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NEP: rasca donde no pica


Max Weber hace casi dos siglos planteó en sus múltiples trabajos  que un aspecto fundamental explicativo  de las sociedades modernas en su organización y funcionamiento es lo que él denominó como burocracia. Ella es además constitutiva de la expresión de dominación ejercida por el sistema capitalista para que el control sea plenamente establecido a lo largo de la administración del Estado. En la misma línea, cerca de un siglo más tarde y tomando los postulados weberianos de racionalidad instrumental, fue Jürgen Habermas quien profundizó y explicitó que las bases para que el sistema capitalista esté operando libremente está amparado en la instrumentalización que como consecuencia funda la idea que tenemos de democracia representativa. En palabras más simples, con aquel sistema de decisión y  de “representación popular”  el  orden social a través del capitalismo se instala como forma de vida que fluye con éxito quedando así la administración del Estado a su antojo. A mayor burocracia, más se profundiza.

Tomando lo que se describe anteriormente y trasladándolo a la discusión contingente que tenemos hoy sobre educación, tenemos que la Nueva Educación Pública (NEP) cumple a cabalidad con ser una política que intenta responder a una problemática crucial, pero que su respuesta apunta a un lugar equivocado. Si uno lee la misión de cómo se presenta la ley, ésta dice: “la misión de la nueva  educación pública es garantizar, para todos los sectores sociales y en todo el país, el acceso universal a una educación de calidad, laica, gratuita e inclusiva, que ofrezca experiencias de aprendizaje significativas, diversas, pertinentes y contextualizadas, orientadas a la formación de personas y ciudadanos libres, autónomos e iguales en dignidad y derechos”. Al leer eso cualquier persona la aplaudiría de pie, sin embargo, es difícil hacerlo si vamos al detalle de lo que efectivamente fue el foco de esta ley.

Algunos datos. Según proyecciones se crearán 68 – 70 –  SLE (servicios locales de educación) quienes se encargarán de 5.338 establecimientos educacionales. Es decir, en promedio por cada SLE habrá cerca de 80 establecimientos. Consideremos que de todos los municipios en la actualidad cerca de un 90% de ellos administran menos de 30 establecimientos. Ya con 30 establecimientos – más allá de los recursos –  convengamos que su gestión no está exenta de problemas. Pareciera a este respecto, que la tramitación de la ley estuvo marcada por determinar  quién sería el administrador porque precisamente se argumentó que la capacidad de los municipios era deficiente. Es decir se certificaba que una administración municipal con más – o menos –  de 30 establecimientos no podía establecer una educación de calidad. Pues bien, con la nueva ley, por ejemplo, si miráramos la región de los Ríos se estima que cada SLE llegaría a administrar 159 establecimientos educacionales, ya que serían 4 SLE que se harían cargo de un total de 635 establecimientos, una verdadera locura.  Considerando además que la ley contempla un plan para que muchas de las personas que trabajan en la actualidad en las distintas administraciones de los DAEM  puedan pasar a trabajar en los SLE, ¿Cómo garantizamos que realmente sea una mejor administración? ¿En qué parte podríamos afirmar que se trabajará o se mejorará la calidad? ¿Beneficio de la duda, es suficiente?

[cita tipo=»destaque»]Después de dos años de discusión y su consecuente aprobación queda la amarga sensación que se ha desaprovechado una gran oportunidad histórica de discutir en serio aspectos elementales, como; ¿Qué queremos enseñar, cómo enseñamos y para qué estamos enseñando? En vez de ello se prefirió partir por ¿Quién administra? o ¿Quién controla?[/cita]

Después de dos años de discusión y su consecuente aprobación queda la amarga sensación que se ha desaprovechado una gran oportunidad histórica de discutir en serio aspectos elementales, como; ¿Qué queremos enseñar, cómo enseñamos y para qué estamos enseñando? En vez de ello se prefirió partir por ¿Quién administra? o ¿Quién controla? No es menos cierto que efectivamente la administración de particulares subvencionados en manos de privados y municipios pobres en recursos hacían inescrupulosa su gestión y finalmente viciada y mala. Sin embargo, el anteponer aquello a lo elemental claramente fue un error.  Para nadie es un misterio que el modelo de país que tenemos en gran medida lo proporciona la forma de educación que proponemos.

El que tengamos salas de clases abiertamente enfocadas a la competencia, al éxito y logro personal, a la segregación, al responder como sea a las mediciones estandarizadas, y un largo etc., en ningún caso nuevas administraciones superan la problemática, más bien la complejizan y la perpetúan mucho más. Así para otra ocasión quedaron discusiones sobre el futuro. Sobre cómo en la nueva era digital podemos enseñar más eficientemente. Sobre cómo desde la sala preservamos o cuidamos la sociedad que tenemos. Sobre cómo a partir de allí nos hacemos conscientes de las injusticias y desigualdades que afectan a aquellos que tienen otra manera de vivir. Sobre cómo, por tanto, nos preocupamos de una enseñanza que trabaje en pos de seres con valores y principios éticos que tanto por estos días nos hace falta. La educación es puntualmente delicada, porque en ella descansan y se tejen muchas de las visiones y conductas que van a tener y reproducir  en un futuro los niños y jóvenes que aprenden de ella.

No queda más para pensar que por sólo entender una parte del problema y situarlo en quien es el dueño, se obró en un cambio pero sin un sentido real de para qué cambiarlo. Da para pensar que aquellos que utilizan el progresismo para hacer gárgaras no son más que vociferantes de un progresismo globalizado. El pensar que este fue un “gustito” refundacional de los que se dicen que luchan por el pueblo, revela una profunda ignorancia, porque con las medidas y “soluciones” propuestas profundizan la desigualdad que el neoliberalismo se esfuerza por mantener a través de un Estado hecho a la medida de su poder. Se fortalece un Estado en su raíz estructural desigual. ¿Cuántos años más van a pasar  para que nuevamente digamos que debemos hacer un cambio de verdad en una sociedad que no avanza hacia las oportunidades de vivir de una manera justa? Ojalá no sean muchos y podamos de verdad ponerle el cascabel al gato pronto, sin miedo y sin coaptaciones de ningún tipo.

En síntesis la NEP (nueva educación pública)  se encarga de reconstruir un pasado y en ningún caso ocuparse del futuro. Quedaremos a la espera de la evaluación que en algunos años va a tener y veremos si la administración era tan determinante anteponerla por sobre la calidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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