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¿Nos subimos a la mesa?: la ex Nueva Mayoría se tensiona por el oportunismo y el FA, por ignorancia Opinión

¿Nos subimos a la mesa?: la ex Nueva Mayoría se tensiona por el oportunismo y el FA, por ignorancia

Matías Flores y Daniel Andrade
Por : Matías Flores y Daniel Andrade Militante de Revolución Democrática y Presidente de la FECH 2017, respectivamente
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Es posible entender, bajo ciertas circunstancias, que un movimiento social no se sienta convocado por el Gobierno de turno para la discusión, pues su fuerza radica en la masa movilizada. Pero los parlamentarios tienen que sacar a relucir sus herramientas, ya que son vocería de quienes están en la calle. Así hicieron constantemente, y de eso podemos dar cuenta, Jackson y Boric en relación con la Reforma a la Educación Superior de Bachelet II y así queremos (y necesitamos) que siga siendo. El FA no puede regalar espacios: para una política transformadora, estos nunca sobran.


Tal es la pregunta a la cual los movimientos sociales nos hemos enfrentado innumerables veces y que hoy tensiona fuertemente a la oposición. La tensiones son completamente superables, pero hay que distinguir entre dos clases distintas: la ex Nueva Mayoría se tensiona por el oportunismo, y el Frente Amplio, por ignorancia.

Antes que todo, es importante destacar que la lógica de las mesas prelegislativas no es un invento de este Gobierno: nace de la política de la Concertación –recordamos claramente el Consejo Asesor Presidencial para reformar la LOCE en el 2006– y fue explotada por el Gobierno de la Nueva Mayoría –mesas prelegislativas para Reforma a la Educación Superior–. Esta es una muestra concreta de que Piñera II no es lo mismo que Piñera I.

Profundicemos las tensiones. Cabe observar que los integrantes de la ex Nueva Mayoría esgrimen argumentos que cuestionan la legitimidad del espacio prelegislativo –“reemplaza al Congreso”– y el criterio de la selección de sus miembros – “seleccionados a dedo”–. Si hiciéramos caso al primero, estamos frente a una vuelta de carnero sorprendente, pues la lógica de los acuerdos previo al Congreso, como señalábamos, fue impulsada por ellos mismos. Si consideramos el segundo, es más bien una “pataleta”, pues sea quien sea quien asista, debieran funcionar como partidos y como conglomerados.

[cita tipo=»destaque»]El oportunismo de estos sectores (que saben además que la negociación en espacios como este les es más favorable para tender estos puentes que el Parlamento, donde tanto la derecha como los conservadores están menos representados) empuja a que el «sector de izquierda» (PS y PC) de la Nueva Mayoría separe aguas, acusando no sumarse a la «cocina» y poniendo delante su cancha: el Congreso.[/cita]

No obstante, creemos que más que una simple “pataleta”, la tensión de fondo está en el oportunismo. El espacio prelegislativo de Piñera está orientado a llegar a acuerdos respecto a Infancia y es justamente eso lo que dificulta a la ex Nueva Mayoría, pues hay sectores en su interior que están buscando ansiosamente poder llegar a acuerdos con la derecha para cimentar futuros gobiernos en coalición, que hagan olvidar el espíritu reformista de Bachelet II y abracen con añoranza el espíritu pactista (la «vieja alma») de la Concertación.

El oportunismo de estos sectores (que saben además que la negociación en espacios como este les es más favorable para tender estos puentes que el Parlamento, donde tanto la derecha como los conservadores están menos representados) empuja a que el «sector de izquierda» (PS y PC) de la Nueva Mayoría separe aguas, acusando no sumarse a la «cocina» y poniendo delante su cancha: el Congreso.

Por otro lado, en el FA se hacen acusaciones a RD y a MA (por la participación de los diputados Natalia Castillo y Gabriel Boric, respectivamente) de ser “incautos” o ciegos por caer en la “trampa” del Gobierno. Acá definimos como ignorancia –más que mala intención– los dichos de algunos partidos, pues pareciera que aún no entienden el rol que les compete como parlamentarios que representan lo que los movimientos sociales han venido poniendo sobre la mesa en el país desde el 2011. Su rol no es esconderse bajo una nube en el Olimpo del Congreso en Valparaíso, sino, al contrario, someterse a todas las provocaciones posibles para ir a disputar los sentidos comunes que hasta hace muy poco se regalaban a la derecha y a la Concertación.

Es posible entender, bajo ciertas circunstancias, que un movimiento social no se sienta convocado por el Gobierno de turno para la discusión, pues su fuerza radica en la masa movilizada. Pero los parlamentarios tienen que sacar a relucir sus herramientas, ya que son vocería de quienes están en la calle. Así hicieron constantemente, y de eso podemos dar cuenta, Jackson y Boric en relación con la Reforma a la Educación Superior de Bachelet II y así queremos (y necesitamos) que siga siendo. El FA no puede regalar espacios: para una política transformadora, estos nunca sobran.

Entonces, ya sea por oportunismo o por ignorancia, Piñera II está probando que su reeditada “política de los acuerdos”, si pilla mal parada a la oposición, es una excelente forma de gobernar y reescribir el viejo refrán «divide y vencerás».

Se puede (y se ha hecho transversalmente) criticar las designaciones, la forma de trabajo e incluso condicionar los acuerdos finales, pero creemos que la decisión de una parte de la oposición de marginarse es una irresponsabilidad política. Por lo mismo, el llamado a los parlamentarios y a quienes efectivamente vayan a participar de estas mesas es a comprender el sentido de su participación –disputa– y el contenido a defender –derechos sociales frente al mercado–.

Defender con uñas y dientes la noción de derecho social es la única salvaguarda frente a las supuestas “trampas” del Gobierno. Tenemos más esperanza en que el FA entre en razón, más que en la ex Nueva Mayoría, pues estos últimos son los que atraviesan una diferencia política interna que, en este Gobierno, tarde o temprano, explotará.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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