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La encrucijada de Venezuela: el último intento de negociación para una salida pacífica

Hugo Mena K
Por : Hugo Mena K PhD Economía
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He seguido atentamente la situación política y económica de Venezuela, particularmente durante los últimos ocho meses. La solución a la actual crisis económica -o mejor dicho, al colapso de su economía: hiperinflación (1000 % est.2017), desabastecimiento (90% en medicinas e insumos médicos, est. 2017 ) y racionamiento generalizado, destrucción del aparato productivo, incremento sistemático de la pobreza (aprox. 90%, con 60% pobreza extrema, est. 2017) y de la desnutrición (70% desnutrición infantil, est. 2017), recesión (- 13% est. 2017), default de la deuda externa, carencia de reservas internacionales – pasa, primero, por solucionar la crisis política.

El gobierno y la oposición de Venezuela cerraron el sábado 2 de diciembre sin acuerdos dos días de negociaciones en República Dominicana, aunque fijaron una nueva reunión que se realizó el viernes 15 de diciembre.

Concuerdo con el secretario general de la OEA, Luis Almagro, que es muy improbable que Nicolás Maduro y su régimen estén realmente dispuestos a negociar con la oposición venezolana una salida democrática a la crisis política, económica y humanitaria que afecfa al país.

Para que una negociación de esta naturaleza pueda tener éxito, ambas partes deben tener un mínimo de acuerdo respecto de cuál es el diagnóstico de la realidad de la cual se parte, y qué se desea modificar en forma negociada.

A mi juicio, ese mínimo de acuerdo no existe. El gobierno de Maduro y la oposición venezolana ven países distintos. Más aún cuando en este caso en particular cualquier negociación política presenta dos escollos cruciales: (a) implicaría un reconocimiento- explícito o implícito– por parte del gobierno de que su régimen político es uno de dictadura institucionalizada, y (b) requiere que Nicolás Maduro esté dispuesto a cambiar dicho régimen por un sistema democrático (*ver nota al pie del texto).

[cita tipo=»destaque»] Se ve gris oscuro el panorama. Si no se llega a acuerdo en la mesa de negociaciones instalada en República Dominicana (muy probable) y si no hay quiebre dentro de las Fuerzas Armadas de Venezuela (probable), la entendible escalada de violencia avizora una guerra civil ad portas. [/cita]

Ambas cuestiones son altamente implausibles y representan escollos fenomenales para una salida política negociada en Venezuela. Por estas razones, lo más probable es que este intento de negociación fracase estrepitosamente.

Por cierto, no hay peor diligencia que la que no se hace. Y a estas alturas, la única salida pacífica a la actual crisis venezolana pasa por una negociación política. No hay otra. En consecuencia, no estoy de acuerdo con Luis Almagro en que la oposición no haga el intento, por lo menos, de llegar a un acuerdo con el Gobierno, a modo de último recurso antes de que se genere un estallido social violento cuyas consecuencias son imprevisibles, pero de seguro serán muy lamentables, para todos.

A mi entender, los siguientes puntos debieran ser intransables para la oposición venezolana – y si los dirigentes políticos de oposición que están participando en la mesa de negociación en República Dominicana no lo ven así, me temo que cualquier acuerdo a que dichos dirigentes lleguen con el gobierno de Nicolás Maduro no será avalado por toda la dirigencia opositora ni será aceptado por el pueblo venezolano, lo cual hará fracasar dicho acuerdo-. Los puntos en comento serían los siguientes:

1.- Restauración del Poder Legislativo electo democráticamente: la nueva Asamblea Constituyente de Venezuela –deslegitimada nacional e internacionalmente- ya está instalada y tiene las funciones del poder legislativo de Venezuela. Institucionalmente, es una especie de mezcla entre la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba y el Politburó de la ex URSS. En dicho contexto institucional, la actual Asamblea Nacional de Venezuela, electa democráticamente y de mayoría opositora al régimen de Maduro, de facto está eliminada; carece de sentido. En la práctica, es una mera instancia figurativa sin trascendencia legislativa

El primer punto de la negociación debe ser, entonces, la restauración de la Asamblea Nacional y la eliminación de la actual Asamblea Constituyente.

2.- Restauración del Poder Judicial: se requiere llegar a un acuerdo para volver a tener un Poder Judicial independiente, un TSJ que dé garantías de imparcialidad tanto al Gobierno como a la oposición. Y eliminar las actuales atribuciones de la Justicia Militar en lo concerniente a juzgar civiles.

3.- Modificación del actual Concejo Nacional Electoral (CNE): se requiere llegar a un acuerdo para conformar un CNE que dé garantías de imparcialidad tanto al Gobierno como a la oposición. De lo contrario, cualquier proceso eleccionario estará viciado de origen.

4.- Liberar a todos los presos políticos: se requiere llegar a un acuerdo de cuáles son los presos políticos.

5.- Abrir un canal internacional humanitario, incluyendo a la Cruz Roja Internacional y todas las instituciones internacionales y países que deseen donar – para hacer frente a la aguda crisis alimentaria y de salud pública en Venezuela. ¡Esto tiene un carácter urgente!

6.-Concordar un mínimo de libertad de prensa, tanto de prensa escrita, como radial y televisiva. De lo contrario, cualquier proceso eleccionario estará viciado de origen.

Sin estos seis puntos, todos ellos, el siguiente no tiene sentido, por crucial que éste sea:

7.- Negociar fecha para las elecciones presidenciales. Y permitir que estas elecciones cuenten con observadores internacionales.

Soy muy escéptico de que estas cuestiones, que debieran ser intransables para la oposición venezolana, sean aceptadas por el Gobierno de Nicolás Maduro. Se ve gris oscuro el panorama. Si no se llega a acuerdo en la mesa de negociaciones instalada en República Dominicana (muy probable) y si no hay quiebre dentro de las Fuerzas Armadas de Venezuela (probable), la entendible escalada de violencia avizora una guerra civil ad portas.

* El caso chileno de la dictadura militar del General Pinochet- que algunos venezolanos han citado – fue diferente, pues esto último no ocurría. En efecto, el Gobierno de Pinochet y las fuerzas armadas chilenas sí estaban conscientes de que dicho gobierno no era una democracia, sino una dictadura militar; cosa distinta es que el Gobierno de Pinochet considerara a dicha dictadura como “necesaria”.Y sí estuvo dispuesto a consultar a la población, a través de un plebiscito (en el año 1988) si ésta deseaba o no continuar con dicha dictadura militar. Pinochet perdió el plebiscito y tuvo que acceder a sustituir el régimen militar por un gobierno diferente, electo democráticamente. Y todo ello se dio a pesar de no existir en ese entonces un contexto de crisis económica (como sí ocurre actualmente en Venezuela).

Ciertamente, fue un fenómeno político bastante inédito. Chile tenía una historia político – institucional algo diferente a la de Venezuela de hoy, con una raigambre cultural democrática – de respeto a las libertades individuales y al estado de derecho- muy entronizada en su población, y con un alto nivel de desarrollo de su sistema de partidos políticos.

También merece especial mención que la oposición política chilena de entonces contaba con grandes líderes políticos, de mucha experiencia, prestigio, y de gran peso intelectual, así como un conjunto de excelentes equipos técnicos – tanto en el ámbito jurídico como económico – que se habían preparado durante años para formar un Gobierno de transición hacia la democracia. Todo ello ciertamente contribuyó a la unidad y eficacia de la oposición política chilena de entonces para generar las condiciones necesarias que permitiesen sustituir la dictadura militar por un régimen democrático.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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