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La filosofía de la CNED y las filosofías para la educación

José Díaz
Por : José Díaz Dr(c) en Filosofía Política y Moral. Universidad de Chile Investigador Centro de Escritura y Pensamiento. “Otrosiglo”
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La “obligatoriedad” de la filosofía, parece ser por tanto, un principio básico de una educación de calidad, precisamente aquello que debiese asegurar la CNED y contra lo cual no obstante, ahora atenta. Ha llegado el momento de preguntarnos como sociedad si un organismo “técnico” sin validación democrática, y quienes actualmente lo conforman poseen la idoneidad necesaria para ejercer la función a la que han sido llamados, porque con ocasión del cuestionamiento, sin argumentos de la presencia de la filosofía en el Plan Común Obligatorio para todos y todas las estudiantes de Chile, queda en evidencia la falta de comprensión de la naturaleza de su tarea.


La reemergencia de una propuesta de “eliminación de la filosofía de las Nuevas Bases Curriculares de Tercero y Cuarto Medio por parte de la CNED” no deja de ser sorpresiva, en variados sentidos, el primero de ellos, porque en el último tiempo se habría forjado un consenso entre los diversos actores –incluido en MINEDUC– de su necesaria presencia en todos los procesos educativos, distanciandose de las tradicionales segregaciones entre educación Humanística-Científica, Técnico Profesional y Artística, y ámbitos de interés propios y legítimos de los estudiantes –proyectos de investigación o electivos de especialidad–, en favor de un principio de equidad.

El asedio contra la enseñanza y el aprendizaje de la filosofía en la educación no es nuevo, ya se encuentra ausente de los planes y programas de la educación básica la llamada “filosofía con niños y niñas”, cuestión que nos convoca a pensar en cuales son las razones por las que ésta disciplina se encuentra presente desde los primeros años en las instituciones de educación privadas que año a año tienen los mejores desempeños en las pruebas estandarizadas SIMCE y PSU, cuestionando su ausencia en la educación pública.

Esta polémica ya la habíamos presenciado, hace casi un año, el MINEDUC propuso quitar la filosofía de los liceos, cuestión que trajo consigo el rechazo generalizado no sólo de los especialistas, sino de la opinión pública en general, que valora a la filosofía como herramienta para el desarrollo del pensamiento. Al final el proceso fue positivo, la organización de estudiantes, profesores de filosofía agrupados en la REPROFICH, Académicos de la nuestra y otras disciplinas sumados a la opinión pública en general consiguieron el compromiso de la Ministra y el Gobierno de mantener la filosofía en la escuelas e incluso extender su presencia a los Liceos Técnico Profesionales y Artísticos, cuestión que forma parte del espíritu de una Reforma que se está impulsando, en la medida en que comprende que la filosofía es una herramienta fundamental para el desarrollo democrático de las competencias cognitivas y actitudinales necesarias para el siglo XXI.

Fue luego de un proceso democrático de consultas a estudiantes, profesores y académicos y una compleja e enriquecedora relación con el MINEDUC que fueron construidos planes y programas que con la presencia de la filosofía devolvían a la Educación Media un espacio necesario para la discusión abierta, democrática y crítica de los parámetros que fijan y determinan nuestra vida en comunidad.

La Filosofía en la Escuela permite que esta última sea un lugar con la capacidad de articular las preguntas, evidenciar supuestos, proponiendo ideas y cuestionamientos que nacen y tiene lugar también en los otros ámbitos educativos, volviéndose un espacio específico que permite de formar el diálogo interdisciplinario, que plantea interrogantes a los estudiantes desde sus propios intereses, saberes, especificidades y experiencias de vida.

La “obligatoriedad” de la filosofía, parece ser por tanto, un principio básico de una educación de calidad, precisamente aquello que debiese asegurar la CNED y contra lo cual no obstante, ahora atenta. Ha llegado el momento de preguntarnos como sociedad si un organismo “técnico” sin validación democrática, y quienes actualmente lo conforman poseen la idoneidad necesaria para ejercer la función a la que han sido llamados, porque con ocasión del cuestionamiento, sin argumentos de la presencia de la filosofía en el Plan Común Obligatorio para todos y todas las estudiantes de Chile, queda en evidencia la falta de comprensión de la naturaleza de su tarea.

La Filosofía no es cosa del pasado, sino cuestionamiento vivo y permanente a las precomprensiones impensadas, y puesta en relación constante con los prejuicios propios y ajenos, no dice relación con el monopolio del pensamiento crítico, ni con la abnegación personal de unos seres extraños que aun caminan por las calles sobre los pasos de Sócrates, vestidos con túnicas, como algo ajeno a las necesidades de la educación de nuestro tiempo, sino que esta disciplina posee la capacidad para potenciar la metacognición de todo el proceso educativo, la capacidad de hacer consciente lo que se sabe y no se sabe, en la medida en que invita a pensar lo que no suele ser pensado, por eso los colegios más caros de éste país la entregan a sus estudiantes desde los primeros años. La vieja pregunta que nos enamoró a aquellos que practicamos esta tradición milenaria, por el fundamento de las cosas, de las ciencias, del arte, de la política, de la belleza, del amor y de lo que somos, es precisamente aquello que queda fuera si sale la filosofía de las aulas y la vida de los estudiantes.

