Hace aproximadamente medio año, durante algunas semanas el Instituto Nacional, al igual que la educación pública de “excelencia” estuvieron en el centro de críticas y reflexiones. En ese entonces quien interpelaba al “primer foco de luz de la nación” era Marina Ascencio que a través de una carta a la presidenta Bachelet declaró su intención por incorporarse al Instituto Nacional, de la misma forma que lo hacen sus pares varones. En dicha oportunidad, los medios y la prensa presentaban la noticia como una oportunidad para posicionar la temática en torno a la igualdad de género.
En ese entonces a partir de la nota realizada por el Diario La Tercera el día Domingo 18 de septiembre, titulada “¿El fin de los colegios sólo para hombres o mujeres?” se re-instala una reflexión crítica respecto a la existencia de instituciones educativas segregadas por sexo. Subrayo que “se re-instala”, dado que ya hace un tiempo que se habían venido manifestando diferentes posturas contrarías a la selección por sexo en los liceos tradicionales, siendo algunos ejemplos: (1) La carta pública a Carolina Toha escrita por el académico Ilich Silva-Peña (2013); (2) El congreso de educación NO sexista realizado por la FECH y colectivos feministas a nivel nacional (2013); (3) Las manifestaciones de diferentes colectivos de estudiantes en pro de desmantelar la selección por sexo (2014). Bajo dicho contexto, emerge mi investigación, “Educación secundaria segregada por sexo: lo que se esconde detrás de la tradición” (2015), permitiéndome participar, en ese momento, de la discusión pública.
Posterior a la publicación, la comunidad institutana mostró su malestar, motivando una defensa férrea al establecimiento educativo, fundamentalmente por la educación de excelencia que imparte y su lugar en la historia de la patria. Sin embargo, lo que logró mayor rechazo fue la siguiente generalización: “Si uno conversa con hombres egresados de estos colegios, ve que tienen una conducta con carga denigrante hacia las mujeres y a la diversidad sexual. Ahí se anida una relación machista y patriarcal”. Sin duda, la cuña abre la posibilidad de su crítica, aún más cuando se interpela el carácter científico de la aseveración. Sin embargo, a pesar de estar apoyada en una reflexión académica, la frase constituye también una reflexión vital, en relación a mi experiencia de egreso de un liceo masculino, y política, a partir de las reflexiones que posicionaban las feministas en el espacio social.
[cita tipo=»destaque»]La defensa recalcitrante de los liceos tradicionales se encuentra en el carácter emblemático, elitista y tradicional de dichos liceos. Las prácticas sexistas y machistas en la cotidianidad escolar se encuentran naturalizadas, lo que se evidencia en la defensa enraizada de exinstitutanos o ex estudiantes de liceos emblemáticos, que niegan prácticas homofóbicas, de exclusión o discriminación en contextos escolares. La identidad que otorga el liceo emblemático imposibilita cualquier tipo de modificación o cambio en la institución, siendo su carácter de excelencia la principal barrera para cualquier transformación.[/cita]
Actualmente, el feminismo ha tomado terreno, no solo por sus tomas y paralizaciones, sino porque esa cuña tiene respaldo político y social. Ahora, gracias a las movilizaciones feministas, es posible visibilizar y evidenciar que los liceos exclusivamente de varones son la principal herramienta para la mantención de las desigualdades de género, y que en sus aulas y espacios comunes se anida y forman los hombres machistas y sexistas de la patria. La experiencia de las estudiantes de liceos femeninos ha logrado demostrar que el principal “costo” de la educación de excelencia, tradicional y emblemática es la formación de hombres que adscriben activamente al patriarcado, de manera explícita a través de sus polerones, fiestas del día del alumno, recreaciones y mofas sobre violaciones en grupo, abuso de sus compañeras en carretes o violencia sexual a funcionarias de la comunidad educativa.
La defensa recalcitrante de los liceos tradicionales se encuentra en el carácter emblemático, elitista y tradicional de dichos liceos. Las prácticas sexistas y machistas en la cotidianidad escolar se encuentran naturalizadas, lo que se evidencia en la defensa enraizada de exinstitutanos o ex estudiantes de liceos emblemáticos, que niegan prácticas homofóbicas, de exclusión o discriminación en contextos escolares. La identidad que otorga el liceo emblemático imposibilita cualquier tipo de modificación o cambio en la institución, siendo su carácter de excelencia la principal barrera para cualquier transformación.
El rector, en ese entonces señalaba: “Nuestra tradición, construida a lo largo de 203 años de historia fecunda, es motivo de orgullo y compromiso con nuestros ideales republicanos. Sin perjuicio de ello, también es parte de nuestra historia haber estado muchas veces a la vanguardia de los procesos de cambio en muchas áreas que convergen en los procesos educativos y culturales”. Considerando lo anterior, es importante no omitir que este tipo de establecimientos tradicionales han mantenido una posición reaccionaría y resistente respecto a modificaciones o transformaciones de sus proyectos educativos, siendo algunos ejemplos, los siguientes momentos: La masificación de la coeducación o educación mixta en el año 1965; el movimiento educacional de 1927 que levantaba una crítica a la educación secundaria elitista; las innovaciones realizadas por el movimiento pedagógico liderado por Amanda Labarca y la experiencia del Liceo Manuel de Salas, primer establecimiento mixto (1932); la resistencia al “Plan de renovación gradual de la enseñanza secundaria” (1945) la cual intentaba masificar la experiencia de los liceos experimentales; y finalmente, la obstinada defensa de los procesos de selección de los estudiantes que se formaran en los liceos emblemáticos. Es por lo anterior, y mucho más, que no es del todo cierto el carácter vanguardista de los liceos tradicionales, que más que innovar perpetuán los fundamentos de su tradición: una educación sexista y clasista.
Después de aproximadamente medio año, durante algunas semanas el Instituto Nacional, al igual que la educación pública de excelencia ha estado en el centro de críticas y reflexiones, pero esta vez no son los varones, académicos e intelectuales los que hablan, sino que son mujeres, lesbianas, trans y feministas las que interpelan a los liceos masculinos, a la política estudiantil, y la sociedad en su conjunto.