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Premio Nacional de Educación

Por: Daniel Rodríguez M


Señor Director:

Celebro que el Premio Nacional de Ciencias de la Educación haya recaído en el Profesor Magendzo. En las lamentablemente pocas instancias en las que me ha tocado trabajar con él, he sido testigo de sus amplios méritos para tal reconocimiento.

Sin perjuicio de ello, y en ningún punto cuestionando la decisión del jurado, no puedo dejar de pensar en que, si nuestra clase política no fuera tan puerilmente permeable a los prejuicios, a la envidia vulgar y al ruido de la calle, debiéramos premiar también a otros actores de la educación. ¿Quién reconoce al sostenedor particular que, poniendo en riesgo su patrimonio, endeudándose y comprometiéndose personalmente con profesores y familias, se atreve a abrir un nuevo establecimiento educacional? ¿Cómo premiamos a quienes que, sin ninguna seguridad de éxito se dedican a fundar una universidad, instituto profesional o centro de formación técnica, abriendo bibliotecas y laboratorios (en un país de botillerías y farmacias) y entregando formación a miles de jóvenes? ¿Cómo reconocemos a un Director de Educación Municipal que logra mostrar un proyecto de calidad y consigue revertir la caída de la matrícula pública? Algunos, ciertamente no todos, recibieron una retribución económica por su trabajo, pero ¿resta esto en algo su mérito?

Nuestro sistema educacional, con sus fallas y debilidades, tiene algo único en el mundo. Permite que personas emprendan y compitan, nada menos que con el poderoso Estado, por educar a las nuevas generaciones y formar a los trabajadores del país. No digo que sean santos, pero al menos, podríamos empezar a reconocer sus aportes.

Daniel Rodríguez M

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