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Propedéuticos: ¿Pequeña isla en el océano?

Raúl Aedo y Juan Pablo Aedo
Por : Raúl Aedo y Juan Pablo Aedo Psicólogo y sociólogo, respectivamente.
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Considerando aún a la ARCIS – según datos disponibles y que muchos conocen – en Chile existen 60 Universidades. Si le sumamos CFT e IP llegamos a la cifra record de 178 instituciones de educación superior que juntos proporcionan una oferta mayor a 10.000 programas de pregrado distintos. Una verdadera locura. Al año se están titulando un poco más de 150.000 profesionales que entre otras cosas, provoca la saturación de varias carreras profesionales. Asimismo, después de la creación del CAE la matrícula promedio por año se empina a los 350.000 estudiantes, lo que da un total a la fecha de más de 1 millón 250.000 jóvenes en educación superior, duplicando lo que ocurría hace 10 años atrás.

De paso convengamos que al CAE no le interesa la calidad de ninguna carrera, ni menos si el estudiante se hace profesional, ni el tipo de trabajo que optaría en teoría, o siquiera si tendrá trabajo. A todo esto si tomamos los datos consolidados de la PSU 2016 proporcionados por el DEMRE, tenemos que 252.333 jóvenes rindieron la prueba. De ellos sólo 80.794 se matricularon en las universidades agrupadas del consejo de rectores. El punto es que de los matriculados, sólo un poco más del 20% corresponde a estudiantes provenientes de establecimientos educacionales municipales. Es decir, el gran número de personas que no pasa el puntaje mínimo de ingreso – 450 pts – a estas universidades y que en muchos casos no rinde la PSU termina matriculándose en el resto de la oferta disponible, utilizando para ello en su mayoría el CAE u otra alternativa crediticia que esté disponible para todas las demás instituciones que ni siquiera pueden demostrar mínimos de calidad.

El claro fin del negocio que satura. Es lapidario lo que todo el mundo sabe, que la PSU es una barrera para la mayoría de las personas que se educan en Chile puesto que segrega reduccionistamente por conocimiento. ¿Frente a esta barbarie, qué alternativa tiene la gente de esfuerzo que no tiene el conocimiento necesario para enfrentar esta barrera y que de igual manera garantice su ingreso a una institución que le asegure un mínimo de seriedad y calidad?

[cita tipo=»destaque»]El PACE, los propedéuticos, los cupos de inclusión, nacen con el fin de demostrar por un lado lo pobre y miserable del sistema que promovemos, esto es; segregador, clasista, discriminador y diseñado para la perpetuación de la desigualdad. Y por el otro lado nos invita a re-observar y a creer que la instrumentalizada vida y sociedad de la que somos parte, puede tener algún grado de esperanza donde no está todo dicho.[/cita]

Con todo lo ya analizado, permítannos hacer la síntesis de la realidad académica actual para introducir al punto siguiente. En primer lugar nos encontramos con gente de estrato socio económico alto que en su mayoría estudiará en una Universidad del consejo de rectores, o una privada onerosa con cierta calidad y prestigio. En segundo lugar tenemos a personas, por decirlo de algún modo, con menos capital social y económico, pero con un capital cultural suficiente para ingresar a una universidad del consejo de rectores o a una universidad privada decente con una beca o alguna otra modalidad.

Ambos grupos son los menos numerosos ya que existe un tercer grupo donde residen quienes no cuentan con un gran capital económico ni cultural y se encuentran destinados a universidades o institutos de baja estofa (en su gran mayoría ues privadas). Bien, dicho esto, es menester buscar qué ha ocurrido como alternativa. Partamos entonces con aventurarnos en observar el fenómeno propedéutico. Para quien desconozca esto, es necesario explicar que un propedéutico es una preparación para una futura etapa (en este caso universitaria) de estudiantes que, al contar con esta oportunidad, podrían ingresar a la universidad y/o mantenerse en ella. El primero oficial en Chile fue desarrollado por la Universidad de Santiago y luego prosiguieron otras universidades del consejo de rectores con significativo éxito.

Esta modalidad consiste en que a los alumnos destacados y con interés de continuar una camino hacia la educación superior son preparados en periodos extra de clases incluyendo sábados y durante un tiempo que la institución preparadora estime conveniente y necesario para que el alumno nivele competencias esenciales en materias básicas así como – dependiendo de la universidad- ciertas competencias blandas claves para el éxito académico, tales como aprender a trabajar en equipo, toma de decisiones, tolerancia a la frustración, entre otras.

Sistemas como este buscan que el mejor estudiante de una comuna rural/pobre que no supera los 400 puntos en la PSU y que por ende, queda imposibilitado del ingreso a alguna Universidad del Cruch, sí lo pueda hacer. De esta manera este alumno al menos tendrá la chance de ingresar de acuerdo a sus méritos. Aquí, eso sí, se agrega un nuevo problema: ¿Cómo será posible que ellos puedan mantenerse en la universidad académicamente? Los programas propedéuticos ya han pensado en eso y a los alumnos que ingresan vía estos programas de inclusión, se les facilita soporte socioemocional y académico.

Pareciera ser que esta modalidad tiene un real efecto, sin embargo fue hasta hace muy poco – el año 2014 – que el ejecutivo decidió analizar los propedéuticos e implementó un programa piloto que comenzó involucrando a 4 universidades. Dado que éstos mostraron buenos resultados (algo probable puesto que ya estaban probados), el gobierno aumentó a 20 las universidades del consejo de rectores y otros institutos adscritos, agregando la innovación de que los programas se estandarizaron y se hicieron intercambiables entre todas estas instituciones, es decir, un alumno que ingrese a este programa propedéutico en algún liceo en la zona de la UBB, puede postular a un cupo de la USACH.

Todo lo anterior se expresa, por ejemplo, en el PACE (programa de acceso y acompañamiento efectivo a la educación superior). En los establecimientos donde se ha implementado ha tenido un buen recibimiento por parte de la comunidad educativa. En las universidades también puesto que es posible demostrar que un alumno con talento, independiente de su origen socioeconómico y del lugar donde nace puede acceder y mantenerse en una educación aparentemente de calidad, si así él lo quisiera. Sin embargo, por estos días existe el fundado temor que pudiese llegar un gobierno de la mano del mercader contemporáneo que considera que la vida es un producto o un bien de consumo y que no necesariamente pondere, por ejemplo, el éxito de este u otros programas de inclusión por la sencilla razón de la lógica de mirar y comprender el mundo desde una óptica de la rentabilidad y de como si las personas fueran resultado de un determinismo natural.

Es cierto que falta mayor difusión de alternativas reales como estas, quizás ahí reside una falla, pero sin duda se constituyen como una pequeña isla de equidad en un océano de injusticia. El PACE, los propedéuticos, los cupos de inclusión, nacen con el fin de demostrar por un lado lo pobre y miserable del sistema que promovemos, esto es; segregador, clasista, discriminador y diseñado para la perpetuación de la desigualdad. Y por el otro lado nos invita a re-observar y a creer que la instrumentalizada vida y sociedad de la que somos parte, puede tener algún grado de esperanza donde no está todo dicho.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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