Publicidad

El mercado y la seguridad nacional


Cayó nieve de madrugada en Santiago en días pasados. La última vez había caído hacía varios años atrás sin mayores consecuencias. Ahora, generó una crisis en el suministro eléctrico. En otras ocasiones, por culpa de lluvias intensas o terremotos, el agua o el sismo nos han dejado sin comunicaciones, incluso a aquellos que tenían que conectarse para enfrentar la crisis. ¿Acaso no vivimos en un país montañoso y complejo donde tales eventos son previsibles? ¿Y qué tiene que ver todo ello con la Seguridad Nacional?

Los especialistas la denominan “infraestructura crítica”. Se trata de recursos estratégicos que le brindan soporte a la funcionalidad de capacidades activas y reactivas del país para la Seguridad Nacional, tales como energía, comunicaciones, aeropuertos, puertos, transportes de todo tipo, entre otras.

Estos recursos, por su naturaleza, deben estar basados en plataformas que aseguren su total, o al menos aceptable, disponibilidad y eficacia en todo momento, ante cualquier contingencia, especialmente cuando se trate de afectaciones en las que podría estar involucrada la Seguridad Nacional.

La operación de estos recursos mencionados, debe contemplar un protocolo estricto de efectividad, velocidad de respuesta, conectividad con los sistemas centrales de reacción y estar sometido, por ello mismo, a rígidas normas de mantención y alistamiento. Para que estas conductas se cumplan, las lógicas de funcionamiento deben tener, como primera prioridad a la vista, la Seguridad del país.

[cita tipo=»destaque»]Si bien las empresas están dedicadas a optimizar su gestión y las ganancias pertinentes, lo que es legítimo e inevitable en ellas, otros organismos de control y vigilancia, como las Superintendencias, dedicadas a cautelar que las normativas se cumplan, deben disponer de recursos coercitivos y sancionatorios suficientes, como para instalar esta visión de Seguridad Nacional y lograr la evitación de vulnerabilidades que la comprometan.[/cita]

Queda expuesto, entonces, con estas emergencias, que hay negligencia en la mantención de los sistemas o la nula capacidad anticipativa para la introducción de los reforzamientos necesarios que permitan enfrentar los eventos críticos.

Un análisis primario de la situación indica que, cuando dichos recursos están siendo operados por empresas privadas, su aplicación y desarrollo se realiza bajo criterios de mercado y desplegando planes de negocios que poco o nada tienen que ver con la Seguridad Nacional. El énfasis está puesto en la rentabilidad de las operaciones comerciales, que obliga a optimizar costos y reducir insumos. Estas conductas, obligatorias en un régimen de mercado competitivo, afectan gravemente la eficacia y disponibilidad de los recursos cuando se trata de la Seguridad Nacional.

Si bien las empresas están dedicadas a optimizar su gestión y las ganancias pertinentes, lo que es legítimo e inevitable en ellas, otros organismos de control y vigilancia, como las Superintendencias, dedicadas a cautelar que las normativas se cumplan, deben disponer de recursos coercitivos y sancionatorios suficientes, como para instalar esta visión de Seguridad Nacional y lograr la evitación de vulnerabilidades que la comprometan. Es decir, asegurar un piso crítico de funcionamiento o, como se dice en el sector eléctrico, “una potencia a firme”.

Una búsqueda de mediana profundidad, permite recoger en Internet, gran cantidad de datos sensibles en las instalaciones ubicadas en la Caleta Torpederas de Valparaíso por ejemplo. A ese lugar llega una terminal del Cable Submarino Panamericano operado por una empresa privada transnacional. Me refiero a las instalaciones, trayectoria del cable en el terreno, el edificio, los servidores centrales, la ubicación de los nodos de conectividad, imágenes interiores de las instalaciones, fotografías del personal que opera los equipos, listados de clientes, datos técnicos de la operatoria de distribución, etc. Un atentado sobre dichas instalaciones, dejaría a más de un centenar de empresas, tales como canales de TV, bancos y sus transacciones internacionales, mesas de dinero, Bolsa de Comercio, telefonía y, obviamente, la conectividad de negocios de muchas empresas exportadoras, anulados. La seguridad deja mucho que desear, pues la visibilidad exagerada de los procedimientos y sistemas es crítica.

La operatoria de los negocios privados no parece compatible con la Seguridad Nacional, si no existen órganos debidamente empoderados para mantener una estrecha vigilancia, que asegure tener en cuenta criterios de defensa-país y no solo ganancias. Además, una aplicación seria de misiones de análisis prospectivos parece muy necesaria, para evitar la improvisación y la adopción de contramedidas bajo criterios de emergencia y descontrol. Desde el punto de vista de la Seguridad Nacional, se debe contar con amplias y prolijas apreciaciones que permitan decidir con eficacia los cursos de acción más eficaces. No hablo de indefensión sino de vulnerabilidades manifiestas, muy poco atendidas por los organismos pertinentes.

Raya para la suma, la totalidad de eventos de la última década dejan al descubierto la enorme vulnerabilidad del país en materia de funcionamiento de su infraestructura crítica a la hora de enfrentar desastres naturales. Siendo Chile un país geofísico y ambientalmente complejo, alguien está haciendo mal la pega desde el punto de vista de la Seguridad Nacional, o derechamente entontecido por el dinero y las tasas de ganancia. Que Dios nos pille confesados, como decía mi abuela.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias