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El feminismo radical como posverdad del feminismo

Iván Brunet Cubillos
Por : Iván Brunet Cubillos Licenciado en Filosofía, Profesor de Filosofía y Psicología, Coach Neurolingüistico (SCPNL)
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Las Neurociencias, y antes de ellas Schopenhauer, Nietzsche, Freud y Maturana, entre otros, parecen confirmar que las emociones configuran nuestros pensamientos y creencias, nuestra metafísica y ontología, nuestra percepción e interpretación de los fenómenos del entorno, lo circundante que ingresa a nuestra mente a través de los engañosos sentidos que mutilan información, seleccionan inconscientemente los contenidos relevantes de acuerdo a una intención a priori con un trasfondo emocional.

Somos seres sentipensantes que a través del lenguaje armamos el discurso o relato que nos sirve de mapa para operar en ese territorio llamado mundo. Pero el mundo de verdad es un desconocido, el mundo que consideramos real es aquel fragmento que percibimos a través de nuestras lentes culturales, idiomáticas y sensoriales. Esto se corrobora explícitamente en el sentimiento religioso y en las ideologías: emociones y creencias previas elaboran discursos y relatos para justificar una visión sesgada y fragmentada de la realidad en la que los conceptos o la matriz conceptual determinan la interpretación y las acciones operativas del grupo que adhiere a esa ideología o interpretación. “Falsa conciencia”, llamaba Karl Marx a la ideología. La racionalidad científica busca la verdad, el conocimiento.

La conciencia dogmática busca imponer su creencia considerándola a priori como verdadera; esto es, una conciencia no depurada por los datos de la ciencia entendida como el conjunto de proposiciones y creencias validadas por la racionalización a partir de las evidencias empíricas. Las ideologías son discursos de la Voluntad de Poder que en cada caso selecciona y manipula de acuerdo a sus emociones y creencias previas los datos relevantes para confirmar su sesgo. Y hay emociones positivas y emociones negativas, emociones que abren caminos en la mente y emociones que cierran caminos. Y de ahí que las ideologías operan al contrario de la ciencia, es decir, las ideologías son deductivas, pues a partir de una idea general adoptada por Fe, se deducen las consecuencias o el ser de fenómenos sociales o históricos.

[cita tipo=»destaque»]La opresión la viven masas humanas indiferenciadas sexualmente. La devastación moral y material también sojuzga a ancianos de ambos sexos, la drogadicción y el alcoholismo parece someter más a hombres que a mujeres. El dominio del capital sobre el trabajo frustra más, hasta hoy, mucho más a la mujer que al hombre y eso es una causa esencial: a igualdad de trabajo y responsabilidades igualdad de trato.[/cita]

Es una teoría la que tiene la verdad y de ella se deducen las conclusiones que se aplican a las particularidades del mundo. En palabras simplificadoras: nuestra ideología o falsa conciencia nos impele a escuchar lo que queremos escuchar, ver lo que queremos ver y creer lo que queremos creer e interpretar cada fenómeno de acuerdo a una lógica que calza exactamente con las creencias previas.

Son nuestras selecciones auditivas, visuales, sensoriales y conceptuales las que confirman nuestra visión del mundo, acorde con nuestro estado emocional y junto a nuestra cámara de eco virtual (las redes sociales) y social (nuestros correligionarios, compas o camaradas) nuestra visión se confirma, se hace dogma, religión, partido, movimiento, textos sagrados y exégesis de los mismos que van “sofisticando” la matriz ideológica: nuestra falsa conciencia que tiñe con nuestros deseos, miedos y esperanzas nuestra caverna epistemológica.

Hoy estamos viviendo las consecuencias de la destrucción moral y cultural de Chile, de la destrucción del espíritu de nuestra sociedad, de nuestra poesía, de nuestro lenguaje hasta hablar un dialecto incomprensible para el resto de hispanoparlantes. Todos los índices educativos están en números rojos: en Chile la gente no lee, no escribe, no entiende cuando lee y se expresa mal, desde la mala modulación al uso incorrecto de los términos (cuando no es un improperio el que llena el vacío lingüístico).

