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Tomas feministas: la gestación de un «Mayo 2018» Opinión

Tomas feministas: la gestación de un «Mayo 2018»

Marta Lagos
Por : Marta Lagos Encuestadora, directora de Latinobarómetro y de MORI Chile.
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Sabemos que la manera en que una sociedad trata a sus mujeres es lo que determina en gran parte su capacidad de sostener una democracia. No hay democracia consolidada que tenga altos grados de discriminación hacia la mujer. El desmantelamiento de la discriminación hacia la mujer es un paso indispensable para la democratización y para llegar al desarrollo.


Cualquier mujer de mi generación con carrera profesional y una familia, tiene doctorado en desigualdad, por ser mujer.

Al llegar a Chile de vuelta y empezar a trabajar aquí por primera vez en los años 80, me tocó enfrentarme al mundo que desconocía: el machismo. Desde el “mi linda” al “mira qué bien lo hace”, uno se enfrentaba a diario con los diminutivos de una cultura paternalista, machista y denigradora.

Ello iba aparejado de las costumbres y hábitos de la sociedad chilena, donde la mujer tiene que ser una especie de mujer 10., siempre impecable (pobre de ti que andes chascona), no tener “abandonados” a los niños, como se decía, y ¡por Dios! no osar tener una carrera que pudiera contravenir la carrera del marido.

Clásico en la familia es el cuento del amigo que llegó con una olla de regalo, se la pasó a mi marido y le dijo: “Es para que tu mujer sepa dónde esta la cocina”. Una crítica al solo hecho de que trabajar implicaba descuidar la casa.

Pero el asunto no paraba ahí. La profesión de la mujer era como algo secundario (¿era?), mucha gente me decía «¿para que trabajas si tu marido ya tiene carrera?». Me gustaría pensar que ya nadie dice eso, pero no es así. Mientras menos educación tienen el hombre y la mujer que conviven, más probable es que el hombre le diga eso a su mujer. O bien se expresa “tiene” que trabajar , lo que es una especie de declaración de derrota de parte del hombre, porque no se la puede con sostener a su familia. El trabajo como un castigo. ¿El trabajo no es el lugar donde vas a crecer como persona, sino el lugar donde no quieres ir pero tienes que ir? La
ética del trabajo en Chile es un tema. La satisfacción con el trabajo tiene mucho que ver con la famosa productividad que todos quieren aumentar. ¿Han pensado alguna vez qué tiene que ver también con el trato de la sociedad a la mujer?

[cita tipo=»destaque»]Lo que esta sucediendo es que se está armando un “Basta” a la discriminación, quién sabe si los varones que han controlado la agenda de género todos estos siglos son capaces de darse cuenta de lo que esto puede significar o, más bien, no tienen idea sobre la chichita que se están tomando. Habla bien de las universidades, que han estado silenciosas en pensamiento, que levanten banderas sin grandes teorías pero con importantes consecuencias. Las universidades han estado apagadas por décadas después de la dictadura, parece que ahora lideran en un tema tan central como el rol de la mujer en la sociedad. Es un despertar inesperado pero esperado, tardío pero bienvenido, que sin duda tiene que ver con el empoderamiento que produce la ley de aborto y la discusión sobre la libertad de decisión de la mujer. Es un liderazgo sin líderes, pero un liderazgo al fin. [/cita]

Luego viene el tema de la carrera profesional que no tiene reconocimiento alguno. Uno tiene permiso societal para hacer las cosas que ya “se” hacen, pero por ningún motivo hacer cosas nuevas que no se han hecho antes. Como me dijo un connotado senador de la república cuando no le gustaron unos datos: “¿Quién te dio permiso a ti para meterte en lo que no te corresponde?».Hay que pedir permiso. ¿Las cosas en esta sociedad “corresponden” a un orden establecido? Evidentemente eso es lo que está en cuestión. ¿Cuál es el rol de la mujer? ¿El que cada cual decide o el que la “sociedad” decide?

En el desarrollo de mi carrera profesional el contraste entre el apoyo internacional versus la total ausencia de apoyo de parte de Chile, era brutal. En este país no tenía “padrino”, mientras afuera interesaba el producto. Esa es precisamente la diferencia entre el desarrollo y el subdesarrollo. Si no usas el poder político, el poder empresarial, o los contactos, en Chile no llegas a ninguna parte (por eso es tan ridículo hablar de “nepotismo” como si fuera el gran problema, es el “pitutismo” y “clientelismo” lo que hay que enterrar).

Si no pertenecías a alguna red de poder no se podía avanzar. La mayor corrupción de la sociedad chilena es que esta literalmente organizada en torno a redes de poder que se protegen corporativamente (incluso la Iglesia católica, como hemos aprendido tristemente). En el mundo allá afuera, una mujer totalmente desconocida no tenía otra cosa que mostrar que no fuera el trabajo mismo, era precisamente lo que tenía apoyo.

Chile era (¿es?) un lugar difícil para comenzar y construir carrera para una mujer. La libertad es muy restringida para una mujer profesional. Si te sales de la fila y haces cosas nuevas, si no sigues las reglas, si no aceptas las barreras que te pone la sociedad… Seguir el mainstream es agachar la cabeza y no contradecir lo establecido. Ser “prudente”, como se dice eufemísticamente. Ser independiente y levantar la cabeza , dos cosas prohibidas para una mujer. Si eres hombre es liderazgo, si eres mujer eres “desubicada”. ¿De dónde se la cree…? “¿Qué se cree esta niña?”. “Eso no “se” hace”

Hay que decir que la mayor dosis de machismo la he vivido en mi relación con la política, en el trato con cada varón, donde los había (los hay) de todo tipo. Desde el parlamentario que no tenía escrúpulos y era abiertamente acosador al punto de incomodar, hasta el político que, basado en su poder, con su actitud intenta forzar a rendir pleitesía como en el medioevo. Nada mas difícil que aprender el lenguaje del eufemismo chileno. El “double dutch” es de niño de pecho al lado de él.

En mi relación profesional con clientes la cosa ha sido radicalmente distinta, la conversación es profesional. No he conocido aún a un cliente que diga algo inapropiado. Qué duda cabe que hay más machismo en la política que en el mundo privado.

Ultimamente hemos tenido dos o tres episodios en que algunos varones bastante visibles y conocidos han mostrado la hilacha de su machismo profundo (la muñeca, los condones…). El machismo es también institucional, es decir, está impregnado en la cultura de las instituciones como me tocó vivirlo a mí en RREE, cuando mi marido fue embajador. Tener “negritos de Harvard” por aquí y por allá no los termina de ocultar.

Las protestas autodenominadas “feministas” representan una protesta por la larga lista de discriminaciones y desigualdades que hoy es evidentemente incompatible con el camino al desarrollo, con una sociedad moderna, con una democracia representativa. Las protestas solo confirman que lo vivido en nuestra generación todavía subsiste de una manera ya intolerable. Esta generación no aguantará, como la nuestra, la discriminación.

Concuerdo con una demanda de respeto societal hacia la mujer (y el hombre) que impida moral y éticamente que un ministro siquiera piense lo que dijo el titular de Educación. Concuerdo con una demanda que obligue al buen comportamiento con sanciones morales, éticas y penales ejemplificadoras. Sin embargo, el primer “pero” es que la sociedad misma no reacciona con la fuerza que debe frente a la muñeca por ejemplo. Ese es el tema central. Son los propios actores, los dirigentes, los que no comprenden en qué consiste el respeto con igualdad de condiciones. Este es un tema de “convencimiento”, como dice Pascal. Si la elite no se convence de cambiar de actitud en su diario actuar, de poco servirán protocolos de comportamiento. Serán como los límites de velocidad, que nadie respeta.

El sexismo no solo se manifiesta en el acoso, sino también en el hecho de que para obtener rating los canales llevan al extremo los escotes, las minifaldas, los vestidos apretados, etc., usando a la mujer como objeto sexual evidente, en las propagandas, en el lenguaje.

Es el problema del respeto hacia la mujer de parte de la sociedad, con lo cual ninguna mujer chilena estará en desacuerdo. Lo que esta sucediendo es que se está armando un “Basta” a la discriminación, quién sabe si los varones que han controlado la agenda de género todos estos siglos son capaces de darse cuenta de lo que esto puede significar o, más bien, no tienen idea sobre la chichita que se están tomando. Habla bien de las universidades, que han estado silenciosas en pensamiento, que levanten banderas sin grandes teorías pero con importantes consecuencias. Las universidades han estado apagadas por décadas después de la dictadura, parece que ahora lideran en un tema tan central como el rol de la mujer en la sociedad. Es un despertar inesperado pero esperado, tardío pero bienvenido, que sin duda tiene que ver con el empoderamiento que produce la ley de aborto y la discusión sobre la libertad de decisión de la mujer. Es un liderazgo sin líderes, pero un liderazgo al fin.

La historia vivida por la suscrita y cualquiera de mi generación, es patrimonio cultural de la evolución del respeto a la mujer en esta sociedad. En Chile la mujer no tiene el respeto societal que debe tener, y que la cultura imperante machista se permite, se tolera, y se practican expresiones diarias que siguen siendo diminutivas, paternalistas y denigrantes.

Se puede estar produciendo un “Mayo del 2018”.

Al mismo tiempo rechazo los linchamientos públicos de los acusados de acoso sexual, no me parece correcto que se use el acoso sexual como arma para vengarse del machismo y su histórica discriminación hacia la mujer. En esta lucha hay que salir por arriba con dignidad pero con fuerza, y mostrarle, al que tiene poder de abusar y discriminar, que llegó al final del camino. En una sociedad que respeta a la mujer es caro ser irrespetuoso. Aquí es bastante gratuito. Son hombres y mujeres las que tienen que cambiar. El machismo de las mujeres es casi tan brutal como el de los hombres. No nos engañemos.

La diferencia de experiencia entre Chile y el primer mundo es de tal magnitud, cuando uno es mujer, que hace la diferencia entre tener o no tener una carrera. La caída de la tasa de natalidad en nuestro país, para estos niveles de desarrollo, simplemente confirma que es más difícil que en otras naciones ser madre y tener carrera. ¿Una sociedad que fuerza a elegir entre lo uno o lo otro? (claramente entendieron poco si creyeron que el problema era el posnatal).

Sabemos que la manera en que una sociedad trata a sus mujeres es lo que determina en gran parte su capacidad de sostener una democracia. No hay democracia consolidada que tenga altos grados de discriminación hacia la mujer. El desmantelamiento de la discriminación hacia la mujer es un paso indispensable para la democratización y para llegar al desarrollo. Es de esperar que nuestros dirigentes sepan entender el signo de los tiempos y comprendan la necesidad de que empiece por casa el cambio de actitud de respeto hacia la mujer. Eso vale para las mujeres y los hombres en política, en los partidos, en el Parlamento y los pocos actores de esta pequeña sociedad civil que aún tenemos.

Este destape chileno, tardío para su nivel de desarrollo económico, es una demanda de desmantelamiento de la licencia para discriminar. Es una demanda para la instalación de una licencia para respetar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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