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Dos meses de Gobierno: ¿por qué sus ministros siguen boicoteando a Piñera? Opinión

Dos meses de Gobierno: ¿por qué sus ministros siguen boicoteando a Piñera?

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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El principal dolor de cabeza del Gobierno han sido sus ministros. Por un lado, están los debutantes –que el Mandatario calificó de “pajaritos nuevos” para justificar sus errores–, entre quienes el premio mayor se lo lleva, por lejos, Gerardo Varela, quien ya dejó como legado un número importante de frases célebres, además de tener el mérito de haber despertado al movimiento estudiantil a partir de la provocadora sentencia de que el tiempo de las marchas ya se había terminado. Luego está Emilio Santelices, quien además del garrafal error que cometió con los datos del VIH, elaboró un protocolo de objeción de conciencia que fue rechazado por la Contraloría por no ajustarse a derecho. El único consuelo para el ministro es que el organismo también se pronunció en contra del redactado por quien ocupó ese cargo en el Gobierno de Bachelet. La pregunta ahora es quiénes son los asesores jurídicos del Ministerio de Salud.


Se acaban de cumplir dos meses del Gobierno de Sebastián Piñera, y llevamos más de la mitad de ese período concentrados en las chambonadas, declaraciones inoportunas y metidas de pata constantes de varios de sus ministros. Injusto para el Presidente, por cierto, ya que –y tal como lo hemos analizado en este mismo espacio– es indudable que ha hecho un esfuerzo por cambiar el perfil que lo caracterizó en su primer período, en que las improvisaciones y el afán de opinar de todo, casi a diario, lo hacían cometer errores innecesarios. Si no fuera por el episodio de la frustrada designación de su hermano en Buenos Aires, la imagen de Piñera habría pasado la prueba de estos primeros sesenta días con una calificación muy alta.

En contraste, la evaluación del Gobierno es bastante crítica. Pese a la mala experiencia de 2010, nuevamente se han repetido los serios problemas del proceso de instalación, especialmente en el caso de las regiones. De hecho, en varias aún no hay Seremis designados, ni autoridades sectoriales. En la Región de Antofagasta un número importante de secretarios ministeriales o no alcanzaron a asumir o debieron renunciar días después, incluyendo un a gobernador que abandonó el cargo luego de dar una entrevista en que reveló una conversación privada con la ministra Cecilia Pérez. A sesenta días del 11 de marzo, aún no tenemos embajadores, ni muchos directores de empresas públicas, tampoco se han completado plazas fundamentales del engranaje del Estado. La paradoja es tremenda, considerando que Chile Vamos se preparó por más de un año para el plan “retorno” y seis meses antes de las elecciones daban por descontado el triunfo.

También La Moneda se ha enredado sola designando hijos, hijas, amigos y primos en cargos de alta relevancia, contradiciendo uno de los principales ejes que desplegaron en la campaña de 2017, lo que ya les costó caro al hijo y nuera del primo del Presidente, que ocupa el cargo de ministro del Interior. De paso, generó que Evópoli –la revelación de la política chilena este año, muy por sobre el que se pensaba que la “llevaría” en la agenda política: el Frente Amplio– presentara un proyecto para limitar el nepotismo, el que ha tensionado las relaciones al interior del conglomerado oficialista.

Pero el principal dolor de cabeza del Gobierno han sido sus ministros. Por un lado, están los debutantes –que el Mandatario calificó de “pajaritos nuevos”, para justificar sus errores–, entre quienes el premio mayor se lo lleva, por lejos, Gerardo Varela, quien ya dejó como legado un número importante de frases célebres, además de tener el mérito de haber despertado al movimiento estudiantil a partir de la provocadora sentencia de que el tiempo de las marchas ya se había terminado. Para tranquilidad de La Moneda, Varela ha entrado en un riguroso silencio, que de seguro no es espontáneo.