Un pueblo ignorante es más manejable que un pueblo culto, que un pueblo que lee, que un pueblo que produce conocimiento y ciencia y artes de primer nivel. Destruyendo culturalmente a un pueblo se lo domina, se lo nihiliza, se le hace vivir en el filo de lo digno y su alienación se hace productiva. A falta de liderazgos nítidos y discursos consistentes se realzan aquellos problemas que no afectan el sistema de dominación y la producción neoliberal de las relaciones sociales. El pueblo ya tiene pan, hay que distraerlos con el circo. Controlada la clase trabajadora a través de la corrupción programada de los partidos de  clase y corrompida la CUT, el fervor revolucionario hay que trasladarlo a esa juventud que creció solitaria mientras veían llegar a sus padres frustrados y agotados sin tiempo para jugar y ayudar en las tareas.

Ahí hay que ideologizar, con ideologías simples, generalizadoras y de fácil adhesión, piensa el estratega de los poderosos. Hay que extremar posiciones, dividir, mantenerlos en la ignorancia sin que lo noten, creyéndose rupturistas y rebeldes, haciéndolos sentir revolucionarios, partícipes de una historia mayor. Mientras los pobres y la ciudadanía se interpelan, la clase dominante, pequeña y cohesionada, mantiene sus colegios y universidades funcionando al tope, criando y creando las nuevas generaciones de reemplazo en el poder, y nada las inmuta, ni luchas ideológicas ni feminismos radicalizados, a ellos los mueve la conservación del poder, el materialismo vulgar del que sabe que el dinero es bienestar, dominio y libertad.

Para mantener el poder al pueblo hay que dividirlo y entretenerlo como sea, en sus reductos, sus barrios y centros de estudio, o que fueron alguna vez de estudio, y que hoy son centros de pasividad mental y debates minimalistas en medio de juergas interminables. Así se perpetúa el sistema, manteniendo al pueblo alienado. Sostengo que la oligarquía chilena tiene en su agenda descomponer las relaciones de la sociedad civil para seguir usufructuando de la riqueza que produce la Nación. Para eso imponen su agenda a través de sus medios de manipulación de masas: TV, prensa de papel y portales de Internet, además de manejar el Estado a través de sus empleados políticos en palacio haciendo leyes para adornar democráticamente la hegemonía total. Ya no existe la lucha de clases, pues sólo los millonarios parecen tener hoy conciencia de clase, y las vanguardias revolucionarias actuales son barbarie intelectual y ética.

Eso es lo que los revolucionaristas actuales no saben, o no quieren entender. Los grupos radicales y agresivos forman parte del negocio. Ayudan al miedo, a la dispersión. Dividen los movimientos de masas, envenenan los objetivos que se quieren alcanzar. Algo así sucede hoy con algunos, quiero recalcar el “algunos”, movimientos radicales feministas y algunos colectivos LGTBI, que luchando por reivindicaciones históricas justas terminan agrediendo a sectores de la sociedad que perfectamente son sus aliados naturales. La opresión la viven masas humanas indiferenciadas sexualmente. La devastación moral y material también sojuzga a ancianos de ambos sexos, la drogadicción y el alcoholismo parece someter más a hombres que a mujeres.

El dominio del capital sobre el trabajo frustra más, hasta hoy, mucho más a la mujer que al hombre y eso es una causa esencial: a igualdad de trabajo y responsabilidades igualdad de trato. Es el cargo el que se paga, no el género. Es algo lógico, racional, humanista. Hay problemas que afectan al 95% de la población y que se han visto desplazados por nuevas temáticas que dividen a la ciudadanía y la desconciertan. Actualmente, grupos feministas radicales y colectivos LGTBI invaden con sus temáticas hasta la saturación universidades y colegios, sobretodo municipales, reivindicando sus derechos vulnerados históricamente. Creo que la mayoría estamos de acuerdo con sus reivindicaciones por Igualdad de trato y derechos.

Pero si pretenden normar la sexualidad hétero y considerar al hombre y la masculinidad como sus enemigos, entonces están apuntando mal, se están inventando un enemigo o se los están imponiendo desde poderes que buscan salir del ojo de huracán. No puede ser el género masculino el enemigo, el cuerpo del delito, la encarnación de la violencia contra la mujer, algo prescindible. Eso va mucho más allá del reclamo por la igualdad de derechos y el fin del machismo, entendido como la cultura y/o ideología que considera al hombre como un ser superior a la mujer y con roles definidos y jerarquizados por ley natural y/o divina.

