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Día de Salud Mental en Chile: el momento de una acción concertada

Por: Cristián Mena H


Señor Director:

Durante este 2017, ha aparecido algo más de información en los medios respecto de la salud mental (SM) en nuestro país. Artículos y posteos han buscado describir un problema que para muchos es nuevo. A realidades tan dolorosas como el suicidio en jóvenes, se suman una serie de problemáticas que impactan en lo cotidiano en la situación nacional de la SM. Algunos de los problemas más citados y reporteados son: las altas tasas de depresión en la población (cifras varían entre 5 y 17% dependiendo la fuente); la deuda con la salud mental de niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad social (tómese como ejemplo el SENAME), el progresivo aumento de consumo de alcohol y marihuana en jóvenes, adultos jóvenes y mujeres; y la alta frecuencia de diagnósticos de salud mental entre las personas que hacen uso de licencias médicas. En los reportes se agregan y se repiten algunos argumentos técnicos: Chile sólo destina sólo un 2.13% de su gasto en salud al área de la salud mental, muy por debajo del promedio de países de la OCDE (alrededor del 6%), y no existe, todavía una ley de salud mental que genere un entramado legal que ordene las acciones a realizar y exigir.

Quienes trabajamos en SM, conocemos de las deficiencias y cada cierto tiempo comentamos y nos quejamos en relación a la falta de avances en nuestro campo de acción. Una suerte de desesperanza aprendida recorre a varios de los actores que trabajan lidiando con falta de recursos y sobrecarga de trabajo. A las brechas que los números muestran, se agregan las dificultades diarias de aquellos compatriotas que sufren por portar una enfermedad psiquiátrica. Dentro de las problemáticas aún no reporteadas en los medios están el estigma hacia las personas portadoras de trastornos mentales graves, la brecha de sobrevida que sufre dicha población (en países desarrollados las personas con diagnóstico de esquizofrenia viven en promedio 15 años menos que la población general, ¿qué quedará para nuestro país?) y las todavía escasas instancias de rehabilitación funcional efectiva.

A pesar de las realidades reporteadas y de los datos “duros” que los expertos presentan, algo pasa que ni los ciudadanos ni sus representantes se logran sensibilizar ni movilizar en relación a lo que es, a todas luces, urgente de cambiar. A pesar de los avances en el trato hacia personas con una discapacidad física, este Chile del 2017 todavía no se activa en el respeto hacia quienes padecen alguna enfermedad psíquica. Hasta ahora, la argumentación técnica ha fallado rotundamente en una problemática que afecta a casi 1 de cada 4 chilenos. Si esto fuese una enfermedad infecciosa, estaríamos hablando de una epidemia de proporciones mayores, y estaríamos destinando las energías suficientes y necesarias para su prevención y tratamiento. Sin duda, no sería una epidemia observada pasivamente por gobernantes y gobernados, a la espera de una resolución espontánea.

En este escenario, para lograr cambios efectivos debemos actuar distinto, tanto en lo individual como en lo colectivo.
¿Qué hacer? Pues bien, durante los últimos años, cuando lo técnico no ha sido argumento suficiente, ha sido “la calle” quien ha alcanzado mayores logros. Ejemplos de aquello son el movimiento por la educación que ocurre desde el 2011 y los resultados del colectivo No+AFP. Cuando se ha pasado de la queja a acciones concertadas entre ciudadanos ha surgido un poder diferente que ha tenido la capacidad de poner en la discusión temas antes invisibilizados. Los resultados son evidentes: educación y pensiones han sido abordados por el actual gobierno y son temas presentes en los programas de gobierno de los candidatos de la próxima presidencial. Ante el fracaso de la estadística y el poder de sus números, es la acción política (entendida como la acción realizada por y entre los ciudadanos) la que ha podido conducir la búsqueda de cambios concretos y tangibles.

Los convocados a una acción concertada por la salud mental somos muchos: pacientes, familiares y amigos, organizaciones sociales y comunitarias, profesionales de SM, ONG’s y la institucionalidad sanitaria ministerial que dirige las estrategias públicas. La vergüenza y ocultamiento que históricamente han tenido las enfermedades mentales en nuestro país pueden y deben ser combatidas con aceptación y dignidad para las personas que las sufren. Pensiones y educación han sido políticas públicas que se han priorizado por la voz de la calle. Con eso en mente, debemos y podemos lograr lo mismo para la salud mental de los chilenos, transformándola en una política pública prioritaria para el próximo gobierno – independiente de quien sea el/la próximo presidente – construida seriamente y de manera intersectorial.

El 10 de octubre, la Organización Mundial de la Salud, invita a celebrar el Día Mundial de la Salud Mental y para nuestro Chile, son tiempos de actuar, más allá de las conmemoraciones simbólicas o testimoniales. No esperemos más y hagamos que en esta vuelta, la voz de la calle sea en pos de la salud mental. Elevemos nuestro estándar: exijamos la acción y compromiso a nuestros gobernantes, representantes y candidatos.; exijámonos a los que trabajamos en SM más participación y protagonismo en visibilizar esta dolorosa brecha; promovamos la discusión y el dialogo sobre lo que como país buscamos en esta materia. En suma, generemos poder mediante un gran movimiento social participativo por la Salud Mental que permita pasar de la queja a los cambios necesarios para los próximos 10 años.

Cristián Mena H
Psiquiatra
Programa de Intervención Temprana en Psicosis, Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz B

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