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Los triunfos y derrotas de las izquierdas chilenas

Ibán de Rementería
Por : Ibán de Rementería Miembro de la Corporación Ciudadanía y Justicia y Vicepresidente de la Red Chilena de Reducción del Daño.
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Las pasadas elecciones, con el triunfo parlamentario de las izquierdas en la primera vuelta y su derrota presidencial en la segunda vuelta han generado entre sus dirigentes,  militantes, intelectuales y opinólogos muchos desconciertos y críticas a terceros, así como pocas autocríticas.

Para enfrentar esta adversa situación electoral y la crisis política que causa hay que tener  una impronta de poeta y algo de político, dicho sea de paso un poeta que no sea político es un irresponsable, asimismo un político que no sea poeta carece de capacidad de anunciación y habilidad de convocatoria en el tema de la gestión de la distribución del poder. El asunto electoral no es de mercadeo político –marketing electoral- es el asunto de la anunciación y convocatoria, solo tendrá convocatoria quien haga anunciación. La anunciación es la buena nueva – en nuestra tradición cristiana Jesucristo viene al mundo a redimir a los pobres o a los hombres, según la versión radical o la versión de compromiso. Ahora, la buena nueva es la disposición y el compromiso a luchar por una nueva gestión en la redistribución del poder  para así lograr una mejor redistribución de la riqueza nacional.

El mayor triunfo ideológico de las izquierdas es haberle impuesto los temas programáticos a la derecha antes y después de la primera vuelta, la pauta establecida fue el acceso universal, gratuito y de calidad a la satisfacción de los tres derechos sociales fundamentales: educación, salud y seguridad social, que había impuesto el movimiento social liderado por los estudiantes, las víctimas y los usuarios engañados  de tales servicios – hay un triunfo avant la lettre, piadosamente tapado, al decir la candidata Bachelet de que su hija si podía pagar la matrícula de la universidad y luego desentenderse de aquello.

Guste o no la calle definió los temas programáticos de la política nacional, ese es el fracaso de los partidos políticos tradicionales, tanto de la derecha como de la centro izquierda, les faltó intuición poética , ese fue el primer síntoma de la derrota presidencial en la segunda vuelta. Fue patética la impotencia del Frente Amplio, que al menos había leído a Gramsci, el cual insistía que el mensaje de Guillier debería dirigirse a sus votantes y no a sus dirigentes y cuadros ya que no eran un partido clientelista que podía mandar a votar por tal o cual.

Más allá de las confusiones del rector Peña del ex ministro Marshall sobre cómo se implementan los derechos sociales,  la derecha reclamó el derecho a interpretar la realización de esos temas programáticos ligados a los derechos sociales, y  a rectificarlos de acuerdo a la racionalidad del gran capital financiero que está elevada a la categoría racionalidad universal por el neo liberalismo, por su parte la centro izquierda se comprometió a mantener la satisfacción de esos derechos sociales y perfeccionarlos, mientras que la nueva izquierda se ha propuesto profundizarlos en sus prestaciones y mejorarlos en su gestión.

[cita tipo=»destaque»]Lo que pasó a la centroizquierda entre la primera y segunda vuelta es que la anunciación de una nueva redistribución del poder tuvo un mayor poder de convocatoria negativa, mal llamada “campaña del terror”, entre los sectores de derecha que normalmente son abstencionistas, sea porque son muy conservadores y anti neoliberales –“derecha social”, “cristianos viejos”-, sea porque son ultra reaccionarios y pinochetistas o neoliberales acérrimo [/cita]

