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Día Internacional de la Juventud: ¿Qué podemos celebrar este 12 de agosto?

Loreto Bravo Fernández
Por : Loreto Bravo Fernández Directora Ejecutiva de Balmaceda Arte Joven.
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La juventud, al igual que la infancia, es una categoría social valorada según los contextos culturales e históricos de que se trate. Hasta los albores siglo XX en casi todo el mundo occidental los menores de 16 eran imputables, no tenían protección legal para su trabajo, ni siquiera para su integridad física. No había ninguna condición para que los propios jóvenes se percibieran como parte de un colectivo social con derechos y legítimas aspiraciones.

Hoy compartimos imaginarios de la juventud como una etapa de ruptura con el orden establecido. Reconocemos como expresión de esta impronta, por ejemplo, los movimientos de mayo del 68, los movimientos revolucionarios de los jóvenes que querían hacer de América Latina un continente autónomo de la hegemonía capitalista. Los ejemplos son inagotables, algunos con resultados trágicos, como en Tiananmen en 1989; otros esperanzadores, como el de los Pingüinos chilenos en 2006 o la gran Marcha de Estudiantes que en 2011 copó las calles de Chile, episódicamente, durante un año entero. Y recientemente, en marzo de 2017, fue sorprendente la gran convocatoria de jóvenes de todos los géneros para protestar en contra la violencia patriarcal, haciendo suyas las banderas feministas.

Los jóvenes de hoy reconocen ser parte de la juventud aunque en la micro realidad su sentido de pertenencia se refiera a grupos muy autónomos, articulados por sus prácticas, gustos y causas emergentes, menos estables y disciplinados que el ideal de los antiguos frentes juveniles de los partidos políticos. No es posible hacer caber a los y las jóvenes reales de Chile en una categoría general sin correr el riesgo de eludir sus condicionamientos de sexo-género, de clase, de etnia, país de origen u otras. Su diversidad también se expresa en las decisiones que adoptan en un período de la vida largo -de 14 a 29 años según ONU- dinámico y permeable a las referencias culturales locales y globales. Pero son un grupo ineludible de considerar en cualquier estrategia de desarrollo con inclusión social.

[cita tipo=»destaque»]A veces el entusiasmo desarrollista convierte a los y las jóvenes en una caricatura de pura carencia o prefacio de vida futura, omitiendo el valor y la trascendencia política de su fuerza.[/cita]

No se trata sólo del futuro. Debemos ocuparnos de las condiciones que ofrece el presente para que las personas jóvenes sean agentes activos de sus proyectos de autonomía y contribución social, ahora. A los jóvenes les pedimos de todo de una sola vez: cuidar de sí mismos, integrarse a un mundo que criticamos a viva voz, traer nuevas respuestas porque son (serán) responsables del futuro aunque en el presente deban conformarse con lo que hay para adaptarse o para hacer cambios que no molesten. Cargan con la esperanza y la sospecha social en igual medida, aunque son un actor fundamental para el éxito de cualquier estrategia de desarrollo e inclusión social.

Según la primera y hasta ahora única Encuesta Iberoamericana de Juventudes, del Sistema de Naciones Unidas «la juventud vive hoy con mayor dramatismo el peso de la exclusión en el acceso a los servicios, las escasas oportunidades de empleo, los efectos de la violencia y una baja capacidad de incidencia en la política» (OIJ, 2013, p13). Este duro y realista análisis nos exige respuestas urgentes, que deben considerar tanto los aspectos cualitativos del problema como las brechas objetivas. Dicho de otro modo, crear justicia generacional requiere de reconocer lo que este grupo aporta, el lugar real y simbólico que ocupa y sus propias concepciones de mundo.

A veces el entusiasmo desarrollista convierte a los y las jóvenes en una caricatura de pura carencia o prefacio de vida futura, omitiendo el valor y la trascendencia política de su fuerza. Por otro lado, los acentos correccionales o punitivos representan a la juventud como una falla intrínseca a la edad, una amenaza social que, para colmo, está totalmente desafectada de la política. ¡Cuánto equívoco! Basta con ver el protagonismo de los jóvenes en el uso de nuevas tecnologías de comunicación y de producción de contenidos culturales. Su forma de ocupar el espacio público y la velocidad con que ponen en circulación nuevos discursos sobre sus causas.

Desde donde observo, hay cientos y probablemente miles de jóvenes que actúan comprometidos con ideas de carácter político, en lenguajes que no son los tradicionales del proselitismo partidario. Con los medios de las artes los jóvenes que participan de la oferta educativa de Balmaceda Arte Joven reflexionan, denuncian problemas y adelantan caminos posibles de superación. Tienen vocaciones artísticas, y sobre todo de cambio. En conjunto, y ya por 25 años nuestros jóvenes incrementan el capital simbólico de Chile y se proyectan como creadores y transformadores del mundo.

Esta riqueza presente es lo que celebramos el Día Internacional de la Juventud. Un capital que debe ser reconocido y potenciado por quienes tienen la responsabilidad de proponer programas de gobierno para el próximo período presidencial. No se puede desperdiciar. Empobrecería a Chile.

Destaque:

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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