yo diría que hay que poner el tema en la mesa, preguntarse por qué este tipo de números es tan recurrente, la depresión, el suicidio, por lo tanto hay una pregunta que no ha sido respondida, de qué forma queremos ponerlo en la mesa… Creemos que hay que crear, primero, una mayor consciencia de esto, en términos de poder complejizarlo y mostrar el vínculo de esto con los problemas con la sociedad. Un solo caso: la obesidad infantil, como ha sido enfrentada, solo en términos de educación, de regular alimentos, pero no hay una comprensión de por qué la gente tiene esta necesidad imperiosa de satisfacer los impulsos de esa forma. No hay una educación emocional que acompañe un proceso cognitivo. Efectivamente sucede en distintos ámbitos de nuestra vida, desde el problema de seguridad ,desde el costo que tiene la gente que no sabe cómo va a jubilar, todo eso tiene impacto no solo en el ámbito económico, sino en la desintegración social que provoca. Esto no se entiende: nuestro psiquismo no es solo una actividad cerebral, sino que está anclado a la materialidad cultural. Por eso hoy vemos ciertas patologías que antes no veíamos: megalómanos, vimos el caso de Garay, de Mauricio Israel, de gente que aparentemente eran exitosas pero que tienen una cierta patología. Las manías, por qué hoy se hacen tan explícitas, como la ludopatía, todas esas sintomatologías están ancladas a un orden social y cultural, no es casualidad que hoy las consultas psicológicas, a diferencia de antes, que estaban asociadas a ámbitos de autorreflexión, de culpa, hoy más bien están relacionadas a que la gente no encuentra limites, no encuentra significado, no encuentra sentido. Hoy todo es posible. No hay límites que te contengan.

 

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