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Ley de cuotas de mujeres como política científica para entrar en la economía del conocimiento Opinión

Ley de cuotas de mujeres como política científica para entrar en la economía del conocimiento

El aumento de mujeres en política a través de la ley de cuotas permitió acelerar la incorporación de estas a cargos de toma de decisiones. Chile no se puede dar el lujo de esperar 200 años para disminuir la brecha de género que le permita seguir creciendo. La incorporación de nuestro país a la economía del conocimiento no solo debe sostenerse en una mayor inversión económica en ciencia y tecnología, sino también a través de la incorporación de las mujeres en la toma de decisiones. Un mecanismo de cuotas para el ámbito académico y otros instrumentos, que apunten a garantizar un trato y condiciones equitativas a las mujeres, no solo es un asunto de equidad y justicia sino además un factor clave en el proceso de desarrollo económico.


Históricamente, la mujer ha sido un grupo marginado en muchos campos, y principalmente en la participación y conformación del poder público o cargos de decisión en el sector privado. Uno pensaría que en el mundo académico la situación podría ser distinta. Sin embargo, en casi todas partes del mundo persisten brechas de género alarmantes en este ámbito.

Solo algunos datos:

  1. Desde 1901, los Nobel han premiado a 561 hombres y 18 mujeres y ninguna mujer recibió este galardón en el 2016 ni el 2017. No obstante, desde 1901, un número importante de mujeres han cumplido con los criterios para ser seleccionadas.
  2. Las académicas en los países más desarrollados no ocupan más que un 20% de los cargos de decisión; en Chile, hay solo 2 mujeres rectoras en un total de 52 universidades.
  3. Los resultados del concurso regular de Fondecyt –por el cual en Chile se otorgan fondos estatales para la investigación– muestra que los proyectos en los que las mujeres son investigadoras responsables representan el 22,3% (2015), 25,5% (2016) y 26,9% (2017).

Por este motivo, en muchos países se han tomado medidas de discriminación positiva como la ley de cuotas, en un esfuerzo por acelerar y hacer efectiva la igualdad de género en diversos ámbitos, entre ellos, el de la academia. Tal como expresó la ex Presidenta Bachelet, la ley de cuotas “no es una cuestión de feminismo”. No es casualidad que la igualdad de género sea uno de los diecisiete objetivos establecidos por las Naciones Unidas como metas para alcanzar el desarrollo sostenible en el 2030.

En la vida política, la representación equitativa de hombres y mujeres es un asunto de derechos humanos, de justicia y de calidad de la democracia; en el ámbito académico y empresarial es, además, un asunto de economía.

Según el informe 2017 del Foro Económico Mundial, la promoción del desarrollo socioeconómico y el empoderamiento de la mujer, en el marco de las nuevas economías del conocimiento del siglo XXI, es fundamental para una mayor productividad y crecimiento económico para las naciones y una oportunidad para los países en vías de desarrollo de no ampliar aún más las brechas socioeconómicas con los países industrializados. Según el estudio europeo “El costo económico de la inequidad de género”, del 2016, en las condiciones actuales, la brecha género tardará alrededor de 217 años en cerrarse. Es por ello que no basta inspirar a las niñas de hoy a seguir carreras académicas o científicas, se requiere además implementar mecanismos aceleradores como la ley de cuotas.

[cita tipo=»destaque»]Actualmente, para alcanzar los puestos jerárquicos, las académicas deben sortear una serie de obstáculos que van desde aquellos socioculturales –que son transversales a las mujeres trabajadoras– hasta aquellos propios de quehacer académico. Dentro de los obstáculos socioculturales transversales se encuentran la crianza y educación estereotipada y prejuiciosa, primas más altas en el sistema de salud privado que implican menos salario líquido mensualmente, y otros tales como las  horas que una mujer no dedica a su trabajo o crecimiento profesional, como el tiempo de trabajo doméstico no remunerado (de 2,9 horas diarias comparadas con las 0,8 horas de un hombre según el INE), la maternidad, el tiempo de cuidado de los hijos o cuidado de los adultos mayores u otros miembros del núcleo familiar. ¿Qué pasaría con el PIB si las mujeres dejaran de obsequiar su tiempo para hacer estos trabajos no remunerados?[/cita]

Una ley de cuotas en la academia y en los sistemas de adjudicación de fondos de investigación es particularmente importante para países como Chile, que deben aún generar una economía del conocimiento para poder seguir creciendo y de forma más sostenible. Más mujeres en puestos de decisión en la academia permite cambiar la forma en que la sociedad ve a las mujeres e influir tempranamente sobre la educación de niñas y jóvenes, eliminando los estereotipos y las discriminaciones que las afectan. Incorporar más mujeres a puestos jerárquicos en la academia permite generar nuevas formas de liderazgo, equipos de trabajo más diversos y efectivos a la hora de resolución de problemas, permite aumentar la creatividad de los equipos de trabajo para generar innovación y generar nuevos caminos de emprendimiento antes no considerados.

