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El G 20 y la desprogramación del mundo bipolar Opinión

El G 20 y la desprogramación del mundo bipolar

Juan Francisco Coloane
Por : Juan Francisco Coloane Sociólogo y analista internacional.
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El apretón de manos entre Donald Trump y Vladimir Putin en Hamburgo, era el evento más esperado porque pertenece al área de las urgencias políticas. El encuentro de los jefes de estado de las dos potencias nucleares mayores del planeta, fue quizás el hito en Hamburgo, además del centenar de policías heridos y otro centenar de detenidos, debido a las manifestaciones, por la presencia de Donald Trump, y también protestando contra el modelo que exige recortes en el gasto social.


 Desde la desintegración de la Unión Soviética, que en la apariencia le pone fin a la bipolaridad asentada en la disputa entre comunismo y capitalismo, los problemas mayores del supuesto nuevo orden mundial creado sin esa bipolaridad, son políticos y no económicos.

En dos décadas, la de los años 90 y la primera del nuevo milenio, a partir de la aplicación del ajuste estructural en la década de 1980 a las economías de un buen número de países gravitantes, la economía global experimentó sus mayores niveles de crecimiento desde la crisis de los años70. Como es conocido, el salvataje al capitalismo trajo como resultado el fin al estado social (o de bienestar) dentro de la nomenclatura del estado liberal; inyectándole a éste una crisis política permanente, palpada a diario y causa de la ola mundial de protestas.

Este cambio bruscamente aplicado durante los 80, ha gestado la bomba social y política que se expresa en la mayoría de los países con la población reclamando por sistemas políticos corroídos por su descomposición ética, y cooptados por el capital. Se expresó en las manifestaciones llevadas a cabo este fin semana en Hamburgo contra el modelo económico, mientras se reunían por dos días 20 jefes de estado de las economías más poderosas y algunas de las más emergentes del planeta.

La reunión del Grupo de los 20 o del G20, como se le llama,  se celebra desde la década de los años 90. El debilitamiento del multilateralismo de Naciones Unidas generó la condición para que el G20 comenzara a comandar el diseño de las agendas económicas en una mayoría de países.  Aunque sus decisiones no son vinculantes y apenas recomiendan un camino económico, sus conclusiones pesan porque inducen a un giro de políticas, y algunas materias de coyuntura política las abordan con urgencia.

El apretón de manos entre Donald Trump y Vladimir Putin en Hamburgo, era el evento más esperado porque pertenece al área de las urgencias políticas. El encuentro de los jefes de estado de las dos potencias nucleares mayores del planeta, fue quizás el hito en Hamburgo, además del centenar de policías heridos y otro centenar de detenidos, debido a las manifestaciones, por la presencia de Donald Trump, y también protestando contra el modelo que exige recortes en el gasto social.

Entre las materias de mayor urgencia política internacional, quizás la más urgente es la tensión  en la península de Corea por el despliegue de Corea del Norte con su cohetería nuclear.En esta urgencia, el problema es la ambigüedad de China para detener ese desarrollo nuclear en su aliado más estrecho. De esa ambigüedad, se puede desprender que China, y Rusia en parte, se benefician al contar con una Corea del Norte situada como un muro nuclear al Noreste de China y al extremo oriental de Rusia, como primera línea de protección.

El otro tema es el financiamiento del terrorismo por parte de las monarquías del golfo pérsico especialmente el de Arabia Saudita al Ejército Islámico. Aquí el problema reside en  la ausencia de transparencia de Estados Unidos y el Reino  Unido que han estimulado el financiamiento Saudita al terrorismo en Siria en especial, porque les ahorra los costos de usar sus propias fuerzas armadas para derrocar al gobierno de Assad.

Son manifestaciones de la naturaleza de la nueva polarización con un ámbito de confrontación que no se ha desprogramado de la bipolaridad de la guerra fría cuando existía el enfrentamiento entre capitalismo y comunismo.

