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Cuando tu ideología no te permite amar


Para la mayoría de las personas el amor que siente por sus hijos es algo incondicional, más allá de lo que ellos hagan, sienten o piensen. Si cayeron en las drogas se les apoya y ayuda, no se les condena. Si gustan o practican de algo que uno no comparte, se les trata de entender. Si están distantes, se les sigue amando y manteniendo las puertas abiertas para cuando quieran volver. Esto es así para la mayoría de las familias chilenas, pero hay otras que aman a sus hijos solo en la medida que no atenten contra sus creencias ideológicas.

Suena fuerte, desgarrador incluso, pero es así. Son innumerables los casos de jóvenes que se han visto obligados a abandonar sus hogares debido a que su orientación sexual o identidad de género chocaba con las creencias ideológicas de sus padres. Rompiendo una familia, destruyendo el amor y ciertamente que generando una cicatriz en el alma de cada uno de los involucrados, porque aquí sufren todos los miembros de la familia; padres, hijos, hermanos, abuelos, discriminador y discriminado, todos.

Hace varios años el profesor de historia Manuel Vicuña me respondió en una clase, ante la pregunta de por qué había grupos de ultra izquierda que en la época de la UP llamaban a la lucha armada cuando no habían armas ni entrenamiento ni nada como para poder tomar ese camino contra un ejército profesional, dijo, “sufrían de intoxicación ideológica”. La ideología es como un lente, un prisma de valores y concepciones morales, éticas, políticas y religiosas que te entrega una visión de mundo, y como todo en la vida puede ser llevada al extremo de no tolerar nada que salga de esa óptica, o de fanatizarte tanto que te desconectas de la realidad.

[cita tipo=»destaque»]La ideología ultra conservadora ha construido murallas de prejuicios, de discriminación y de odio hacia las personas gay y trans, y el intoxicarse de esa ideología ha terminado por destruir incontables familias que se han quebrado y desmembrado a veces para siempre, por el solo hecho de que un miembro tenía una orientación sexual o identidad de género distinta a la aceptada en sus conservadurismo.[/cita]

Si una persona se pone a discriminar a seres humanos ajenos a su grupo familiar, o rechaza a individuos que no son parte de su núcleo íntimo, está siguiendo parámetros ideológicos, valóricos y humanos que son lamentables y vergonzosos. Pero si esta ideología te hace rechazar incluso a tus propios hijos, ahí estamos hablando de una persona que sufre de intoxicación ideológica.

Cuando un padre o madre quiere que su hijo no sea gay o no sea trans, lo que está planteando de forma explícita es que querría que fuera otra persona, le habría gustado que su propio hijo fuera en realidad otro ser humano. Estableciendo de inmediato condiciones al amor; te amaré y aceptaré, a menos que seas gay, a menos que seas trans. ¿Es eso amor? ¿Puede haber amor cuando no hay genuina aceptación?

La ideología ultra conservadora ha construido murallas de prejuicios, de discriminación y de odio hacia las personas gay y trans, y el intoxicarse de esa ideología ha terminado por destruir incontables familias que se han quebrado y desmembrado a veces para siempre, por el solo hecho de que un miembro tenía una orientación sexual o identidad de género distinta a la aceptada en sus conservadurismo.

Dependerá de todos nosotros que el amor pueda derrotar a los prejuicios ideológicos y que de esa forma, no haya más familias quebradas porque algún miembro no cumplió con las expectativas heteronormativas. Es una tarea más difícil de lo que debería ser, pero no podemos dejar de dar la pelea. Sobre todo si tomamos en cuenta que la base y la esencia misma de esta  ideología ultra conservadora es precisamente la familia, y para protegerla, solo necesitan desintoxicarse un poco.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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