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Ishiguro: las elecciones y las familias chilenas

Por: Horacio Salgado F


Señor Director: 

La semana pasada, se dio a conocer el discurso de Kazuo Ishiguro en su aceptación del Premio Nobel de Literatura de este año. En su elegante y comedido estilo, el autor de Los restos del día se dedica a abordar algunos silenciosos e íntimos puntos de inflexión a lo largo de su carrera de escritor. Si uno examina dichos episodios es posible advertir una especie de denominador común: cada uno de ellos lo experimenta como una perspectiva o dilema inesperados que le conducen a una renovada comprensión de su propia escritura o del mundo.

En su discurso, Ishiguro subraya lo sorprendente que le resulta ahora, al mirar hacia atrás, la actitud abierta y generosidad con la que fue aceptada su familia en la comunidad inglesa donde se insertó en 1960, apenas 15 años después de una Guerra Mundial en que ingleses y japoneses habían sido tenaces enemigos.

Cuando nos acercamos a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en nuestro país, ¿qué enseñanzas podríamos rescatar y transmitir a nuestras hijas e hijos a partir de estos puntos de inflexión que relata Ishiguro?

A mi modo de ver, una lección trascendental es la necesidad de educar a las nuevas generaciones en la capacidad de escuchar, de comprender la perspectiva de otros, especialmente de quienes piensan distinto, con respeto, sin caer en estereotipos o prejuicios automáticos. Desde luego, esto entraña una dificultad sustancial: que nosotros mismos –los adultos– realicemos ingentes esfuerzos por conseguir que “saber escuchar” sea más que un eslogan de buenas intenciones. Es cómodo escuchar y comprender a quienes piensan como uno; el desafío es lograrlo con quienes piensan diferente, lo que requiere una madurez y entereza especial.

Escenarios electorales como los actuales proporcionan a las familias la oportunidad de recuperar la política como proceso deliberativo en torno al bien común: son periodos para educar en la conversación racional, en la aceptación genuina de las diferencias, en la búsqueda activa de acuerdos, en la comprensión del papel que cada persona puede jugar en la sociedad, en la función y alcance del Estado, en la relevancia de las políticas públicas.

Para Ishiguro lo central de las ficciones es “que apelan a lo que compartimos como seres humanos por encima de fronteras o separaciones”. Es urgente comprender que lo esencial de las ficciones es asimismo esencial para la realidad y que las perspectivas novedosas o los dilemas inesperados que nos presenta quien piensa distinto pueden ser puntos de inflexión que nos permiten madurar y comprender de mejor forma nuestro mundo.

Horacio Salgado F.
Director de Psicología
Universidad San Sebastián

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