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Salud mental en Chile: que los candidatos se pronuncien Opinión

Salud mental en Chile: que los candidatos se pronuncien

Francisco Flores R.
Por : Francisco Flores R. Magister en psicología, mención Psicoanálisis y Diplomado en Filosofía y Psicoanálisis (Buenos Aires ). Director ONG Mente Sana.
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Más de un millón de chilenos sufre de ansiedad y cerca de 850 mil padecen depresión. Así lo consignó el informe de este año de la Organización Mundial de la Salud, que mide la prevalencia de trastornos de salud mental en el mundo. Por otra parte, la Encuesta Nacional de Salud realizada en 2010 muestra que un 17% de la población chilena mayor de 15 años reconoce sintomatología depresiva significativa (en el caso de las mujeres, el 25%). Uno de los más altos a nivel mundial.


Una demanda para aquellos y aquellas que aspiran a liderar el país, es cómo enfrentar los alarmantes y dramáticos indicadores de salud mental en Chile, lo que ya sería un gran paso; pero también la pregunta de por qué se generan estas recurrencias, tan tristemente consistentes unas con otras, para repensar una propuesta de bienestar y desarrollo que las considere.

Hace cuatro años los precandidatos presidenciales de entonces comenzaban con sus equipos, al igual que ahora, a trabajar en sus propuestas de programa de Gobierno.

Sin embargo, respecto a salud mental, el resultado fue un conjunto vacío. Con un ingrediente peor: sin mención siquiera en alguna de las distintas presentaciones. En ninguno de los programas de los nueve candidatos que finalmente llegaron a la papeleta de votación.

¿Es que la salud mental no constituye, como se suele decir, un problema país? Los indicadores, cualesquiera que estos sean para ser precisos, desmienten esta posibilidad. Para muestra un botón:

Más de un millón de chilenos sufre de ansiedad y cerca de 850 mil padecen depresión. Así lo consignó el informe de este año de la Organización Mundial de la Salud, que mide la prevalencia de trastornos de salud mental en el mundo. Por otra parte, la Encuesta Nacional de Salud realizada en 2010 muestra que un 17% de la población chilena mayor de 15 años reconoce sintomatología depresiva significativa (en el caso de las mujeres, el 25%). Uno de los más altos a nivel mundial.

La Superintendencia de Seguridad Social ha establecido que más un tercio de las licencias médicas dicen relación con dificultades del ánimo o trastornos emocionales. Sus principales causas son estrés laboral, trastornos de ansiedad y ánimo, entre otras. Con más de 277 mil licencias cursadas en el 2015, según datos de la propia institución y en donde las licencias de este tipo corresponden al segundo mayor gasto entre aquellas que son tramitadas.

Chile es el segundo país de la OCDE que más ha aumentado su tasa de suicidios durante los últimos 15 años. En 20 años la cifra casi se ha duplicado. Nuestro país es una de las dos naciones, junto con Corea del Sur, en que la tasa de suicidio de niños y adolescentes aumenta cada año en vez de disminuir. El año 2000, 4 de cada 100 mil jóvenes chilenos se suicidaron entre los 10 y 19 años. Sin embargo, la cifra aumentó en 2010 a 8, mientras que para el 2020 podría llegar incluso a 12.

Un reciente estudio de Journal of Clinical Sleep Medicine de mayo de este año, ubicó a los habitantes de Santiago como los que tienen más mal dormir en comparación con tres ciudades latinoamericanas: Ciudad de México, Montevideo y Caracas. El estudio realizado sobre una muestra de 1.179 santiaguinos los sindicó, además, como los más roncadores, con un 66,4%, y los con mayor somnolencia durante el día, con un 22,7%. El estrés es uno de los principales propulsores.

[cita tipo=»destaque»]Chile es el segundo país de la OCDE que más ha aumentado su tasa de suicidios durante los últimos 15 años. En 20 años la cifra casi se ha duplicado. Nuestro país es una de las dos naciones, junto con Corea del Sur, en que la tasa de suicidio de niños y adolescentes aumenta cada año en vez de disminuir. El año 2000, 4 de cada 100 mil jóvenes chilenos se suicidaron entre los 10 y 19 años. Sin embargo, la cifra aumentó en 2010 a 8, mientras que para el 2020 podría llegar incluso a 12.[/cita]

El estudio Chile Saludable, desarrollado por Fundación Chile en conjunto con Gfk Adimark, reveló que el porcentaje de chilenos estresados aumentó de un 22% a un 42% entre 2012 y 2016, es decir, se duplicó en cuatro años.

Por su parte, la industria farmacéutica vende al año casi siete millones de algún tipo de psicotrópico: 3,7 millones de unidades (cajas) de antidepresivos y 3,2 millones de tranquilizantes. En solo doce años aumentó 470% el consumo de este tipo de medicamentos.

Estos resultados son abrumadores y con toda seguridad, si fueran de cualquier otro aspecto de nuestra vida social, no podrían ser soslayados.

