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Qatar: un pequeño emirato atascado entre dos potencias grandes Opinión

Qatar: un pequeño emirato atascado entre dos potencias grandes

Poco después del discurso histórico del presidente estadounidense, estalló una nueva crisis en Oriente Medio. La división generada entre Qatar y sus socios del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC por sus siglas en inglés), amenaza con tener implicaciones geopolíticas de largo alcance. El 5 de junio, los gobiernos de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Egipto y Yemen cortaron sus relaciones diplomáticas con Qatar debido a acusaciones de que Doha apoya a grupos terroristas y abraza a Irán y su agenda regional. Entre las medidas adoptadas por Riad, figuró el cierre de todos sus puertos, aeropuertos y puestos fronterizos para evitar la entrada de qataríes al país.


La nueva disputa del Golfo, que tiene el potencial de complicar los esfuerzos para asegurar un acuerdo de paz en Siria, tiene sus orígenes en una larga confrontación entre Arabia Saudí e Irán. Esta confrontación se ha consolidado en las últimas décadas sobre un supuesto conflicto religioso que consigue su justificación en la representación del bloque suní por Arabia Saudí y del bloque chií por el régimen de Irán. Sin embargo, el origen del conflicto consiste en la lucha de dos poderes que cada uno desea triunfar como la mayor potencia regional. Esta lucha fue exacerbada por las guerras civiles en Yemen y Siria que fueron el pretexto ideal para que los dos poderes fortalecieran su posición mediante el apoyo financiero a distintos grupos suníes o chiíes en los respectivos conflictos.

El presidente estadounidense, Donald Trump, empezó su gira internacional realizando su primer viaje a Arabia Saudí. En su discurso histórico en la cumbre islámica árabe-estadounidense en Riad, declaró, en frente de los líderes de decenas de países musulmanes reunidos allí, que consideraba al Reino Saudita un aliado crucial en la lucha contra el terrorismo y para enfrentarse a Irán. La doctrina formada en su discurso indicó el regreso a la época pre-Obama y la cooperación con los tradicionales aliados regionales contra Irán así como la lucha contra el extremismo. Un día antes, el presidente de los Estados Unidos, había firmado el mayor acuerdo armamentístico de la historia estadounidense por $110 billones de dólares con Arabia Saudí. Sin embargo, frente a esta polémica política exterior de Trump en Oriente Medio, se enfrentan miembros del Partido Republicano de Estados Unidos y los demócratas rivales en el Congreso y el Senado quienes esperan bloquear el acuerdo.

El acuerdo incluye la venta de tanques, barcos de combate, sistemas de defensa antimisiles, radares y telecomunicaciones, así como tecnología de ciberseguridad y fue ampliamente visto como un contrapeso contra la influencia de Irán en la región. Poco después de su firma, la Amnistía Internacional acusó a Trump de una “omisión flagrante” de los derechos humanos y pidió que Estados Unidos deje de vender armas a los saudíes para impedir la violación del derecho internacional a través de los ataques aéreos, realizados por la coalición liderada por Arabia Saudí en Yemen, que han matado a varios civiles.

Además de alimentar directamente el conflicto en Yemen y crear posiblemente futuros terroristas, la decisión de armar a Arabia Saudí aumentaría las tensiones con Israel y la probabilidad de una carrera de armamentos con Irán, que es un actor clave en Oriente Medio con aspiraciones de convertirse en la mayor potencia regional.

Poco después del discurso histórico del presidente estadounidense, estalló una nueva crisis en Oriente Medio. La división generada entre Qatar y sus socios del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC por sus siglas en inglés), amenaza con tener implicaciones geopolíticas de largo alcance. El 5 de junio, los gobiernos de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Egipto y Yemen cortaron sus relaciones diplomáticas con Qatar debido a acusaciones de que Doha apoya a grupos terroristas y abraza a Irán y su agenda regional. Entre las medidas adoptadas por Riad, figuró el cierre de todos sus puertos, aeropuertos y puestos fronterizos para evitar la entrada de qataríes al país.

La postura de los países del GCC fue condicionada en gran medida por la tentativa por parte de Qatar de definir una línea de política exterior independiente y no por las objeciones morales a las actividades de Qatar, como el supuesto financiamiento de grupos extremistas, actividad que la promueven el resto de países del Golfo de manera similar. De hecho, Arabia Saudí promueve una interpretación del islam ultraconservador y ha sido acusado del financiamiento indirecto de grupos fundamentalistas en numerosas ocasiones.

La política exterior promovida por Doha y castigada por los países del Golfo fue claramente definida en la cobertura de la cadena de televisión de Al Jazeera. La cadena qatarí se distinguió por la prioridad que proporcionó, como medio de comunicación, a los levantamientos árabes y su apoyo al movimiento islamista moderado egipcio de los Hermanos Musulmanes que renuncia la violencia. Cabe mencionar que el golpe militar contra la Hermandad Musulmana en Egipto en 2013 fue financiado y apoyado por los saudíes y emiratíes.

En el intento de aislar económica y políticamente a Doha, Arabia Saudí entregó una lista de 13 exigencias para poner fin al boicot comercial. En la lista se destacan el cierre de Al Jazeera, cortar lazos con grupos islamistas incluyendo la Hermandad Musulmana, la reducción de relaciones con Irán y que el país deberá “alinearse con otros árabes del Golfo, militar, política, social y económicamente, así como en asuntos financieros”. Las exigencias no sólo amenazan considerablemente la soberanía nacional del país y las leyes internacionales sino constituyen un golpe a la libertad de expresión y la democracia.

A pesar de que Arabia Saudí señaló que las exigencias deberían cumplirse en el plazo de 10 días desde la fecha de entrega, el 23 de junio, o se considerarían nulas, Qatar las calificó inaceptables y mantuvo una postura firme gracias al apoyo de Turquía e Irán que le mandaron alimentos, así como la riqueza de reservas naturales que mantiene el país. Los vecinos siguen manteniendo hasta hoy el bloqueo diplomático y económico. Esta semana el Secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson declaró que las condiciones exigidas por Arabia Saudí para restablecer las relaciones diplomáticas y económicas con Qatar no son realistas, aunque algunos elementos podrían formar la base para un eventual acuerdo y planeó pasar la mayor parte de la semana en el Golfo en un intento por mediar en la disputa entre Qatar y sus cuatro países vecinos. Poner fin al estancamiento de las negociaciones será un nuevo desafío de la política exterior de Washington que se agrega en la larga lista de asuntos pendientes de la nueva administración.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

 

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