Luego está Emilio Santelices, quien además del garrafal error que cometió con los datos del VIH, elaboró un protocolo de objeción de conciencia que fue rechazado por la Contraloría por no ajustarse a derecho. El único consuelo para el ministro es que el organismo también se pronunció en contra del redactado por quien ocupó ese cargo en el Gobierno de Bachelet. La pregunta ahora es quiénes son los asesores jurídicos del Ministerio de Salud.

¿Qué tienen en común estos dos ministros? Son amigos personales del Jefe de Estado, factor que de seguro influye a la hora de que sus asesores más cercanos le puedan dar su opinión con sinceridad sobre el comportamiento errático de ambos. Y en cierta forma, también debe producir mayor cautela de parte del gobernante para criticarlos públicamente. Es obvio que ningún Jefe de Estado podría despedir a un ministro a los dos meses de ejercicio, por más que hubiera cometido una falta grave, pero tampoco era necesario exagerar el “respaldo” del Presidente después de un error que en cualquier tipo de Institución habría significado la renuncia al cargo. El caso no está cerrado y es probable que siga adelante la estrategia de parte de la oposición para ver fuera del gabinete a Santelices.

Por el otro lado, están los ministros que se repiten el plato o tienen mucha experiencia política. Hernán Larraín no solo cometió un error de principiante al decir que los jueces son de izquierda, justificándose en que era un evento privado. El hecho es que sus palabras fueron expresadas en un Consejo de la UDI en que estaban presentes cientos de personas, incluidos periodistas. La semana anterior supimos también que, poco antes de conocer el destino del senador Moreira, se había reunido con el Fiscal Nacional en al menos dos oportunidades. La falta de sintonía con el país que tenemos hoy, se ve en que el actual ministro de Justicia invitó a Abbott a la casa de uno de los querellantes del caso Caval. ¿Será que nunca Larraín pensó que esto se conocería, pese a estar en la lista de posibles secretarios de Estado promovida por la UDI?

Y, claro, el evento más emblemático para entender por qué varios ministros están afectando la imagen y credibilidad del Gobierno, es la torpeza cometida por el jefe de las finanzas públicas. Partamos por cómo se resolvió.

Luego de mantener la agenda política casi una semana enfocada en el viaje de Felipe Larraín a un encuentro de ex alumnos de Harvard, con un ministro que se enojó, que hizo gala de todos sus antecedentes académicos –llegó a insinuar que era un orgullo para Chile que lo hubieran invitado– e insistió permanentemente en que había sido una gira oficial para asistir a una charla de 20 minutos –estuvo seis días en EE.UU.–, finalmente terminó por reconocer implícitamente que el viaje fue a título personal al devolver la diferencia del importe que, al parecer, reembolsó la Universidad de Harvard. Una vuelta larga, innecesaria y costosa para el Gobierno, que incluso estuvo a punto de comprometer a Piñera, quien iba a firmar un decreto retroactivo para justificar lo injustificable.

¿Qué se les pasó por la mente a los Larraín para actuar de esta forma? ¿Qué análisis hace un ministro de Hacienda para solicitar pasaje en primera clase y un viático de casi un millón de pesos para desplazarse seis días a un encuentro personal? ¿Qué reacción tendría Larraín si alguien de su equipo hiciera lo mismo para costear un crucero con sus ex compañeros de colegio? Por supuesto que esta es una pésima señal de comportamiento para miles de funcionarios públicos, pero además dejó al Gobierno en ridículo al pedir austeridad extrema y luego justificar la torpeza diciendo que solo fueron unos cuantos dólares.

Lo de fondo es que los Larraín parecen tener una lectura muy perdida de la tremenda transformación de nuestro país en materia de transparencia y vigilancia ciudadana. Es no comprender que, desde que estuvieron en el Gobierno y hoy, hemos vivido la peor crisis política desde el retorno a la democracia, situación que estamos lejos de superar. Pero también creo que es una mirada del país desde la elite, desde la prácticas del manejo del poder que ya están obsoletas. Y, de paso, la han hecho un flaco favor a su jefe, que sí parece haber sacado más lecciones de su primera experiencia en La Moneda.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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