La estructura de guerra fría –estructura como cultura- no se ha desmantelado y se ha reducido mínimamente. Las relaciones internacionales continúan estando distorsionadas por este factor a pesar de la caída del sistema bipolar y el fin de la disputa entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Los efectos de esa contienda por la supremacía no se han evaluado en toda su dimensión. El consenso pragmático aunque superficial de los líderes mundiales de turno, fue poner fin a la guerra fría como una derivada automática del desplome soviético y escasamente manifestaron interés en desprogramar la forma de hacer política y construir un nuevo orden mundial.  .

La relaciones internacionales en su núcleo doctrinario subyace el realismo  de pocas concesiones y el que dude en reconocer esté fenómeno, tendrá dificultades para comprender por qué Corea del Norte con el expediente de Hiroshima y Nagasaki, considera como un derecho protegerse con un artefacto nuclear.

La aspiración por la supremacía de las potencias occidentales tradicionales reunidas en la Alianza Transatlántica y su aparato político militar como la OTAN,  no permite una alternativa diferente a la expresada por Corea del Norte.

El inmenso poderío bélico de esta alianza, obliga a que el sistema de relaciones esté presionado por aquellas naciones que no van a detener sus intenciones de desarrollar armas nucleares. Para la Alianza Transatlántica, Corea del Norte así como Irán, el problema no es la capacidad nuclear sino el régimen político que lo sustenta. Una pregunta es pertinente: ¿Quién puede asegurar que la conducta de Benjamín Netanyahu o del general de turno en Pakistán, es más o menos imprevisible que la del líder norcoreano Kim Jong- un? Israel y Pakistán poseen armas nucleares y no gozan precisamente de situaciones de estabilidad y certidumbre internamente y están ubicados en regiones   convulsivas expuestas al terrorismo.

El mundo bipolar que prevalece está directamente relacionado a la ausencia  de un  nuevo orden mundial El G 20 en Hamburgo y otros foros de jefes de estado  similares ni siquiera nombran la figura de un Nuevo Orden Mundial (NOM). El concepto incomoda como utopía y hay que aceptar el caos sistémico en las relaciones internacionales. La idea surgida con el fin de la Segunda Guerra Mundial quedó como cliché vacío porque al pasar al olvido el acuerdo de Yalta (1945) entre las naciones vencedoras de la guerra,  se instala la guerra fría.

El nuevo orden mundial consistía precisamente en guerra fría y en mantener la bipolaridad para salvar el capitalismo frente a la amenaza comunista. El clima era de una nueva tensión, más que nuevo orden.

Con la caída de la Unión Soviética,  George H.W.Bush lo reinstaló pensando que un gobierno planetario regido por leyes políticas liberales y leyes de mercado abierto, posibilitaría un Nuevo Orden Mundial.

Lo que estaba detrás consistía en una vieja aspiración de las potencias coloniales, más Estados Unidos y para lo cual la Unión Soviética fue el obstáculo: reinsertar en la agenda internacional las premisas históricas de la expansión de la cultura occidental.

El discurso de Donald Trump en Polonia antes de llegar a Hamburgo, reafirma esa visión de “sobrevivir culturalmente” frente a la amenaza de otras culturas, a través de la proyección de la llamada civilización occidental, que no es otra cosa que la expansión de “una cultura  superior a otra”.

La OTAN, nace precisamente con el objetivo último de supremacía en la perspectiva de un capitalismo desconcertado acerca del modelo político que corresponda a las pretensiones de republicanismo y democracia abierta.

La capacidad bélica de la OTAN se ha expresado en guerras en los Balcanes, Afganistán, Irak, Libia y Siria.  Es así que el orden mundial posible desde esta experiencia, debe trazarse bajo las líneas determinadas por la alianza entre Estados Unidos y la Unión Europea y retomar la agenda inconclusa para que ningún poder alternativo se le ponga al frente. Algo de eso comienza a emerger en las reuniones tipo G20 que se caracterizan por ser reduccionistas en sus agendas situadas desde la perspectiva de la supremacía transatlántica.  La desprogramación del mundo bipolar es un desafío político y cultural esencial. Comienza con la reducción de armas nucleares y con detener la carrera armamentista. Bloquear el desarrollo nuclear de Corea del Norte, no resuelve el problema de la bipolaridad que se expresa a nivel global.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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