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Jornada escolar completa: La mejora que no fue


En el año 1997 se aprueba la ley N° 19532 que fija la política de jornada escolar completa para los establecimientos educativos del país. A 20 años de su implementación los estudios que existen son pocos, pero a pesar de ello clarifican y coinciden que la jec ha tenido un impacto modesto en lo que se refiere al aprendizaje. Investigadores de trayectoria en la materia con sus publicaciones en Chile y en el extranjero como;  Juan Pablo Valezuela, Cristián Bellei,  Mauricio Bravo,  Sergio Martinic, Claudia Vergara, entre otros, nos indican que hemos sacado poco provecho a una gran oportunidad. Una vez revisado sus estudios disponibles en revistas especializadas y universidades se pueden establecer una serie de elementos que no se pueden obviar.

Partir mencionando que la jec tenía el propósito u objetivo de, como dice la ley “reestructurar el uso del tiempo en las escuelas para ponerlo al servicio del mejoramientos de los aprendizajes y de la formación de los alumnos y las alumnas”. Aquello venía acompañado con mejorar las oportunidades de sobre todos aquellos estudiantes que poseían un capital cultural deficiente. Se hablaba de igualdad no sólo para los estudiantes, sino que también en términos de acortar las brechas existentes. La jec también incorporaba trabajo grupal y departamental para los docentes. Era necesario que los docentes tuviesen el tiempo y las capacidades para estar acorde al desafío. Se proponía que existiera un trabajo interdisciplinario y en relación a la comunidad educativa y su problemáticas, de manera de tener espacios para la reflexión conjunta que como consecuencia y apoyado por las horas de talleres extraprogramáticos para los estudiantes, harían el proceso de enseñanza de una forma mucho más integral y completa de manera de consolidar y avanzar en aprendizajes. Todo dentro de un nuevo proyecto pedagógico jec que respondería también al nuevo marco curricular que se proponía para complementar la estructural reforma. En términos netos la jec elevó el promedio de horas en aula que posicionó a Chile sobre un 35% de horas al año que el promedio OCDE.

[cita tipo=»destaque»]De acuerdo a lo revisado, se establecen los siguientes consensos. Todo el trabajo y la orientación mal entendida que tomó la jec, se traduce en avances exiguos – o en las mismas palabras de los investigadores –  “modestos”. Tanto lenguaje como matemática según las mismas mediciones periódicas y estándar como el SIMCE, indican que han tenido un alza en promedio de 1,5 a 2 puntos por prueba.[/cita]

El problema. Los investigadores coinciden que más horas no necesariamente son más o mejores aprendizajes. La jec se implementa en el contexto que los estudiantes son medidos hasta 6 veces en sus 12 años de escolaridad por el SIMCE, prueba que – según dice la Agencia de Calidad – “Su principal propósito consiste en contribuir al mejoramiento de la calidad y equidad de la educación, informando sobre los logros de aprendizaje de los estudiantes en diferentes áreas de aprendizaje del currículo nacional, y relacionándolos con el contexto escolar y social en el que estos aprenden”. El SIMCE y todas las categorizaciones o estigmatizaciones que surgen a consecuencia de él, hacen que los establecimientos educacionales respondan a esa prueba y no necesariamente a su contexto social o a un proyecto educativo genuino que de buen uso a la jec. Muy por el contrario de ello, todo el incremento de horas de la reforma fue utilizado en gran medida a crear reforzamientos y talleres a materias centrales que son medidas justamente por esta evaluación. Se decide casi de manera uniforme aumentar las horas de Matemática y Lenguaje de manera de rendir una mejor evaluación. Como consecuencia, la integralidad que se proponía nunca se llevó a cabo porque la presión de responder al SIMCE se fue estableciendo cada vez con más fuerza.   Eventualmente la jec proponía que los profesores pudieran trabajar entre docentes de manera de ir articulando y pensando de una manera distinta el nuevo currículo que debían comenzar a trabajar en sus aulas. Lo mismo en función de los trabajos por departamentos y las propias planificaciones de los docentes. Además la idea original de la jec contemplaba horas para que los estudiantes tuvieran inclusive libre disposición, pero por sobre todo trabajo con talleres efectivos para su desarrollo integral. Con todo ello, la jec se establecía como una verdadera posibilidad de mejorar la calidad en educación porque justamente abarcaría en forma mucho más amplia el concepto de educación. ¿Pero cuáles han sido sus resultados?

De acuerdo a lo revisado, se establecen los siguientes consensos. Todo el trabajo y la orientación mal entendida que tomó la jec, se traduce en avances exiguos – o en las mismas palabras de los investigadores –  “modestos”. Tanto lenguaje como matemática según las mismas mediciones periódicas y estándar como el SIMCE, indican que han tenido un alza en promedio de 1,5 a 2 puntos por prueba. La consolidación de  aprendizajes o el avance en cuanto al manejo de contenidos o la mejora, por ende,  en torno a las habilidades claramente queda en entredicho. Si bien la jec no buscaba que el aumento de las horas  fuera a dar exclusivamente con estrategias para cumplir con mediciones como SIIMCE o PSU, en efecto fue así, pero al contrario de lo que pensaron se demuestra que no existe una grado de eficiencia real aun cuando se trabajó decididamente para ello. A diferencia de ello y como un efecto no previsto o no original o central de la reforma, hay medianamente evidencia que es posible establecer una relación entre menor embarazo adolescente y menor consumo de drogas y delitos en algunos contextos con la implementación de la jec. Asimismo se sostiene que ha ayudado para que  la oferta del mercado laboral femenino tenga mayores espacios de concreción.  Uno podría pensar y catalogarlo de positivo, a pesar que la evidencia es poca y podría ser una relación compartida con otros factores, sin embargo, la jec no nació para establecer una guardería ni menos como una alternativa a otras problemáticas sociales que evidentemente son de importancia, pero que nunca fue su foco.

Qué hacer. La jec debería mantenerse pero replantearse en función de su idea original. Terminar con ella como la conocemos, pero reestructurarla. Que las horas efectivas de completo a los muchachos sea efectiva. Que ellos puedan disponer de una tarde de alternativas, en lo cultural, en lo deportivo, inclusive en lo espiritual. Que puedan acceder a la integralidad. Por su parte, que los equipos de profesores saquen todo el provecho cognitivo en las mañanas. Que las tardes sean espacios – menores – que puedan trabajar en investigar, en avanzar en las materias que quisieran profundizar, proyectos o trabajos interdisciplinarios o departamentales. Que como consecuencia lleguen a sus casas más temprano, puedan vivir y disfrutar lo que es una familia, lleguen al día siguiente más motivados y sientan menos presión para poder también su reconocimiento y crecimiento profesional y personal. Niños menos cansados, profesores menos enfermos, equipos directivos con más foco y finamente visión integral de un proyecto educativo que considera el tiempo y espacio para una adecuada reflexión pedagógica que considere su propio contexto. Quizás con todo ello los índices de todas las mediciones que tanto usan y abusan, subirían de verdad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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