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Electrade, la hidoeléctrica que amenaza el río sagrado de las Siete Tazas Opinión

Electrade, la hidoeléctrica que amenaza el río sagrado de las Siete Tazas

Jorge Costadoat
Por : Jorge Costadoat Sacerdote Jesuita, Centro Teológico Manuel Larraín.
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Pienso que llega la hora en que todos, los empresarios, los funcionarios de Gobierno, la ciudadanía, la derecha y la izquierda, levanten la mirada y, en vez de echarles la culpa a los demás, consideren acaso que la belleza es un bien suficientemente importante como para que las próximas generaciones puedan gozarla y vivir de ella. La naturaleza, incluido el ser humano en ella, es una armonía. La belleza está en la armonía. La fealdad mata. La belleza –dice Dostoievski– “salvará al mundo”.


Chile es un país hermoso. Muchos chilenos lo han comenzado a conocer –antes no habían tenido los medios para hacerlo– y quedan maravillados con sus paisajes. La precordillera es una maravilla. Es un privilegio tenerla tan cerca.

Entre los muchos ríos de las regiones céntricas del país, el Río Claro, que en unión con el Lircay son el alma de Talca, es sin duda un río sacro. Es el río sagrado de las Siete Tazas. Estas distan 55 km de Molina. Son el orgullo de esta ciudad y de los habitantes de la VII Región. El Maule es poderoso, pero en gracia el Río Claro es más. Tal vez sea porque su recorrido es sinuoso, calmo, en sus orillas la meditación es más fácil. Dificulto que en Chile haya un río con un comienzo tan elegante. Esas Siete Tazas de aguas en cascada, el Velo de la Novia, el Salto de la Leona son de una hermosura incomparable. La armonía de las aguas, gélidas y trasparentes, apaciguan el espíritu e invitan a mirar con lupa la vida que brota a borbotones en sus orillas.

Donde hay agua, hay vida. En la cuenca de las Siete Tazas abundan las especies vegetales y animales típicas de la Zona Central. Aves, por montones: pitíos, torcazas, tucúqueres, cachuditos, chunchos, tordos, diucas, colegiales, fío-fíos, chercanes, jilgueros, raras, tiuques, cernícalos, tencas, liles, garzas, choroyes y varias familias más. Son unas 270 especies. Se dan naranjillos, quiyayes, peumos, maquis, olivillos, maitenes, radales, espinos, bellotos, ruiles, boldos, litres, robles y arbustos varios. Hay nueve tipos de anfibios y veinte de reptiles. Hay pudúes, monitos del monte, quiques, güiñas, zorros, chingues… Y peces, cangrejos. E insectos de muchísimas clases. Flora y fauna que crecen juntas, que dependen una de otra. Nada, sin embargo, nada, sería posible sin el río. Como en las demás partes del país, la vida pertenece a las aguas y las aguas pertenecen a la vida.

Me pregunto: ¿por qué el país no proyecta su desarrollo en clave estética? Sé que lo está haciendo. Conaf hace su parte, las municipalidades la suya. Nuestro país es sumamente bello. El desarrollo económico de Chile bien podría orientarse hacia el turismo. Los mismos chilenos podríamos reinvertir nuestros recursos en gozar de la tierra que tenemos.

Dejemos por un momento, empero, el valor económico de nuestros paisajes. Lo bello es gratuito. Si Chile aspirara a convertirse en un paraíso de la naturaleza, aunque saliera para atrás en las platas, valdría la pena intentarlo. Porque, cuando se tiene espíritu y se busca la armonía con el prójimo y el cosmos, la captación de la hermosura en lo pequeño basta y sobra.

[cita tipo=»destaque»]Pienso que llega la hora en que todos, los empresarios, los funcionarios de Gobierno, la ciudadanía, la derecha y la izquierda, levanten la mirada y, en vez de echarles la culpa a los demás, consideren acaso que la belleza es un bien suficientemente importante como para que las próximas generaciones puedan gozarla y vivir de ella. La naturaleza, incluido el ser humano en ella, es una armonía. La belleza está en la armonía. La fealdad mata. La belleza –dice Dostoievski– “salvará al mundo”.[/cita]

Duele infinitamente, por todo esto, que la empresa Electrade se disponga a construir una hidroeléctrica de paso en el Río Claro. Consta que Chile tiene cubiertas sus necesidades energéticas por nueve años más. Los países europeos viran progresivamente hacia las energías renovables no convencionales. Chile mismo da pasos extraordinarios en aprovechar el sol y los vientos. El país, entre 2014 y 2017, ha doblado su energía renovable no convencional. Para el 2050 se espera que llegue a un 60% e incluso se dice que para el 2050 este tipo de energía podría cubrir el 100% de las necesidades energéticas. ¿Sacrificar al hijo de las Siete Tazas para exportar energía a otros países? ¿Hacer del agua un negocio de la empresa privada a costa de vida y la hermosura de Chile? ¿Cómo es posible que Italia permita que una de sus empresas incurra en esta barbarie? ¡Italia!

Este no es un proyecto sustentable.

Meterán camiones, romperán las riberas, desviarán el Claro en 7 kilómetros, secando gran parte de su lecho. Construirán mamotretos de cementos hasta que el negocio dé, y se irán. Antes habrán engañado, comprado, compensado y finalmente desarraigado a los campesinos de sus tierras. Algunos de ellos están aterrados. El dinero conseguirá enemistar a los vecinos. Las comunidades serán destruidas. Empresas del tipo lo hacen en varios otros lugares del territorio. La historia es siempre la misma.

Pagarán las multas. Tienen plata.

Pienso que llega la hora en que todos, los empresarios, los funcionarios de Gobierno, la ciudadanía, la derecha y la izquierda, levanten la mirada y, en vez de echarles la culpa a los demás, consideren acaso que la belleza es un bien suficientemente importante como para que las próximas generaciones puedan gozarla y vivir de ella. La naturaleza, incluido el ser humano en ella, es una armonía. La belleza está en la armonía. La fealdad mata. La belleza –dice Dostoievski– “salvará al mundo”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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