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Una pregunta para Navidad: ¿se podrá querer con amor auténtico a quienes viven en pobreza? Opinión

Una pregunta para Navidad: ¿se podrá querer con amor auténtico a quienes viven en pobreza?

Benito Baranda
Por : Benito Baranda Convencional Constituyente, Distrito 12
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Navidad es un tiempo de encuentro y reconocimiento, sin embargo la propia alienación del estilo en que vivimos este ‘tiempo de gracia’ nos nubla más la vista y paradojalmente afirmamos con nuestras acciones y palabras que “el pobre, el extranjero, el excluido y el diferente” no son nuestros hermanos ni hermanas, son “flojos, delincuentes, alcohólicos, drogadictos, retardados y negligentes”, o buscamos la manera de escabullir a nuestros prejuicios y discriminaciones señalando que “hay pobres y extranjeros buenos y los hay también muy malos, los primeros merecen ayuda los segundos no”.


Una familia cercana –que conozco desde la niñez- me ha manifestado el deseo de pasar navidad con otra familia que viva en pobreza y exclusión. Al recibir el correo recordé mi infancia en Las Condes, se me vinieron las imágenes de esa época construidas a partir de numerosas y ricas experiencias, entre ellas las de las familias  de los campamentos El Ejemplo y El Esfuerzo, y de la Villa San Luis, muy próximas a la casa de mis padres. Hoy eso resulta más lejano: nos hemos encerrado o armado barrios aparte en casi todas las clases sociales; el temor, los deseos de seguridad, el ‘desclasamiento’, los prejuicios, la vergüenza acerca del propio origen, la ambición, el ‘ascenso social’, etc. nos ha llevado a distanciarnos, diferenciarnos más aún (segmentarnos) y en muchos casos a crear verdaderos ‘abismos sociales’. Por ello requerimos de estos esfuerzos esporádicos de vínculos con ‘los diferentes’, con ‘los excluidos’, ya que hay ‘hambre’ de conocernos y de re-vincularnos, al distanciarnos y diferenciarnos todos nos empobrecemos, se nos oscurece la dignidad del otro y se nos hace menos nítida su natural igualdad. El no vincularnos, el no conocernos, nos impide respetarnos, tratarnos justamente y querernos, con menos experiencias de los demás –en particular de los que consideramos ‘diferentes’- mayor empobrecimiento personal y social.

Navidad es un tiempo de encuentro y reconocimiento, sin embargo la propia alienación del estilo en que vivimos este ‘tiempo de gracia’ nos nubla más la vista y paradojalmente afirmamos con nuestras acciones y palabras que “el pobre, el extranjero, el excluido y el diferente” no son nuestros hermanos ni hermanas, son “flojos, delincuentes, alcohólicos, drogadictos, retardados y negligentes”, o buscamos la manera de escabullir a nuestros prejuicios y discriminaciones señalando que “hay pobres y extranjeros buenos y los hay también muy malos, los primeros merecen ayuda los segundos no”. Con ello se rompió el milagro de este tiempo, se nos escabulló la gracia y por mucha ‘misa del gallo’ que tengamos (que en estos casos me recuerda más –por lo del Gallo- la negación de San Pedro que la venida de Cristo) las barreras levantadas nos usurpan el sentido quitando la razón fundamental a la Navidad, es decir, se han robado el amor y la justicia que son el anuncio de este día, el ‘por qué’ de la venida del Redentor.

Acercarse, encontrarse, reconocerse, respetarse y quererse es el regalo más esquivo de este tiempo, siendo iguales en dignidad no lo queremos ser y mientras no lo seamos las dificultades continuarán apareciendo para descomponer la convivencia familiar, laboral y social. Basta dar el primer paso y romper el maleficio del ‘egoísmos perfecto’ y del ‘individualismo sacralizado’, es suficiente para comenzar la cercanía y la escucha, la contemplación del ‘otro diferente’ y el conectarse con lo que me ocurre en mi interior, de allí en adelante no nos detendremos ya que ese ‘otro’ ha pasado a ser parte de nuestra existencia y no nos soltará jamás. ¿Podremos dejar el espacio para vivir hoy día un amor auténtico por el excluido?  ¡Harta falta que nos hace!

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