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En respuesta a carta abierta al Papa Francisco

Por: Luis Fernando Sánchez


Señor Director:

Hace algunos días, éste medio publicó una columna de Juan Carlos Claret titulada “Carta Abierta al Papa”. Su autor parece ser un hombre de Fe. Un joven comprometido con la Iglesia que sin embargo transmite con sus palabras mucho dolor, que más allá de si los hechos a que se refiere han ocurrido o no como el los entiende, debiese preocuparnos a todos los que nos sentimos parte de la Iglesia. La venida del Papa Francisco a Chile debiese ser, justamente, una oportunidad para reencontrarnos con las raíces de nuestra Fe, que el pontífice tan bien comunica, y para abrirnos al amor de Dios, que se sobrepone a todas las debilidades del hombre.

Las relaciones humanas son siempre complejas, y de eso la Iglesia no se excluye. Tenemos la convicción de que caminamos de la mano del Espíritu Santo, que nos ayuda y acompaña para tomar las mejores decisiones, cuando nos abrimos verdaderamente a la voluntad de Dios, pero la realidad es que no siempre ponemos de nuestra parte para ello. A veces nos equivocamos, y eso aplica tanto a los laicos, quienes conformamos la mayor parte de la Iglesia, así como a los sacerdotes. No siempre tenemos la razón, y la verdad es que nos equivocamos bastante. El mensaje de Cristo parte sobre esa base, y el ser católicos no nos da ningún pedestal para ponernos sobre el resto en esa debilidad humana.

Ante esa realidad, podríamos plantear legítimamente que la jerarquía de la Iglesia quizás se ha equivocado en decisiones que ha tomado frente a ciertos hechos concretos. Así también, podríamos sostener que algunos laicos, fundados en su dolor frente a distintas situaciones, graves muchas de ellas, se exceden en realizar juicios morales respecto de otros, muchas veces apoyándose más en sus percepciones sobre ciertos hechos que en los hechos mismos. Ante la posibilidad del error humano, los católicos estamos llamados a actuar siempre con prudencia y con caridad, y no olvidarnos que nosotros también podemos equivocarnos.

Personalmente, tengo la convicción de que en la Iglesia, y en la persona del Papa, hay una voluntad y convicción muy fuertes, de luchar contra las distintas injusticias que se ven en la sociedad hoy, tanto respecto a la pobreza como al abuso, dos temas que a todos los católicos nos comprometen tanto como a Juan Carlos. Creo que el Papa ha demostrado ese compromiso en sus discursos y en su trabajo hasta la fecha, y que no es justo atribuirle una responsabilidad o falta de interés porque ha abordado situaciones concretas de una manera distinta a aquella en que lo habríamos abordado nosotros. Insisto en la importancia de la prudencia y la caridad.

Creo que frente a los distintos desafíos a los que se ve enfrentada la Iglesia hoy, sus autoridades han mostrado un compromiso real, y que quizás muchas veces los laicos hemos flaqueado en nuestro propio compromiso, descansando demasiado en los sacerdotes. No debemos olvidarnos de que la Iglesia la conformamos todos, y que los fieles laicos tenemos mucho que aportar para encontrar caminos de justicia y solidaridad que nos permitan a los creyentes ponernos más a la altura del mensaje de Cristo.

Si esta discusión pudiera tener un solo efecto positivo, me gustaría que este fuera abrir las puertas a una conversación franca, desde la cual sobre la base de nuestras diferencias seamos capaces de unir a la Iglesia afianzados en aquello que nos une: Esa mirada trascendente y la voluntad de construir nuestras vidas sobre la base del mensaje de Cristo, en el entendido que éste es la fuente de la verdadera felicidad. Esa es quizás la mejor preparación espiritual que podemos hacer para ponernos en #ModoPapa.

Luis Fernando Sánchez
Abogado, vocero de Voces Católicas

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