Las más recientes cifras de desempleo publicadas por el Instituto Nacional de Estadísticas siguen mostrando un panorama desalentador respecto al nivel de actividad del mercado laboral. Si bien los números no presentan ribetes de alarma (6,6%, donde el promedio enero de 2010-marzo 2017 es 6.7%), sí son para asumir cierta preocupación dada la tendencia que se viene a confirmar. En particular, el alza en la tasa de desempleo ha sido determinada esencialmente por la destrucción del trabajo asalariado (-0,4%), el cual cae por cuarto mes consecutivo, siendo el alza en el empleo por cuenta propia (6,6% en un año) lo que ha permitido evitar un crecimiento más fuerte de este indicador. Esto da cuenta de una precarización en aumento del mundo del trabajo.

Más allá de posibles razones institucionales tales como la legislación laboral o el débil poder negociador sindical, la porfía de la tasa de desempleo en descender a niveles por debajo del 5%, incluso después de un cambio de metodología que permitió una definición más amplia de lo que era estar empleado, es más probable que se deba a factores estructurales de la economía chilena que guardan relación con la capacidad de ella de incrementar su producción en el largo plazo.

En este sentido, y coherentemente con la tesis que planteo, el país ha presentado en los últimos dos años débiles cifras de actividad económica general, que si bien no van en contra de lo que ocurre en otros países de la región como consecuencia del fin del ciclo de las materias primas y del encarecimiento del crédito externo, sí son reflejo del proceso de reversión a la media que inevitablemente las cifras macroeconómicas tienden a mostrar una vez que las condiciones internacionales se normalizan, para bien o para mal.

Siguiendo la lógica del argumento, ha sido ampliamente documentado que la tasa de crecimiento del producto potencial en Chile se redujo drásticamente desde comienzos de los 2000, y que la razón principal para esta caída es un menor crecimiento de lo que en macroeconomía se llama Productividad Total de Factores (PTF) (Fuentes, Larraín, y Schmidt-Hebbel (2006), Fuentes y García (2014)). La PTF es el residuo que se obtiene después de intentar explicar de la mejor manera posible la tasa de crecimiento de un país por medio de la acumulación de factores de producción (capital físico, capital humano, número de trabajadores, etc.), por lo que se asume que debe reflejar al menos parcialmente la eficiencia con la cual un país usa sus recursos.

Una menor productividad impacta el mercado laboral de forma no trivial. Un crecimiento más lento de la productividad implica un menor crecimiento del aporte marginal de los trabajadores a los resultados de las empresas, lo que se traduce en costos laborales crecientemente más altos y un consecuente menor ritmo de aumento de la demanda por este factor.

En un mercado sin ningún tipo de fricciones, el ajuste natural sería mediante una reducción en el crecimiento de los salarios sin ningún tipo de impacto en desempleo, pero habitualmente los mercados laborales presentan rigideces que impiden una adecuación total. Esto redunda en que el ajuste debe darse mediante otros márgenes, tales como reducciones en la extensión de los contratos, aumentos en los trabajos de medio tiempo, empleo informal, o lisa y llanamente, desempleo. En este último caso, ante la imposibilidad de encontrar un empleo que se ajuste a sus expectativas, muchas personas pueden ver en ser sus propios empleadores una alternativa de último recurso a la cesantía.

Como componente añadido al efecto que la productividad tiene sobre el desempleo, existe el desempleo que se genera por fricciones en el proceso habitual de calce entre empleadores y trabajadores. Muchos trabajadores pueden estar muy calificados pero pueden tener dificultades en encontrar la empresa ideal, la que demande exactamente las habilidades en las cuales ellos se han especializado. Y viceversa, muchas empresas pueden estar en búsqueda de trabajadores con ciertas características, y les puede ser difícil encontrar el trabajador ideal. En este sentido, mayores costos de búsqueda tendrán una influencia perjudicial en la tasa de desempleo de la economía, si bien podríamos pensar que este desempleo es menos ineficiente si que las personas que prefieren pasar desempleadas o las empresas que prefieren dejar una vacante abierta, lo hacen con el propósito de conseguir un vínculo que maximice las rentas totales del contrato.

Existen dos fenómenos que han convertido este hecho en algo especialmente relevante. Uno de ellos es el acelerado desarrollo tecnológico, que ha hecho que muchas personas que se encuentran en etapas avanzadas de la vida laboral y pierden su empleo, les resulte muy difícil recuperarlo puesto que, por un lado, la demanda efectiva por sus habilidades ha bajado y, por otro, las empresas que pueden estar demandando sus habilidades son más escasas y es más difícil encontrarlas. Esta situación debiera ser paulatinamente menos aguda a medida que la fuerza laboral chilena se vuelva cada vez más alfabetizada digitalmente y los más viejos comiencen a jubilar.

El otro proceso es el que habla de los ciclos de exceso de profesionales en ciertas áreas de especialidad. Típicamente, cuando los estudiantes toman decisiones acerca de qué carrera seguir en el futuro lo hacen basados en información presente y pasada, que es la que se encuentra disponible con mayor facilidad de forma pública. Esto causa que carreras que tuvieron o están teniendo un buen desempeño en el mercado laboral se saturen rápidamente de alumnos que buscan participar de este buen momento del cual no hay ninguna garantía de que se mantenga cuatro o cinco años después, cuando sea momento de egresar.

De esta forma, tal como en el caso de los trabajadores no alfabetizados digitalmente, muchos profesionales salen al mercado laboral dándose cuenta que la demanda por sus habilidades ha bajado, que por este motivo y el aumento gigantesco de la oferta las rentas que esperaban conseguir ya no son tales, y que es muy difícil encontrar la compañía que quiere contratarlos. Esto incide en que muchas de estas personas caen en un desempleo prolongado post-egreso, mermando el capital humano que han adquirido, y que finalmente se desempeñen en una función para la cual no se formaron o prefieran iniciar actividades por cuenta propia.

Podemos ver que existen determinantes múltiples de la debilidad de la economía en reducir el desempleo, y cada uno de ellos requiere acciones distintas de parte de la autoridad. El revitalizar el crecimiento de la productividad en Chile es algo de suma urgencia si el país no quiere caer en una trampa de ingreso medio donde ni se vuelve más próspero ni los beneficios sociales existentes alcanzan para crear una red de bienestar social densa. En este sentido es lamentable el dejo con que las últimas dos autoridades presidenciales han abordado el tema, uno prefiriendo la adulación rápida proveniente de cifras macroeconómicas espectaculares impulsadas básicamente por el ciclo, otra restándole total y explícitamente relevancia dentro de su agenda.

Muchas de las reformas pro-productividad son probablemente impopulares, implicarán desgastantes batallas políticas con los grupos minoritarios que rentan del status quo, y sus frutos con toda seguridad no los verá la administración que las lleve a cabo. Sin embargo, muchas de ellas, tales como una legislación más vehemente en defender la libre competencia a la hora de penalizar los oligopolios y la formación de carteles, sí tendrán importante apoyo popular y sus beneficios serán tangibles para el ciudadano de a pie. Por otro lado, es de suma importancia que el Estado evalúe en qué medida el país pierde en términos de recursos y en términos distributivos cuando existen trabajadores que no tienen acceso a una capacitación adecuada que les permita reinsertarse en el mercado laboral, así como cuando profesionales que han desembolsado recursos para adquirir ciertas habilidades no encuentran demanda por ellas, causando que los escasos empleos no sean asignados en base al mérito sino que en base a quién tiene las mejores conexiones y contactos, usualmente no los que están ascendiendo socialmente.