La diferencia entre las derechas y las izquierdas en cuanto a las políticas públicas de gran impacto económicos y sociales, de la gestión de la distribución del poder que rige la distribución de la riqueza nacional,  está en que para las izquierdas la redistribución del ingreso se logra, en primer lugar, mejorando la capacidad negociadora de los salarios y otros derechos asociados entre trabajadores y empleadores sean estos privados y públicos, la reforma laboral principalmente la titularidad sindical, el derecho de huelga garantizado y la negociación colectiva por rama; en segundo lugar proveyendo mediante servicios públicos que aseguran el acceso a los derechos sociales fundamentales a la educación, salud y seguridad social; en cambio la derecha lo que quiere hacer es que el presupuesto público pague por la atención en educación, salud y seguridad social a los pobres a los “costos reales” del sector privado que incluye los costos operativo, los costos financieros, los costos tecnológicos, los costos de riesgos y los costos de negociación- de eso mucho tiene que contar Odebrecht-  y, claro está, las utilidades. En salud esta relación entre los costos públicos y privados es de cuatro a uno, seguramente algo similar se “cocina” en la educación superior.

El segundo triunfo de las izquierdas, fue su triunfo en las elecciones parlamentarias, en conjunto  la Nueva Mayoría, el Partido Progresista, el Frente Amplio y otros partidos de izquierda obtienen 2.723.159 votos, el 44, 6%,  con  64 diputados; entretanto, las derechas representadas por Chile Vamos y Sumemos  y sus aliados obtiene 2.528.512, votos el 40,2%, con 72 diputados, y; la Democracia Cristiana (DC) y sus aliados 640.612 votos, el 10,6%, con 14 diputados; además,  la Coalición Regionalista Verde con 115.323, el 1,9%, tiene cuatro diputados electos. Todo lo cual vuelve muy instable generar una mayoría en favor de la oposición o el Gobierno, si aquí no hay claras definiciones políticas la “cocina” decidirá.  Sobre todo la mayoría parlamentaria  entre el eventual pacto de los dos tercios menores de la izquierda, el FA, la centro izquierda, PS,PPD y PR, frente al tercio mayoritario de la derecha  la decidirá el cuarto tercio conformado por la DC y la Coalición Regionalista Verde, amanecerá y veremos.

Luego vino la contundente derrota en la segunda vuelta presidencial donde Guillier elevó su votación hasta llegar 3.160.225 votos, el 44,5%, pero Piñera lo hizo hasta llegar a 3.795 896 votos, el 55,6%. Entre los análisis explicativos realizados desde las izquierdas hay dos comentarios en El Mostrador que me llaman la atención, la de Ruiz Moscatelli titulada: “Las Izquierdas al borde del Síndrome Español”, quien afirma que “Parte de las causas del triunfo electoral de Sebastián Piñera y la derecha en Chile se debe  a la confusión de la centroizquierda y la izquierda”, la otra parte del triunfo se debería al uso estratégico del miedo.

Pero el síndrome español lo explica Ruiz así: “Las polémicas de las izquierdas españolas contemporáneas son inteligibles  como podrían llegar a ser las de las izquierdas chilenas. La tragedia de la guerra civil española desangró a las izquierdas en el mundo y todavía marca el desarrollo social y político de España”. Aquí hay un error de atribución, no se debe entender que la derrota en la Guerra Civil sea el origen de las diferencias entre el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Podemos,  fue la transición del régimen franquista a la democracia, los Pactos de la Moncloa, con toda su impunidad ante los horrores y los latrocinios de aquel régimen,   lo que fue generando una nueva izquierda que se va diferenciando del  PSOE y el PC lo cual culmina en Podemos, de igual manera que no es la Unidad Popular , el Golpe y la Dictadura Militar, lo que diferencia en Chile a la NM y al FA, a la vieja y la nueva izquierda, sino que la larga transición de inclumplimientos políticos y corrupciones que van desde 1990 al Gobierno de la Bachelet . Lo que se debe destacar aquí es que ambos fenómenos fueron guiados por la política de los acuerdos. 