Ese desplazamiento de la culpa hacia el hombre no sólo divide, sino que no soluciona nada, genera un problema supeditado a otra problemática mayor: la alienación del ser humano por un sistema de producción y reproducción de la vida material y cultural del que gozan sólo un número pequeño de hombres y mujeres que detentan el Poder. Hay, habemos, muchísimos heterosexuales a favor de la igualdad total de derechos entre todos los seres humanos independientes de su sexo y su género. Esto implica el derecho al trabajo igualitario, el matrimonio y la adopción de hijos. Ya hay experiencias internacionales que avalan empíricamente el avance que significa esto.

El valor de las personas no se encuentra en su tendencia sexual o su vestimenta y su look, sino en su honestidad, inteligencia, empatía, simpatía, por su responsabilidad y capacidad de trabajo, por sus cualidades espirituales y morales, por sus aportes materiales y/o espirituales al ser humano y su evolución. El trasfondo de una ideología benefactora debería ser una emoción amorosa y unificadora. El resentimiento es una emoción legítima aunque política y moralmente inconducente a su objetivo.  La igualdad de derechos junto a la meritocracia son los fines políticos de una sociedad organizada lógicamente, es decir, una sociedad que encarne o tenga por norte los ideales del desarrollo racional, ético y lingüístico de nuestra naturaleza humana, los ideales de nuestra modernidad inconclusa: Libertad, Igualdad Y fraternidad.

Hoy por hoy los temas de género y sexualidad parecen ser los más importantes de todos los temas en algunas universidades y colegios. Es genial la estrategia de poner en el centro de las preocupaciones sociales no la corrupción de la elite político empresarial, no los robos y abusos de las grandes empresas y sus políticos empleados, no la corrupción de las organizaciones custodias de las leyes y el orden social, no la vulneración de los derechos esenciales de comunidades completas, mapuches, agricultoras u trabajadoras, sino la inmigración, la delincuencia y las peleas de géneros.Así las causas colectivas se van disolviendo, no por los tímidos y silenciados seres pensantes sino por los fanáticos viscerales, los gerentes del proceso de demolición de la educación pública, los dueños de la verdad que quieren imponer en forma apatotada y agresiva sus ideológicas (sesgadas, mutiladas y filtradas) consignas.

Actúan como sectas delirantes cuya función objetiva ha sido fortalecer los organismos de represión, provocar la desafección ciudadana y el desprestigio de causas sociales legítimas. Subjetivamente son revolucionarios, combatientes, vanguardia de una nueva sociedad, espíritus libres de la cultura y los estereotipos burgueses, patriarcales, machistas y falocráticos de nuestra civilización decadente. Y tienen mucha razón en lo de civilización decadente. Estamos en una sociedad donde ser ignorante y ordinario se vuelve la norma social aceptable, hasta en los festivales internacionales, y hablar mal o a gritos y groserías es garantía de ser escuchado. Y muchas de sus manifestaciones suelen ser un buen ejemplo de esto último. Luchando por sus derechos no les importa mucho pasar a llevar los derechos de los demás. Y se mueven sin autocrítica y las autoridades les suben el volumen a sus gritos y demandas apagando el ruido de demandas más sensibles para las mayorías.

Son los regalones del Poder. Son los que desvían el foco hacia ellos e invisibilizan los profundos problemas sociales de todos. Hay que revisar las prácticas y las consecuencias de, por ejemplo, algunos colectivos en universidades y colegios que buscan visibilizar legítimamente su ser y sus demandas actuando de un modo agresivo contra cualquier disidencia a sus posturas, vengan de quien vengan, intimidando la participación de muchísimas personas que si bien solidarizan con sus aparentes objetivos: reconocimiento e igualdad de derechos (lo que implica la no discriminación), no solidarizan con la imposición matonesca de sus métodos ni por su desafección al diálogo.

