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Carlos Peña se erige como el oráculo de “la modernización capitalista de Chile” y la herencia de la Concertación tras la caída de Lagos Rector de la UDP alaba el gradualismo reformista, cuestiona el buenismo bacheletista y critica al Frente Amplio

Carlos Peña se erige como el oráculo de “la modernización capitalista de Chile” y la herencia de la Concertación tras la caída de Lagos

En una columna dice que la renuncia del ex Presidente ensombrece el futuro de la izquierda en Chile porque equivale al derrumbe de un proyecto histórico»


Luego de que el ex Presidente, Ricardo Lagos anunciara que no seguirá compitiendo por volver a La Moneda, generando un hecho con pocos precedentes en la política local. Uno de los primeros análisis es el de Carlos Peña, rector de la Universidad Diego Portales y habitual columnista de El Mercurio.

Peña se aventura a considerar que hay sólo dos izquierdas y que Lagos representa   claramente a una de ellas. «amistosa con la modernización capitalista y al mismo tiempo consciente de las patologías que ella supone, pero dispuesta a corregirlas con sus mismas armas. Se trata de una izquierda que aprendió que la política democrática no necesita una escatología, que la modernidad, le pese a quien le pese, está atada al mercado, y que la libertad supone que el horizonte final del destino humano debe quedar entregado a cada uno».

Esa izquierda que puede llamarse socialdemócrata está, según Peña, enfrentada a otra.  «Esta última piensa la política como atada a una escatología, a un horizonte final, la sustitución del capitalismo, que debe guiar y orientar los esfuerzos del presente. Se trata de una concepción para la cual la política es una actividad religiosa, solo que por otros medios», dice Peña, para quien «la tensión entre esas dos izquierdas ha estado en el centro de la política y el campo intelectual en Chile el último tiempo».

Pero luego de esta definición introductoria, Peña abre un nuevo horizonte al decir que no es ninguna de estas dos izquierdas, sino otra.  «La que triunfó fue la izquierda light», escribió.

Peña cree que después del triunfo de Bachelet, que la llevó a su segundo gobierno,  «la izquierda chilena parece atrapada o por el buenismo (la idea de que la política es cosa de buenas intenciones, un asunto de sentido común, como parece ser, al menos hasta ahora, el caso de Beatriz Sánchez) o por un pragmatismo a ras de encuestas (la idea de que la opinión del público, el mismo que ve televisión y aplaude a sus figuras, entre ellas a Guillier, equivale a la formación de la voluntad ciudadana).

Para estas dos sensibilidades, Ricardo Lagos, según el rector es el enemigo «En efecto, el buenismo no entiende que la política es un raro compromiso entre la aceptación de la realidad (la presencia del otro, las restricciones del entorno) y la decisión de cambiarla y que, por lo mismo, la política democrática siempre suele estar por debajo de los sueños y las aspiraciones. Y que ese residuo de aspiraciones incumplidas no es un defecto de la política democrática, es la mejor prueba de que ella es un inevitable juego de compromisos. Y el pragmatismo, por su parte, se deja hipnotizar o por las encuestas o se deja guiar por la pulsión alimenticia y solo va en busca de quien asegure mejor y más rápido su satisfacción», escribe.

Por último Peña concluye que «la derrota de Lagos (antecedida por la increíble alergia a las ideas que mostró la negativa a dejar competir a Fernando Atria) ensombrece el futuro de la izquierda en Chile porque equivale al derrumbe de un proyecto histórico, la conducción gradual de la modernización capitalista hacia mayores niveles de igualdad, que el triunfo electoral de Guillier -supuesto que a pesar de su liviandad, o gracias a ella, lo alcance- no podrá reverdecer», dice cerrándo además la puerta al Frente Amplio.

«El Frente cree que lo que reprochó a Lagos -no haber cambiado la modernización capitalista- podrán hacerlo ellos, ahora que esa modernización permeó la cultura y las capas medias. No parece posible», afirma.

 

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