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Chile: la política en estado líquido Opinión

Chile: la política en estado líquido

Edison Ortiz González
Por : Edison Ortiz González Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago.
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Un buen ejemplo de lo líquido que está la atmosfera política es la candidatura de Sebastián Piñera, hasta ahora, como Bachelet ayer, inmune a los casos de corrupción o incompatibilidad que lo salpican y que han destruido a otros. Haciendo sus check list, prometiendo cosas que no podrá cumplir- ¿se acuerdan del “delincuentes se les acabó la fiesta” ?, mientras estos se colaron en su gobierno – y eludiendo enfrentar las críticas que se le hacen.


Estando a menos de una semana de las mentadas primarias legales, el panorama político continúa siendo confuso y muy líquido, lleno de incertidumbre – política para el día a día, frases para la tv y sin grandes definiciones (salvo la derechización del PDC que encabezan los Walker). En ese panorama, donde en la derecha se impondrá cómodamente Piñera y en el Frente Amplio Beatriz Sánchez; con un zigzagueante Alejandro Guillier – un día con los partidos al otro día con ninguno – lo realmente significativo del 2 de julio será saber cuántos de los que responden las encuestas irán definitivamente a votar por su candidato (a) y cuál será el nivel de participación del proceso en una democracia cuya representatividad, como sabemos, viene a la baja desde que el voto se hizo voluntario y que es un tema que nos debería preocupar: la legitimidad de nuestra democracia.

Todos somos Piñera

Un buen ejemplo de lo líquido que está la atmosfera política es la candidatura de Sebastián Piñera, hasta ahora, como Bachelet ayer, inmune a los casos de corrupción o incompatibilidad que lo salpican y que han destruido a otros. Haciendo sus check list, prometiendo cosas que no podrá cumplir- ¿se acuerdan del “delincuentes se les acabó la fiesta” ?, mientras estos se colaron en su gobierno – y eludiendo enfrentar las críticas que se le hacen.

Creo que era en 1980-81 cuando en el festival de Viña del Mar Coco Legrand hacia surgir un personaje que, como adolescente nunca entendí mucho pero que hoy, con La distancia del tiempo, cobra plena vigencia: “el cuesco Cabrera”, ejecutivo de maletín que hablaba como si tuviese una papa en la boca, hombre exitoso, que irrumpía como icono del momento.

Hoy creo entender que Piñera tiene muchas posibilidades de volver a ser nuevamente presidente, tanto por las circunstancias más arriba descritas como también, porque él es quien mejor representa al chileno medio: el del camino fácil al éxito, entendido éste solo como acumulación de dinero, “el pillo”, que empieza robándose el confort en la oficina y que acaba desfalcando al Estado con cifras siderales. El chico listo que se salta siempre las reglas y que es inmune a ellas al punto que acaba siendo un ícono de cómo hacer siempre las cosas irregularmente sin que nunca te pase nada hasta transformarse en leyenda y en un personaje libre a la crítica y, además, admirado por miles.

Desde esa perspectiva, Piñera es quien mejor interpreta al chileno medio y solo resta saber, cuál será el nivel de participación de este sector en las primarias y su recomposición luego del 2 de julio en particular cuando tanto Ossandón como Kast han sido durísimos en la crítica al ex presidente. Lo que ocurra con la derecha esa noche, seguramente será una de las variables más interesantes de analizar el día siguiente a las primarias.

Guillier como Groucho Marx: “tengo unos principios (pero), si no le gustan, tengo otros”.

Quizá la frase que mejor resume el zigzagueante deambular del senador por Antofagasta sea la del irreverente comediante americano: un día no quiere nada con los partidos, al día siguiente nombra a Juan Pablo Letelier – icono de los vicios de la vieja política como su jefe territorial – y se va de abrazos con los partidos de la Nueva Mayoría, y al subsiguiente postula nuevamente su impronta ciudadana; un día, como casi todos los aspirantes, tiene programa, al siguiente ya no lo tiene y se concentra en aquellas frases para la cuña televisiva que domina a la perfección porque es su mundo.

Y es que el aspirante del PS-PPD-PC-PR no escapa a la crisis de su coalición política prácticamente quebrada en dos y que solo se mantiene porque existen unos cargos de gobierno que permiten la subsistencia cotidiana de miles de sus militantes quienes ponen de manifiesto, cada día, que la necesidad, siempre, tiene cara de hereje.

Si a lo anterior se suma la impronta de un gobierno que desde hace bastante tiempo, se tornó intrascendente y presidentes de partidos de bajo tonelaje, como no habíamos observado a lo largo de toda la transición, tenemos gran parte del caldo de cultivo que hizo posible la crisis por la que atraviesa la coalición que prometió cambiar Chile y que abandonará La Moneda con la cola entre las piernas, con un mínimo  de cumplimiento de sus grandes promesas de campaña – ahora se cayó la elección del Gobernador y la ley de aborto en tres causales sigue siendo una incógnita  -, sumida en el descrédito y acosada, al igual que el conjunto del sistema político, por los casos de corrupción.

La otra parte del problema es la disputa identitaria por la que atraviesa la DC.

La DC y Goic: lejos de los falangistas misioneros de los 60’, hoy secuestrada por los Walker.

Como lo señalé anteriormente, el desfondamiento que tiene empantanado al bloque oficialista se explica, también, en los vaivenes y zigzagueos del partido de la flecha roja. Mientras Michelle Bachelet fue candidata la apoyaron sin chistar y con su silencio y omisiones   alentaron su programa. Pero aquello cambió apenas se produjo el triunfo en segunda vuelta.

Impusieron subsecretarias que estaban comprometidas con el lucro en educación, generándole el primer traspié al gobierno aún antes de asumir e inmediatamente en ejercicio el nuevo ejecutivo marcaron las voces disonantes a los principales proyectos oficialistas: tomaron distancia de la iniciativa fin, al lucro, el copago y la selección; Zaldívar “cocinó” la reforma tributaria original y luego empezaron a sacar la voz los de siempre: “El Gute”, Pérez Yoma que cuestionaron sin ambigüedades a la presidenta y ni hablar de Burgos quien se transformó en un verdadero caballo de Troya.

Y así llegamos hasta hoy, con esa vertiente del PDC fortalecida, aunque muy a contrapelo del ánimo societal, que ha secuestrado a una candidata y con los Walker ya desatados en su intento por correr al PDC a la derecha. Ya nada queda del espíritu renovador de sus padres fundadores de fines de los 50’ y 60’ que, encabezados por Frei Montalva, recorrieron el país, reclutaron profesionales exitosos, así como dirigentes poblacionales y sindicales comprometidos con los cambios, arrasaron en la elección del 64 y 65 y se entusiasmaron tanto que prometieron gobernar solos durante 30 años.

La DC de hoy, por lo menos la que habla y tiene resonancia mediática, es otra: huele a naftalina, a partido pelucón, donde sobran los apellidos vinosos, defensora del status quo que le da la espalda al presente y se refugia en un pasado glorioso y en una ideología propia de la guerra fría.

Será interesante saber cómo concluye la candidatura de Carolina Goic pues, su actual jefe de campaña dijo no hace mucho y antes de asumir como tal que, “agosto sería un buen mes para definir candidaturas presidenciales”, dejando la puerta abierta para una posible negociación.

¿Frente Amplio?

Llamó la atención un poco antes de la aparición de la franja televisiva la nota aparecida en este medio sobre las dificultades de convivencia al interior del Frente Amplio (FA), en especial la ausencia de diálogo entre las candidaturas de la periodista Beatriz Sánchez y el sociólogo Alberto Mayol y sus respectivos equipos de campaña fenómeno que ha continuado durante la transmisión de ese espacio con la crítica permanente a Mayol, la verdadera novedad de la franja política, y el posicionamiento de éste sobre el voto más militante que de seguro, si concurrir a votar ese día.

Lo anterior, la mala convivencia, además de constituir ya una conducta reiterativa en algunos de sus líderes, ocurre en el contexto de una actividad, la política, que por su propia naturaleza – hablar, dialogar, acordar y convencer – requiere de sus protagonistas la mejor disposición a conversar siempre.

De los 80’ al Bicentenario: De la contracultura del dialogo al individualismo neoliberal.

Una de las condiciones más importantes que hubo en los 80’ para superar aquella dictadura feroz que no solo no aceptaba el dialogo con “los otros” sino que los negaba (“los detenidos desaparecidos no existen”), más allá de las estrategias y diseños políticos, fue la actitud de actores que históricamente no se hablaban desde el golpe – me refiero en particular la PS y la DC – a conversar, intercambiar puntos de vista, buscar caminos de encuentro que facilitó enormemente la construcción de una coalición variopinta que derrotara al régimen militar en octubre de 1988 e iniciará la transición hacia un régimen democrático. Aquello cobraba expresión en el diálogo juvenil permanente y sin los traumas de la UP que, no pocas veces forzó a los mayores a una mejor disposición a conversar y a encontrar puntos de acuerdo.

En la liquidez en que se encuentra hoy la política, en particular con algunos de sus protagonistas llamados a ser el recambio, se extraña una actitud menos confrontacional y más dialogante: empezaron por vetar a Navarro, continuaron con Luis Mariano Rendón, luego con el PC y ahora las han emprendido contra uno de sus propios aspirantes: Alberto Mayol. Y los actores se repiten y reiteran, dejando a veces la sensación que se parecen más a los comisarios del pueblo que a una forma novedosa y convocante de hacer y gestionar una nueva política.

