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¿Qué pasa si Bolivia gana en La Haya?

Pablo Lacoste
Por : Pablo Lacoste Investigador del Instituto de Estudios Avanzados (Idea) , Universidad de Santiago de Chile
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Existe en Chile un ambiente triunfalista. La mayoría de los analistas, políticos y abogados que se expresan a través de los medios masivos de comunicación, coinciden en destacar los argumentos oficialistas, en el sentido de la fortaleza del Derecho para abonar la segura victoria de la posición de Chile en La Haya.

Este ambiente de unanimidad recuerda el que se vivió en Argentina en vísperas del Laudo por el diferendo del Canal Beagle y las islas adyacentes. Los historiadores, políticos y especialistas coincidían por unanimidad en señalar que los derechos de Argentina en la zona del litigio eran inobjetables. Por lo tanto, si se respetaba la ley y el derecho, el laudo debía salir necesariamente, en favor de la posición argentina.

Estos debates están intoxicados de nacionalismo, y no brindan espacio a las contrapartes por hallarse fuera del país. En vísperas del laudo del Beagle, en Argentina no se incluían los enfoques chilenos. Y eso mismo ocurre ahora en Chile. Se crea así una sensación de invulnerabilidad artificial; nadie está preparado para la frustración.

Cuando se dio a conocer el Laudo del Beagle en favor de Chile, en Argentina se produjo una situación de estupor: nadie sabía qué hacer porque nadie había imaginado ese escenario. La reacción fue entonces, la peor: los medios presionaron al gobierno militar a rechazar el resultado del Laudo; luego se movilizaron las tropas a la frontera y la guerra estuvo a punto de estallar. La intervención de EEUU y del papa Juan Pablo II, milagrosamente, evitaron la catástrofe.

Después de esa experiencia, conviene ahora, no caer en el mismo error y considerar también la posibilidad de una eventual victoria de Bolivia en La Haya. A pesar de la aparente invulnerabilidad de la posición chilena, existen algunos puntos en favor de Bolivia.

La gobernanza mundial exhibe tendencias a incorporar otras miradas y sensibilidades, más allá de los textos escritos en leyes, Tratados y constituciones. El enclaustramiento de Bolivia, aunque legalizado por el Tratado de 1904, recurrentemente generó polémicas, dudas y cuestionamientos en su legitimidad.

[cita tipo=»destaque»]La eventual victoria de Bolivia en La Haya tendría por lo tanto, diferentes efectos tanto en Chile como en Bolivia. En Bolivia se afirmaría el liderazgo de Evo Morales, el cual tendría mejores chances de perpetuarse en el poder. En cambio en Chile, puede sobrevenir una división importante de corrientes de opinión según intereses y visiones.[/cita]

Basta recordar a Domingo Santa María quien,  a fines de 1879, antes de cumplirse un año de la Guerra del Pacífico, ya había advertido esta situación. Su visión de futuro le hizo comprender que, en caso de perpetuarse el enclaustramiento de Bolivia, el futuro de las relaciones de Chile y Bolivia estaría signado por las tensiones. Domingo Santa María se adelantó a los tiempos, y preanunció el conflicto que actualmente trata La Haya.

La visión de don Domingo Santa María lo llevó a impulsar un cambio en la estrategia militar, en plena guerra. Hasta diciembre de 1879 la Guerra del Pacífico estaba circunscripta a los desiertos de Antofagasta (Bolivia) y Tarapacá (Perú). El conflicto pudo terminar allí, sin salirse de aquel escenario. Pero en ese momento se produjo el giro decisivo. En diciembre de 1879 las fuerzas de Chile comenzaron la ocupación de los departamentos de Moquegua y Tacna. El objetivo de ese despliegue era conquistar esos territorios peruanos para cederlos a Bolivia y asegurarle así, su salida soberana al mar.

Una vez conquistados los departamentos de Moquegua y Tacna (incluyendo el puerto de Arica), la diplomacia de Chile los ofreció a Bolivia. Ese fue el contenido del Tratado Lillo-Baptista, firmado a fines de 1881;  Bolivia lo rechazó porque priorizó otros intereses; Chile insistió con esta propuesta con Tratado de canje de territorios de (mayo de 1895); Bolivia volvió a rechazarlo, para priorizar otros intereses. Por tercera vez, Chile ofreció parte de esos territorios en Charaña (1975). Y Bolivia lo volvió a rechazar, priorizando otros objetivos.

Esas propuestas fracasaron por la negativa del gobierno de Bolivia a aceptarlas; hubo cierta incapacidad de la clase dirigente de Bolivia por identificar su interés nacional y desarrollar una política exterior coherente.

Chile puede alegar que, desde el punto de vista jurídico, los deficientes gobiernos de Bolivia son responsables de su enclaustramiento. Pero hay que ver si los cambios en la gobernanza mundial, que se perciben en los últimos tiempos, no pueden inclinar a la Corte de La Haya a reducir un poco el peso de los tratados, leyes y constituciones elaboradas por las élites, y considerar también las aspiraciones de los pueblos. No se sabe qué puede pasar. Pero el anterior fallo de La Haya en este mismo caso, puede ser un precedente que abra la puerta a nuevas interpretaciones.

En tal caso ¿qué va a hacer Chile? Algunas voces van a recomendar ignorar a Bolivia y dilatar las negociaciones, hasta hacerlas llegar a vía muerta. Esa será la visión de las Fuerzas Armadas, muchos abogados y sectores conservadores. El argumento será que no existe en el mundo ningún poder coactivo dispuesto a hacer cumplir  las recomendaciones de la comunidad internacional. Paralelamente, surgirá otro grupo de opinión, más vinculado a los grandes empresarios, dedicado a mostrar que la economía de Chile está muy abierta y depende del mercado mundial; por lo tanto, el interés nacional de Chile sería anteponer los vínculos internacionales como prerrequisito básico para mantener su estrategia de desarrollo económico y social.

La eventual victoria de Bolivia en La Haya tendría por lo tanto, diferentes efectos tanto en Chile como en Bolivia. En Bolivia se afirmaría el liderazgo de Evo Morales, el cual tendría mejores chances de perpetuarse en el poder. En cambio en Chile, puede sobrevenir una división  importante de corrientes de opinión según intereses y visiones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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