En el marco de la nueva economía del conocimiento del siglo XXI, todos estos factores son ventajas productivas. Además, más mujeres en puestos estratégicos en la academia tendrán un efecto positivo en la creación de modelos de conducta favorables para las mujeres jóvenes y las niñas y también los niños. El cambio de imagen de la mujer de ama de casa a científica, pensadora y líder también, influye en los medios de comunicación y produce una retroalimentación positiva con distintas áreas de la industria y las comunicaciones.

Actualmente, para alcanzar los puestos jerárquicos, las académicas deben sortear una serie de obstáculos que van desde aquellos socioculturales –que son transversales a las mujeres trabajadoras– hasta aquellos propios de quehacer académico. Dentro de los obstáculos socioculturales transversales se encuentran la crianza y educación estereotipada y prejuiciosa, primas más altas en el sistema de salud privado que implican menos salario líquido mensualmente, y otros tales como las  horas que una mujer no dedica a su trabajo o crecimiento profesional, como el tiempo de trabajo doméstico no remunerado (de 2,9 horas diarias comparadas con las 0,8 horas de un hombre según el INE), la maternidad, el tiempo de cuidado de los hijos o cuidado de los adultos mayores u otros miembros del núcleo familiar. ¿Qué pasaría con el PIB si las mujeres dejaran de obsequiar su tiempo para hacer estos trabajos no remunerados?

A estos problemas, se les suman también aquellos propios del quehacer académico. En la academia, el número e impacto de publicaciones de artículos académicos son una de las formas, dícese, más objetivas de evaluar la productividad e influencia de un académico. Sin embargo, hay menos mujeres editoras y revisoras de artículos académicos o de proyectos para la adjudicación de fondos, áreas claves en las que termina por operar el efecto perceptivo “hombres eligiendo hombres”.

Un estudio europeo que evaluó la percepción de los hombres, encontró que los científicos percibían menos competentes los curriculos asociados a nombres femeninos. Al mismo tiempo, en España, el reporte “Libro Blanco. Situación de las Mujeres en la Ciencia Española”, del 2011, de la Unidad de Mujeres y Ciencia del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, constató que los hombres tienen 2,5 veces más posibilidades de convertirse en profesor titular que sus pares mujeres de igual edad, experiencia y lista de publicaciones.

Por otra parte, las citaciones de un artículo son una medida de la influencia de un académico. Sin embargo diversos estudios muestran que los hombres tienden a autocitarse más que las mujeres por lo que la evaluación de la influencia estaría sesgada a priori. Entre otros obstáculos del quehacer académico, se destacan una red de contactos menor en mujeres que en hombres (en parte debido a la menor cantidad de horas de dedicación a la carrera y más al trabajo no remunerado), aptitudes de liderazgo menos desarrolladas en algunas mujeres (en parte debido a la educación estereotipada) o brechas salariales desmotivadoras. Es de tener en cuenta que la brecha salarial general en Chile asciende a un 31,7%.

La sumatoria de todos estos obstáculos y circunstancias hace que un importante número de mujeres no sean ascendidas por mérito a los puestos de decisión e influencia y que persista la brecha de género.

El aumento de mujeres en política a través de la ley de cuotas permitió acelerar la incorporación de estas a cargos de toma de decisiones. Chile no se puede dar el lujo de esperar 200 años para disminuir la brecha de género que le permita seguir creciendo. La incorporación de nuestro país a la economía del conocimiento no solo debe sostenerse en una mayor inversión económica en ciencia y tecnología, sino también a través de la incorporación de las mujeres en la toma de decisiones.

Un mecanismo de cuotas para el ámbito académico y otros instrumentos, que apunten a garantizar un trato y condiciones equitativas a las mujeres, no solo es un asunto de equidad y justicia sino además un factor clave en el proceso de desarrollo económico.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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