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Vuelta al origen y sinsentido del progresismo: a propósito de Kast y del Frente Amplio


A propósito de Kast y del Frente Amplio, aparece una analogía formal: ambos actores remiten orgánicamente a mundos claros, a imaginarios coherentes y no difícilmente ubicables en la tradición de las utopías.

Encontramos en Kast la defensa conservadora de la religión y la familia normativa: es la historia del país, de la cual todos venimos. En su dimensión económica, Kast no parece ajeno tampoco de las constantes históricas de nuestra burguesía, que nació globalizada, fue entreguista desde antiguo y, aunque despreciativa del Estado, tuvo que aprender a tolerarlo, de 1925 en adelante, como un constructo necesario para ordenar y contener la chusma.

En el Frente Amplio, por su parte, honran un panteón de mitos densos, más o menos anclados en la tradición de izquierda: la Crítica como actitud y valor intelectual, la Creatividad, montada a cierta romántica noción de Juventud, son algunos de ellos. Para más inri, sobre tal mezcla, flota un constante tributo a la Pureza, a la intachabilidad ejemplar en la conducta, y un despliegue, que se pretende sistemático, de la idea de Democracia participativa. Actor múltiple y complejo, el FA alberga un afán de poder que quiere instrumentalizar el Estado en un sentido inverso al de Kast. Aspiran, además, a llenar el vacío que va dejando la izquierda tradicional (el PS y el PC), en cuanto ella no realiza el esfuerzo – que es debido y es urgente – de revisarse y rehacerse en coherencia con su historia más remota.

[cita tipo=»destaque»]Estas parecen ser en parte las promesas y novedades de las que estos dos actores toman fuerza y encuentran, cada uno, una nueva posición desde donde es posible enunciar el país, su historia y la del mundo.[/cita]

Con el FA estamos ante un espectro ilustrado, difícilmente legible para el ciudadano común (sino como caricatura), para el sujeto promedio, este híbrido de ufano consumidor y ciudadano sometido que somos; sujeto que es producto conflictuado y contradictorio del orden social positivo, ese que resulta de décadas de democracia liberal estructurada al servicio de los grandes capitales. Los militantes y simpatizantes de Kast y el FA, son estos mismos sujetos híbridos y conflictuados, dejándose orientar por dos visiones orgánicas de mundo, ambas redentoras, hasta ahora no representadas de manera clara en la oferta política chilena.

Siendo las únicas lógicamente dicotómicas, ambas orientaciones poseen en común el proponernos una vuelta, un regreso al sentido original de las cosas, un movimiento social y moral de carácter redentor, hasta ahora escamoteado por los “poderes fácticos” o por “la izquierda” (en Kast). Kast y el FA, más que las otras opciones del presente, nos hablan de una corrección histórica y de un rescate integral del sentido de la vida. El FA, en su creativa exploración ético-utópica añade, además, un horizonte de redención ecológica, o por lo menos ecologista, que es de saludar.

Resulta tentador asociar el cuadro de esta doble emergencia a la crítica de la noción de progreso, y por derivación, de la noción de “progresismo”: la fe decimonónica en el progreso técnico y moral de la humanidad, desembocó en dos guerras mundiales, arsenales atómicos y bombardeos “humanitarios” – en nombre de los “derechos humanos” – sobre tantos países, como Yugoslavia o Libia, destruídos por la OTAN (USA, Francia, Inglaterra: paladines de la democracia liberal, al servicio de los grandes capitales). ¿Hacia dónde ha progresado el progresismo en los países que lideraron el mundo; la fe en el progreso, qué líneas siguió?. ¿Sólo se progresa en ascendentes rectas, o valen también las curvas?.

Volver y desandar hasta el punto en que perdimos el rumbo valórico: no crecer indefinidamente en un sentido material, sino tener lo necesario para vivir una vida de acuerdo a una cierta interpretación espiritual del mundo. Estas parecen ser en parte las promesas y novedades de las que estos dos actores toman fuerza y encuentran, cada uno, una nueva posición desde donde es posible enunciar el país, su historia y la del mundo. Kast y el FA, síntomas de época, son también una doble emergencia simultánea, que nos desafía a relativizar y discutir nuestras nociones de progreso.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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