El futuro está enfermo.

Hace muy poco fui invitado al programa Frente a Frente para dialogar sobre estos tópicos y otros con activos protagonistas de algunos de estos referentes y me sorprendió el desconocimiento de varios de los presentes sobre esta cultura del veto que pervive en una parte de los líderes del FA y que muchos de nosotros desconocíamos y que en esa ocasión describimos en extenso.

Parte de ello explica su incapacidad para dar surgimiento a un referente mayor que englobe y acoja más allá de las 12 mini organizaciones que lo conforman (y que hoy sabemos conviven no muy armoniosamente), incapaces, hasta ahora, de dialogar con “los otros mundos”, restringidos única y exclusivamente a  lo que alguien ha llamado “la militancia del WhatsApp” que crea mini mundos cerrados, donde participan 50 personas pero que incapaz  de traspasar fronteras lo que David Ugarte llamó  alguna vez “el futuro está enfermo” porque les parece que su realidad es la de todos y el resto pareciera solo quedarle la opción de tener que asimilarse a su propia identidad. La capacidad de convocatoria del sector el próximo 2 de julio será un buen parámetro para observar cuánto hay de nuevo en ellos o sin son ya, una parte más de un sistema político sumido en el descredito.

Porque puede ser posible que esa nueva coalición llamada a ser el cambio quede restringida a la marginalidad porque en su proceso de madurez se quedaron solo en la referencia generacional o «la cultura narcisista de la exclusividad del yo» y la autoafirmación de identidad más que ofrecer una coalición que resuelva las dificultades de la inmensa mayoría de los chilenos y chilenas.

Si el grueso de los dirigentes de la nueva coalición no puede sostener un diálogo abierto y fraterno con uno de sus aspirantes a las primarias ¿por qué habría que esperar que se entiendan y dialoguen con el resto del país que piensa de un modo diferente a ellos? ¿por qué habría de esperar del Frente Amplio una actitud distinta con el resto del país de la que han exhibido con algunos de los propios?

En tanto Beatriz Sánchez se bacheletiza y Alberto Mayol apuesta al voto duro del sector. De cualquier modo, este nuevo referente ha ganado, con las primarias, visibilidad, rostros que, seguramente estarán presentes en la agenda pública por bastantes años.

Será relevante saber si efectivamente serán capaces en esta primaria de traspasar el voto de una elite universitaria y permear el voto poblacional y campesino, nicho de la UDI, el PS y la DC, que es el que, hasta hoy, continúa decidiendo el resultado de las elecciones y que se orienta más según dictaminen los vaivenes del gasto y la inversión pública.

Y aquí estamos hoy con una candidata que no sabemos lo que piensa y que con mucha probabilidad se impondrá en las primarias y que a diferencia de Bachelet parece solo importarle que no se diga nada malo de ella, obviando que el espacio público, y en una candidatura presidencial, si se dirán cosas, y algunas muy importantes para la inmensa mayoría de los chilenos.

Reduciendo toda la novedad a más de lo mismo: el impacto mediático, con una coalición que podría marcar más del 10 % y que puede concluir reproduciendo el fenómeno que ya vimos con ME-O: que sus líderes lean esos resultados como adhesión personal e individual y que terminen llevándose el nuevo referente para la casa o que, como El Podemos español, se estanqué para luego reproducir la personalización del poder.

Epílogo: ¿condenados a la eterna irrelevancia del debate político?

Ese es un sucinto resumen del panorama líquido que se ha apoderado hoy de la política. Primarias donde, se conocen de antemano sus resultados, en que la discusión programática deambula entre la lista de supermercado de Sebastián Piñera y el “nos has entendido nada de nada” de Alberto Mayol; con una discusión programática ausente, sin la participación de la Nueva Mayoría por sus líos internos, un debate de imágenes y donde lo más relevante pareciera ser que serán los niveles de participación que se alcanzarán, cómo se reordenara la derecha tras Piñera luego  de la crítica profunda de Osandón y Kast, con Guillier y Goic fuera de pantalla, debatiendo para las elites en una dimensión desconocida y con candidatos outsider condenados a la marginalidad.

Con ese panorama los chilenos pareciese que estamos condenados nuevamente a elegir entre un empresario o un rostro televisivo. Es el Chile neoliberal que nos tiene atrapados desde hace tiempo en una falsa contienda donde los más grandes responsables de nuestro deterioro institucional, la elite empresarial, continúan inmunes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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