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Elección y verdad

Se me quedó del foro presidencial el gráfico presentado por Sebastián Piñera comparando los crecimientos durante su gobierno y el de Michelle Bachelet. Pero nadie le replicó ni mencionó un hecho esencial: que el alto crecimiento de su período fue motivado por los aumentos sin precedentes del gasto público (16,5 %) y de la inversión pública (25,1 %) en 2009, por el ministro de Hacienda Andrés Velasco.


¿Qué recuerdo yo del foro presidencial de Anatel? Pocas cosas. Desde luego, una anécdota trivial pero divertida: Sebastián Piñera, ante acusaciones de que eludía impuestos, citó a Lenin como diciendo “Mentid, mentid, que algo queda”, frase que, por supuesto, no es de Lenin. Poco después Eduardo Artés, que profesa la religión de Lenin, acudió al rescate de su deidad y rectificó a Piñera, diciéndole que la frase no le pertenecía a aquél, sino que a Goebbels, el ministro de Propaganda nazi. Lo cual, por supuesto, tampoco es verdad, porque el verdadero autor es el filósofo francés Francisco-María Arouet, mejor conocido como Voltaire.

Entonces, en su turno siguiente, Piñera dio explicaciones y rectificó reconociendo su error, pues la frase que realmente había pronunciado Lenin, dijo, era otra: “una mentira mil veces repetida pasa a ser verdad”. Pero esto tampoco es cierto, porque precisamente el autor de esa frase es Goebbels, a quien Artés erradamente atribuía la otra.

Eso describe aproximadamente la relación de la actual campaña presidencial con la verdad.

Ayer en la mañana viajé durante dos horas en auto a la capital oyendo la Radio Agricultura. Creo que no menos de un centenar de veces repitieron mensajes de propaganda de Piñera o de candidatos a parlamentarios que manifestaban su adhesión a él. En esas dos horas capté un, y sólo un, aviso de propaganda de José Antonio Kast.

Se explica: días antes se había publicado la lista de conspicuos millonarios que habían hecho donaciones, a su vez millonarias, a Piñera. Porque la información de las donaciones hechas a través del Servicio Electoral es pública. Esto se hizo para transparentarlas. Pero lo único que se transparentó fue que los más millonarios dan mucho dinero al candidato más millonario. Y, de paso, la publicación hecha en La Segunda dejó de manifiesto que hasta ese momento Piñera había recibido alrededor de mil quinientos millones de pesos, por comparación con Kast, que había recibido sólo $77 millones. Y ese diario me dejó en vergüenza, pues mencionaba mi aporte de cien mil pesos a este último candidato, monto que parecía comparativamente miserable. En mi descargo puedo decir que financié durante un mes un costoso aviso en la radio llamando a firmar por Kast, que al final contribuyó a que éste tuviera éxito en la recolección de firmas.

Todo de acuerdo con la ley, que además ordenó al fisco, es decir, a nosotros los contribuyentes, reembolsar a los candidatos sus gastos de campaña, a razón de tantos pesos por voto. Así es que, entonces, su abrumadoramente superior cantidad de propaganda no sólo le va a salir gratis a Piñera –porque se la financian los otros millonarios de la plaza— sino que además le va a significar una ganancia, porque el Servel le va a devolver lo gastado a él y no a sus donantes. Es decir, su elección es otro buen negocio suyo.

Además, durante el foro quedó en pie que él tiene gran parte de su fortuna en paraísos fiscales, donde no paga impuestos. Pero él retrucó diciendo que tenía un certificado del director de Impuestos Internos aseverando que había pagado todos sus impuestos. Claro, es que en el foro presidencial nadie aclaró que la vituperada reforma tributaria de Bachelet permitió declarar los capitales invertidos en paraísos fiscales pagando un impuesto de ocho por ciento. Es decir, si Piñera había sido sorprendido llevándose, en 2010, mientras les subía los impuestos a los demás chilenos, el 72 % de su patrimonio a través de “fondos de inversión privados” (que no pagan impuestos) a paraísos fiscales de Panamá, Islas Vírgenes y Luxemburgo (donde tampoco se pagan impuestos), su “generalísima” Michelle Bachelet (las actuaciones de ella son el mayor motivo de que Piñera encabece las encuestas) se preocupó de abrirle todavía otra puerta para regularizar su situación tributaria.

A propósito de lo cual también se me quedó del foro presidencial el gráfico presentado por Sebastián Piñera comparando los crecimientos durante su gobierno y el de Michelle Bachelet. Pero nadie le replicó ni mencionó un hecho esencial: que el alto crecimiento de su período fue motivado por los aumentos sin precedentes del gasto público (16,5 %) y de la inversión pública (25,1 %) en 2009, por el ministro de Hacienda Andrés Velasco. Ni menos nadie explicó que de esas cifras del gobierno de Bachelet derivó la creación de medio millón de empleos durante 2010, la mitad de todos los creados bajo la administración Piñera.

Otra cosa que se me quedó del foro fue la presentación por el periodista Matías del Río del libro “Empresarios Zombis”, de Jorge Rojas y Juan Andrés Guzmán, donde se prueba que Piñera compró una sociedad “zombi” (quebrada y muerta por sus pérdidas) “para hacer desaparecer $39 mil millones en utilidades generadas por sus empresas” y no pagar impuestos. (El Mostrador, 06.11.17). Eso sucedía entre 1990 y 2000, cuando, durante la Política de los Acuerdos, Piñera apoyaba los aumentos de impuestos de Aylwin a los demás contribuyentes chilenos “para legitimar el modelo” (sin derogar la escapatoria de las «sociedades zombis»). Pero él no pagaba esos mayores impuestos, ni ninguno, gracias a las pérdidas de las “sociedades zombis”. Y cuando él en 2010 volvió a subir los impuestos, tampoco pagó el aumento, porque se estaba llevando sus “fondos de inversión privados” exentos (cuya exención no derogó) a paraísos fiscales exentos.

Nada de esto aparece en los diarios ni menos en la publicidad electoral que nos muestra a un Piñera dedicado “de corazón”, dice, al servicio público en favor de los chilenos.

Es la relación que existe entre la próxima elección y la verdad.

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