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Chile, bienvenidos a un remake de la Edad Media

Por: José Miguel González Pastén


Señor Director:

¿Quién no imaginó cuando niño como sería el futuro de Chile en el Siglo XXI?

Muchos lo hicimos pensando en la tecnología a libre disposición que nos presentaba Rena (en Mampato y Ogú) o esperando la tabla flotante de Marty McFly en Volver al Futuro, o sentimos miedo por la debacle de la sociedad de Blade Runner o lo post-apocalíptico de Mad Max. Nuestra mente creció como cualquier otra, llena de fantasía y juegos, la que maduró dándose cuenta que mucho de ése futuro imaginable no ocurriría.

Sin embargo, lejos de todo ése avance imaginable, llegó el Siglo XXI y mucha de nuestra tecnología si logró evolucionar. Una de ellas, son las comunicaciones. ¿Pero hasta qué punto evolucionó? ¿O realmente está involucionando? La meta y misión fundamental de la comunicación debe ser informar, y bajo ningún caso, desinformar.

Mientras que en el Senado de nuestro país se anuncia con mucha alegría la aprobación del proyecto que crea el nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación; paradójicamente en paralelo y sin contar con filtro alguno, la televisión a través de sus matinales y otros medios de comunicación, anuncian la llegada de un asteroide que “cambiará al mundo”, aseguran incluso (haciendo llamados a la población a estar preparados) de que ocurrirá un terremoto considerable en las próximas fechas y se recetan o recomiendan sustancias sin prescripción como cura para ciertos problemas de salud; deformando incluso el concepto de ciencia disfrazándola con “sanaciones y chamanismo”.

Y nos hacemos la sencilla pregunta, ¿Cuáles son las fuentes? ¿videntes? ¿brujos? ¿curanderos?
Chorrea la irresponsabilidad. Debido que el causar alarma pública sin fundamento es y siempre ha sido causal de revisión por quienes realmente conocen y se han especializado en la materia, y me refiero a especialización profesional reconocida, no a simple autoaprendizaje en tierras lejanas o porque escuchen voces del más allá.

Suena paradójico, casi de mal gusto, pero es real, ocurre en nuestro país y a diario. Y sí, quizá sea fruto de nuestro propio avance tal como lo fue el escorbuto, cuando se expandió el mercantilismo.

Me explico. La expansión exponencial de dispositivos y casi instantaneidad de la información nos somete a la baja revisión del contenido e incluso a errores como llamar “grados Richter” a una escala que no es graduada. De igual manera que durante el mercantilismo muchos usaron piedras mágicas, chamanismo y cánticos para curar el escorbuto, pero bastó que James Lind usara la prueba y el error para descubrir que la verdadera cura contra aquella enfermedad eran los frutos cítricos.

Chile presenta los mejores cielos del mundo para observar fenómenos astronómicos con especialistas reconocidos mundialmente. Sin embargo, tenemos gente prediciendo el fin del mundo.

Chile presenta geológicamente más probabilidad de eventos sísmicos con normas y procedimientos institucionalizados. Sin embargo, tenemos gente prediciendo terremotos.

Paradójico.

No se necesita creer en la ciencia para que ésta exista y para que se tengan explicaciones racionales a fenómenos naturales. La charlatanería requiere de un público “encantado” para que exista.

El futuro no debe ser corrompido por la ignorancia. Este es un llamado a frenar el desparramo de creencias por sobre el conocimiento y a no perder la facultad natural que tenemos de cuestionarnos, con una simple pregunta: ¿Cuál es su fuente? ¿Lo que dice tiene fundamento o sólo suena bonito?

Cualquiera puede inventar una disciplina e incluso disfrazarla de arte, pero eso no lo convierte en ciencia y en ningún caso avala el abuso de nuestra ignorancia (como falta de conocimiento, no como termino peyorativo). En eso se basan las presentes «creencias», de un simple abuso del «Efecto Forer» y del hambre de querer ser parte de algo. Estamos siendo engañados.

Debemos aprovechar la oportunidad de la creación de este nuevo ministerio para acercar a la población al conocimiento y enseñar a descartar estas falsas informaciones. Una población consciente es una población mejor preparada y por ende, más segura.

Debemos confiar en la ciencia, aunque ésta nos haga perder nuestro afán de “sentirnos mágicos” y nos diga que los terremotos no se pueden predecir o que los eventos astronómicos no interfieren (de ninguna manera) en nuestra personalidad o conducta diaria.

Debemos confiar en la ciencia, como una luz entre tanta oscuridad.

José Miguel González Pastén
Estudiante de Magíster en Relaciones Internacionales, PUCV
Ingeniero Civil Industrial, UFRO

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