Además pretenden normar las miradas, el lenguaje, los gestos, hasta los pensamientos y sentimientos de los otros para que nadie se sienta ofendido, discriminado o acosado, según su ideología parcial y sesgada. Obviamente suceden las ofensas, la indiscreción, la discriminación y el acoso, lo cual se debe tipificar con discernimiento y racionalidad, esto es, empleando los datos relevantes de las ciencias humanas y jurídicas junto a los principios superiores de Libertad, Igualdad y Fraternidad, de tal modo que no destruya las relaciones sociales y no cuestione sancionatoriamente a los que por voluntad, sin cuestionarse si su género es por cultura o naturaleza, elijan vivir de acuerdo a los modelos de la tradición. El enemigo de los derechos humanos no pasa por los que se declaran masculino o femenino, por los que creen en Dios o no, eso da lo mismo; no pasa por los que  valoran la familia binaria tradicional, donde las mujeres quieren ser madres y sueñan con serlo y cumplir ese rol, nuevamente natural o cultural, da lo mismo para el caso, y quieren que sus hijos sean como ellos lo son.

Y eso no tiene importancia ética mientras dejen vivir al resto como quieran vivir sus vidas sin creerse con un estigma de superioridad que les impele a normar y sancionar las conductas y las subjetividades de los diferentes. Imponer un solo criterio dogmático para ordenar la vida de todos a través de la fuerza es la esencia del fascismo. La imposición de las lógicas del feminismo radical sería más de lo mismo pero al revés. Menos cuando los diferentes son la inmensa mayoría. Ese es el tema y la idea de fondo. Si somos iguales y tenemos los mismos derechos y deberes debemos dejar que cada género desarrolle su sexualidad de acuerdo a sus propias tendencias y atributos sexuales, teniendo como límite la línea más allá de la cual está la libertad y la voluntad del Otro. Y Yo también soy el Otro: el resguardo de su libertad y sus derechos debe ser una garantía también para mi libertad. La libertad, el respeto a la diversidad, la igualdad de derechos y la fraternidad entendida como el amor al derecho de cada cual a vivir como quiera su vida y su género sin pasar a llevar los derechos y la dignidad de otros, ese es el objetivo de una convivencia racional.

Lamentablemente los grupos radicalizados han perdido el respeto por la otredad y se autoconfieren el papel de líderes de un nuevo mundo. La razón ha sido dejada de lado y las pasiones, el resentimiento y la rabia dominan el ethos y la praxis de esos grupos ruidosos y beligerantes. Así, nuevas ideologías intervienen en las organizaciones sociales dividiendo a los aliados estratégicos y fortaleciendo, inconscientemente, la sociedad a la que quieren combatir. El feminismo radicalizado y colectivos LGTBI, heridos emocionalmente por el sistema y resentidos por su segregación histórica buscan venganza más que justicia y disparan a la bandada, para beneplácito de los poderes fácticos…así no se abren caminos: así se consuma el grado máximo de la alienación.

No quiero terminar con mis propias palabras, sino con la de la cantante argentina Soledad Pastorutti, feminista entrevistada por El Mostrador hace pocos días: “La mujer es importantísima, es fuerte y merece la igualdad de derechos frente al hombre. Yo por suerte me he criado en un ambiente donde no hubo esa injusticia, yo no lo sentí, mi papá es un hombre muy cariñoso, muy respetuoso, tiene otros conceptos sí, pero también porque fue criado en otra época, pero no por eso deja de abrir su mente y de intentar cosas nuevas. Yo no siento que yo sea el estandarte de la mujer, hago lo que puedo, soy muy feliz con mi género y siento que soy una privilegiada porque pude tener a mis hijas en mi vientre, porque pude sentirlas, porque ser madre es un milagro, porque tengo un hombre al lado también que amo y que me cuida, pero yo no entro en la competencia entre el hombre y la mujer, los dos se necesitan.

Y también creo que hay diferencias lógicas, entonces también supongo que alguno estará más apto físicamente para hacer una cosa que el otro, el hombre tendrá más fuerza, aunque hay mujeres que tienen más fuerza que los hombres (risas), pero bueno yo siento que toda esta discusión que se ha armado en el último tiempo, justificada por la gente que ha vivido malos tratos y situaciones así, no tiene que llegar a un extremo tal que todos pensemos que el hombre es una porquería y que no los necesitamos, yo los necesito».

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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