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Momento del feminismo: que la ola se convierta en océano Opinión

Momento del feminismo: que la ola se convierta en océano

Daniela Carvacho
Por : Daniela Carvacho Estudiante de Historia Universidad Católica. Encargada Política base Universidad Católica UNE Chile
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Desde universidades y planteles educativos, la crítica circula y se articula con nuestras experiencias más dolorosas. El hartazgo frente a la desprotección, el insulto sexista, la humillación permanente y la insolente impunidad de la violencia machista, han alimentado este momento violeta que te recorre el cuerpo y la conciencia.

Somos parte de una catarsis colectiva que ha hecho visible lo invisible, instalando al feminismo en la televisión, las conversaciones cotidianas y la sobremesa familiar. En todas partes se habla de nuestras demandas por espacios seguros garantizados por organismos adecuados, protocolos efectivos y acompañamiento integral para las víctimas; formación en género y violencia para las comunidades educativas; reconocimiento de las diversas identidades y una educación no sexista.

Hemos logrado apoyos diversos e inesperados, de tu madre y mi abuela, tu amiga y mi tía, la vecina y la señora del kiosko. También hemos generado resistencias machistas y misóginas, como TJH, Gumucio y otros; aparecen las que dicen que no las representamos, pues no quieren que tú no te desnudes el torso para protestar contra la iglesia, ni que yo no escriba esta columna para decirles que no nos sirven los apoyos críticos de mujeres conservadoras y privilegiadas. Hay también una zona de apoyos sospechosos y oportunistas, el feminismo soft de la ministra Isabel Plá, que apoya nuestras demandas mientras denunciemos la violencia sin cuestionar sus causas; es Evelyn Matthei empatizando con nuestra movilización; son Piñera y Varela, elaborando propuestas de protocolo para desactivar el conflicto.

Eres tú quien debe cuestionar esos apoyos. No podemos creer las buenas intenciones de una ministra que rechaza el aborto, de una alcaldesa que defiende la dictadura militar, de un ministro que banaliza nuestras denuncias, y un gobierno que perpetúa la educación mercado, junto a la idea de que las mujeres pertenecemos a la casa y la familia, y que solo podemos acceder al trabajo o la política mientras no descuidemos lo anterior.

[cita tipo=»destaque»]Exijamos juntas una educación sexual integral que promueva una sexualidad responsable y el ejercicio soberano de nuestros derechos reproductivos. Pero también rompamos el tabú, hablemos de lo que otros callan: que para dejar de formar agresores sexuales necesitamos hablar de sexo, deseo y consentimiento. Ya conocemos las consecuencias de que el único discurso sobre sexo que circule sea el porno, y para combatir ese fetiche fálico y violento, tendremos que hablar del erotismo como dimensión humana inherente a nuestra experiencia más temprana, generando un discurso emancipador de nuestra sexualidad, que erotice el deseo y no la violencia.[/cita]

Ellos no son aliados y necesitamos dejarlo claro. Urge profundizar nuestras demandas y objetivos, para evitar la cooptación que está a la vuelta de la esquina. De aquello quisiera hablarte.

Educación no sexista

Exigir una educación no sexista implica tomar medidas correctivas de las consecuencias del sexismo en la educación. Sin embargo, repensar la educación desde una óptica feminista exige más. No se trata solo de modificar currículums e incluir autoras mujeres en las mallas, tampoco se resuelven milenios de dominación masculina mediante un ramo de género en la formación escolar o universitaria, aunque ayude. El desafío de pensar la educación desde una óptica feminista implica cuestionar el paradigma patriarcal en la educación, visibilizar los estereotipos de género e impugnar la falsa escisión razón/emoción, que invalida nuestras emociones señalándolas como caóticas y distorsionadoras.  Estamos cansadas de subordinar nuestras emociones al falso imperio de la razón universal, objetiva y masculina. La emoción es un atributo necesario para el desarrollo de un aprendizaje integral, pues no sentimos y pensamos por separado. Para construir una educación no sexista tendremos que disputar el paradigma androcéntrico y negar la legitimidad de la racionalidad patriarcal sobre la cual se erigen escuelas de misoginia, economías de miseria, relaciones violentas y leyes a la medida del macho.