La otra crítica es de Rementería Venegas  (es mi sobrino) titulada: “La Izquierda sin el pueblo: las razones de una derrota”, donde afirma que la campaña de Guillier estuvo conducida por una “nomenklatura”, que privilegió un discurso o relato dirigido a un “Chile (que) se había convertido en un país hecho a la imagen y semejanza de un estudiante de posgrado de clase media alta” con propuestas “como la Ley de Identidad de Género, la legalización del cannabis y la ayuda a los start-ups” (emprendimientos tecnológicos promisorios donde se presta plata con participación en las utilidades), en fin “había que conquistar a este supuesto votante de Beatriz Sánchez”, en cambio “Los obreros, campesinos, mineros, vendedores ambulantes, entre otros; que habían sido la base sustentadora del progresismo nacional durante más de 100 años debían ser convenientemente escondidos para buscar el voto de estos nuevos chilenos”. Aquí se plantea un problema de marketing político, de la adecuación del mensaje a los intereses de los destinatarios, a mi entender el asunto es bastante más complejo.

Lo que pasó a la centroizquierda entre la primera y segunda vuelta es que la anunciación de una nueva redistribución del poder tuvo un mayor poder de convocatoria negativa, mal llamada “campaña del terror”, entre los sectores de derecha que normalmente son abstencionistas, sea porque son muy conservadores y anti neoliberales –“derecha social”, “cristianos viejos”-, sea porque son ultra reaccionarios y pinochetistas o neoliberales acérrimos.

En cambio, esa anunciación tuvo poca credibilidad y por tanto limitada convocatoria entre los sectores populares incluidas allí las “clases medias ascendentes”, pero en lo concreto poca también fue la convocatoria entre los viejos izquierdistas desilusionados y los nuevos izquierdistas incrédulos.

Lo cierto es que durante 28 años de la Concertación y la Nueva Mayoría, de ellos 24 en el Gobierno, se ha venido haciendo una convocatoria electoral con una pseudo de convocatoria política, “en la medida de lo posible”, que termina siendo un engaño, tal vez con excepción de los últimos cuatro años del  segundo Gobierno de Bachelet, donde sí se ha intentado instalar y cumplir con algunos compromisos  humanitarios como el aborto por tres causales, o democratizadores  como el fin del sistema electoral binominal, también, con la satisfacción de los derechos sociales a la educación, salud y seguridad social, no obstante en los tres temas tanto en el Gobierno y en el Parlamento como en el debate público se entraron en contradicciones y confusiones que generaron desconfianza y rechazos en la mayoría de la población, lo cual no es de analizar aquí ahora.

El “legado de la Presidenta” es más un gesto de buena voluntad de su entorno que una real voluntad política de los partidos de la Nueva Mayoría. En todo caso esto puede ser  muy importante para defender lo conquistado social y políticamente durante el saliente gobierno ante el nuevo gobierno de las derechas.

Los debates de evaluación y crítica de las izquierdas se mueven entre: si la campaña de Guillier se puso más a la izquierda  de lo necesario, esto parece opinar el entorno personal del candidato, y asustó a las clases medias ascendentes – las clases altas toman té, las clases medias toman “onces” y los sectores populares tomaban “choca”, pues esta última expresión ya no se usa- o, por el contrario, la campaña se puso muy al centro y no convocó ni a la vieja izquierda desengañada ni a la nueva izquierda desconfiada.

El triunfo de la primera vuelta explica la derrota de segunda vuelta, la promesa de la Nueva Mayoría no fue creíble ni para la vieja  ni la nueva izquierda  pero fue una gran amenaza para todas las derechas. ¿Cuantos de quienes votaron por  MEO, Navarro y Artes no fueron a votar en la segunda vuelta por Guillier? Tenemos variadas hipótesis de cómo se repartieron los votos  de Goic y la DC, que no es lo mismo, pero eso no es de aclarar ahora.

Una derrota puede ser una oportunidad, la derrota de las izquierdas es una oportunidad para estas de asumir la necesidad de una construcción programática que no tan solo se proponga asegurar  el pleno acceso a los derechos sociales de las y los chilenos, que además, para tener credibilidad se proponga la recuperación de las rentas y utilidades que producen los recursos naturales de la nación, así como las generadas por las obras públicas y los servicios públicos, para financiar a aquellas, sin subir los impuestos, endeudarse o desfinanciarse, solo así la anunciación de la buena nueva tendrá convocatoria entre la vieja y nueva izquierda y entre el pueblo chileno en general.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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