La salud mental no se remite a la ausencia de trastornos mentales, es parte integral de la salud; tanto es así, que no hay salud sin salud mental. Y está determinada por múltiples factores sociales, psicológicos y biológicos.

Pero también por causas más psicosociales, como por ejemplo: cambios sociales vertiginosos como los experimentados en nuestro país, condiciones de trabajo estresantes, exclusión social y discriminaciones, sensación de inseguridad y desprotección. En ese sentido, un ritmo de vida, de demandas externas y también propias, que nos hace sentirnos permanentemente sobrepasados y actuar estresados. Cabe entonces la pregunta por el modo de formación de nuestra subjetividad en el contexto social en el cual estamos inmersos.

¿Es este el costo emocional ineludible que tenemos que pagar por nuestro desarrollo? ¿Habrá otro modelo de bienestar, donde éxito y desarrollo tengan dimensiones que no requieran una subjetividad sobreexigida para alcanzar los objetivos? La demanda de felicidad y bienestar está actualmente derivada a la noción de éxito y esta, a su vez, a la conquista de cierto estatus social, comprendido casi socioeconómicamente.

El psiquismo no es solo materialidad biológica y física, es también materialidad cultural. Los cambios y el desarrollo en un par décadas, que se puede graficar en el paso de la preocupación de nuestro país desde  la desnutrición a la obesidad infantil, fueron más rápidos que nuestra capacidad de procesarlos. Es decir, un déficit en las cuestiones llamadas adaptativas, referidas a ciertos aspectos de la inserción del sujeto en su ámbito intersubjetivo o sociocultural, que conlleva la dificultad de conjugar objetivos con posibilidades emocionales reales.

El malestar subjetivo, entonces, es en algún sentido una forma de protesta muda, las más de las veces incluso para los propios individuos. La sintomatología adquiere, así, el valor de un signo que revela el grado masivo de postergación a la que el cuerpo y la psique son sometidos.

La importancia de un juicio sobre estos aspectos psicosociales de nuestra construcción social, por parte de las candidatos(as) presidenciales, debe también asumir la urgencia de medidas sobre cómo hacer frente al estado actual de la situación precaria de la salud mental.

Por lo anterior, resulta pertinente e indispensable solicitarles el pronunciamiento en al menos 3 medidas básicas:

1. Aumentar el gasto público en salud mental: Actualmente el gasto público en esta área es en torno al 2,13% del presupuesto que se destina al área de salud. El promedio de los países de la OCDE triplica esa cifra. En el caso de Uruguay, por ejemplo, llega al 9%, y de Canadá, al 12%. El propio Plan Nacional de Salud Mental y Psiquiatría del Minsal, de 2000, estableció como objetivo alcanzar el 5% del presupuesto. En el nuevo plan de salud en construcción, por parte del mencionado ministerio, se proyecta alcanzar esta meta recién para el 2025, según información periodística al respecto.

2. Una ley de salud mental para Chile: Nuestro país es uno de los pocos de la región que no cuenta con una legislación al respecto. Y la propia OMS, dados los indicadores de nuestro país, ha recomendado expresamente su promulgación para Chile. Con el fin no solo de establecer un marco jurídico de derechos tanto para pacientes como profesionales, sino también para la promoción de políticas públicas transversales e interdisciplinarias dirigidas tanto a enfrentar como prevenir el problema. Resulta indispensable avanzar hacia materializar una Ley de Salud Mental que oriente las políticas públicas de mediano y largo plazo.

3. Reforma al sistema de cobertura en Isapres: Junto con el aumento de gasto público, se necesita igual esfuerzo en la cobertura de las Isapres, que solo costean aproximadamente menos de un tercio de las consultas de salud mental. Avanzar a Ley de Igualdad para la Salud Mental. Los beneficios de salud mental deben ser equiparables a los tratamientos médicos y quirúrgicos. La discriminación en contra de quienes padecen algún tipo de trastorno emocional no solo genera grandes costos para las familias de los pacientes y el país, sino además impide el acceso a los distintos tipos de tratamientos. Es lo que en EE.UU., por ejemplo, se conoce como ParityLaw (acta de paridad de la salud mental).

Chile necesita una Política Nacional Antiestrés. Una mirada del conjunto de las políticas públicas también desde esta perspectiva. Desde el ciudadano que sale en la mañana temprano hacia su trabajo, con horas de trayecto de incomodidad y frustración, hasta repetir esto mismo a su vuelta, con la sensación de inseguridad cuando es más tarde de lo habitual, sumado esto a un futuro incierto y un presente vulnerable. Es cierto, es parte constitutiva del tiempo cultural y material que nos toca vivir a nivel global, con algunos rasgos exagerados en el caso chileno, pero las políticas públicas pueden también integrar esta perspectiva para paliar al menos sus peores efectos.

Un primer gran paso sería un reconocimiento y pronunciamiento de este estado de situación, por parte de aquellos que aspiran a liderar los latidos y sentidos de nuestro país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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