El segundo elemento que sorprende ingratamente en el documento emanado de la CNED, dice relación con la escasa información que se entrega en el “Acuerdo”, que “fundamenta” la sustracción de la asignatura de Filosofía de la Formación General Común relegando a un espacio sin especificar. La ausencia de una fundamentación técnica y de ninguna clase sobre esta decisión, se expresa del siguiente modo “no existe acuerdo entre los consejeros acerca de la pertinencia”, dicho así, se configura un escenario que anula la capacidad de reflexionar y argumentar las diversas posiciones sobre la importancia de la Filosofía en el Plan Común, porque en rigor, no se entrega argumento alguno, denotando prepotencia y autoritarismo, ya que un organismo técnico a lo menos debiese asumir la tarea de exponer argumentos técnicos para expresar su parecer.

Si la filosofía es un modo de pensar y habitar el mundo, cabe preguntarse ¿Qué filosofía de la educación se expresa en esta falta de argumentación? Es decir ¿Cuál es la “filosofía” de la CNED? Sobre este asunto resulta decidor el punto 9 del documento , que se refiere a Educación Ciudadana, a esta se le exhorta a: “A) Incorporar en el primer Objetivo de Aprendizaje las libertades fundamentales, y la reflexión sobre su relevancia como base de la democracia, y explicar la tipología de derechos de primera, segunda y tercera generación.” Y “B) Incluir explícitamente los conceptos de representación, republicanismo y liberalismo en los Objetivos de Aprendizaje”. Desde estos dos “Acuerdos” es posible comprender la “filosofía” que está detrás de esta resolución, la eliminación de un espacio privilegiado de reflexión crítica de todos los supuestos, que no asegure de entrada ningún espacio ideológico y político previo a la reflexión y el diálogo. Habría que preguntarse qué tan efectivo es que sea la libertad la base de la democracia, ¿por qué no el diálogo, el discenso, el encuentro con el otro, y la libertad al mismo nivel? Es decir todo aquello que la filosofía cultiva y promueve. ¿Es acaso la filosofía un atentado a la libertad o no es más bien su eliminación un atentado contra la primera y más fundamental libertad, a saber, la libertad de pensamiento?

Quienes firman el documento parecen desconocer que, siendo la filosofía contraria al control ideológico de la educación, la presencia de ésta disciplina en los colegios asegura la tolerancia, la democracia y la libertad de pensamiento.

Entre los académicos se suele decir que hay tantas filosofías como filósofos, que cada filosofía es la expresión individual del tiempo, de la historia, de la biografía y de la esperanza de su autor. La defensa de la Filosofía en la Educación no se encuentra ausente de esta situación. Esta puede ser considerada en su raigambre latinoamericana como la expresión y el camino para lograr la liberación fundamental del ser humano frente a una cadena de colonialismos: colonialidad lingüística, económica, de genero, intelectual, educativa, racial o política. Otra versión, es la del monopolio de la cultura y el pensamiento crítico, tal si la eliminación de la filosofía conllevará el ocultismo y la ignorancia a la educación. Si bien ambas versiones circulan, y critican la ausencia de la filosofía del Plan Común de Educación pública, no nos advierte del profundo error que significa esta omisión en el contexto del desarrollo productivo global.

En la actualidad, en el mundo del siglo XXI –OCDE incluida– se proclama la profunda importancia que tiene para el desarrollo económico contar con capacidades y competencias técnicas, de gestión, éticas, comunitarias y creativas en un contexto donde el principal valor económico es la innovación y la creación en la sociedad, esta última considerada como un lugar horizontal, democrático y sustentable. La educación chilena no ha dejado de adscribir a esta propuesta, de la cual la educación pública no puede quedar ausente si no quiere introducir una mayor desigualdad e injusticia a la sociedad chilena, de la que ya sufrimos bastante.

La Filosofía para la Educación, tal como fue señalado anteriormente, es un espacio de reflexión y cuestionamiento de los supuestos y dogmas ya adquiridos, en ese sentido genera un tiempo específico para la creación e innovación, los estudiantes se ven inmersos en la necesidad de generar nuevas respuestas a las grandes preguntas que han guiado el desarrollo de las ciencias y las humanidades. Si con algo podemos contar en la filosofía es de su inseguridad, de asumir el riesgo y la incertidumbre como una de sus constantes, no podemos dar por sentadas firmes o seguras, la democracia y la libertad, así como tampoco la capacidad de reflexión científica y matemática, si estas no son puestas a prueba un su interrogación y reflexión. Tal reflexión es una necesidad productiva inmediata que debe asumir la educación.

Es evidente que un estudiante de tercero medio que haya tenido dos clases de filosofía podría verse defraudado u ofendido al leer lo expuesto en el Acuerdo de la CNED, cuando éste señala:

“Si bien existe consenso en que las asignaturas Filosofía y Ciencias Naturales son necesarias y aportan significativamente al desarrollo del pensamiento crítico, lógico y científico de los estudiantes, no existe acuerdo entre los consejeros acerca de la pertinencia de que formen parte de la Formación General Común para todos los estudiantes de III y IV Medio».

Porque la segunda cosa que habría aprendido en sus clases es que si algo es necesario, por definición, no puede estar ausente, ni tampoco ser impertinente. Que los miembros del Consejo hayan suscrito y firmado un documento con una afirmación tal, al menos debería hacernos cuestionar la capacidad que éstos sujetos poseen para evaluar políticas educacionales, no sea que terminemos con un puente Cau Cau en nuestras salas de clases por seguir los Consejos de los Consejeros. Dejar el miedo y la ignorancia atrás es un paso urgente que debe tomar la educación pública.

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