Exijamos juntas una educación sexual integral que promueva una sexualidad responsable y el ejercicio soberano de nuestros derechos reproductivos. Pero también rompamos el tabú, hablemos de lo que otros callan: que para dejar de formar agresores sexuales necesitamos hablar de sexo, deseo y consentimiento. Ya conocemos las consecuencias de que el único discurso sobre sexo que circule sea el porno, y para combatir ese fetiche fálico y violento, tendremos que hablar del erotismo como dimensión humana inherente a nuestra experiencia más temprana, generando un discurso emancipador de nuestra sexualidad, que erotice el deseo y no la violencia.

Si eres educadora como yo, tendremos la tarea de cuestionar las prácticas autoritarias, acabar con la competencia y la evaluación punitiva como poder articulador de las relaciones del aula, lo cual supone otro enfoque en la formación docente, junto con la creación de instancias de coeducación para padres y madres, donde se reflexione sobre la difícil relación entre generaciones que suelen comunicarse desde la censura, la violencia y la asimetría. Para eso, tendremos que reconstruir la alianza entre madres, padres, estudiantes, profesores y comunidades educativas. Solo en unidad podremos impulsar una transformación que ofrezca la esperanza de reeducarnos como sociedad, incorporando la emoción al pensamiento, fomentando una relación armónica entre nuestra sexualidad, nuestra individualidad y el entorno social.

Se trata de que la corporalidad, la emoción y la razón se conecten, para que nuestros cuerpos sean vehículos del compromiso ético con la libertad individual y colectiva, como fundamento de la justicia social.

Espacios seguros para desarrollarnos en paz: no más impunidad de la violencia machista

Por otra parte, urge una ley integral de violencia que se haga cargo de las diversas expresiones de violencia de género que vivimos, visibilizando las causas de estas violencias: estereotipos de género funcionales y necesarios para el buen funcionamiento del engranaje de la injusticia.

Quienes tratan de reducirnos a una pequeña elite de mujercitas enojadas por pequeñas humillaciones, solo retrocederán si logramos que todas seamos parte de esta lucha, desde las actrices y guionistas que denunciaron a Herval Abreu; las trabajadoras discriminadas por sus embarazos en Radio Bío Bío; las que hemos vivido abortos clandestinos; las y los menores abusados, Sofía, Ámbar y la infancia encerrada en el SENAME; las mujeres que sufren vejaciones, las que al salir de casa temen no volver; las que viven violencia en el pololeo, o “violencia intrafamiliar”, y las que nos dejaron a causa de feminicidios que nos recuerdan que ser mujer es peligroso.

A través de la explicación pedagógica del vínculo entre estereotipos, violencia como medio de control y la feminización de la pobreza como expresión de la precarización las mujeres, podremos reconocernos como un colectivo que ha vivido opresiones inaceptables, y podremos lanzarnos a una movilización que no solo pare las universidades y colegios, sino que paralice trabajos, servicios públicos, hogares enteros. Imagínate una plaza llena de mujeres hablando de sus experiencias, imagina que deciden no ir a trabajar ni hacer tareas de la casa, imagínalas con nosotras convocando a una paralización. No es tan difícil, estamos cansadas, violentadas y enrabiadas, pero también por fin estamos reconociéndonos en la experiencia de la otra, estamos abriendo los ojos. Una ley integral contra la violencia tiene que ser un medio para señalar el fondo de toda esta injusticia, y tiene que ser una conquista que mejore nuestras vidas, para que sigamos abriendo conciencias y luchando contra injusticias.

No tengamos miedo a la política, porque al decirnos que lo personal también es político, el feminismo amplió nuestro horizonte. Hagamos política con otras lógicas, con unidad en nuestra diversidad. Juntas podemos abrir paso a un feminismo emancipador, intergeneracional, pedagógico y radical en su crítica anti patriarcal. Esta ola solo será un océano cuando todas seamos parte. Vivimos un momento pedagógico invaluable que debemos aprovechar, para que este país abrace al feminismo como alternativa de amor, respeto y justicia social.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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