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El fin del partido del orden: nuevos desafíos para la izquierda Opinión

El fin del partido del orden: nuevos desafíos para la izquierda

Pablo Torche
Por : Pablo Torche Escritor y consultor en políticas educacionales.
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La transformación social que demanda la crisis del capitalismo pasa por más democracia, no por una democracia restringida o precarizada, como lamentablemente sugieren otros proyectos de izquierda fallidos en la región. De esta forma, la verdadera revolución que afronta la izquierda en la actualidad es esencialmente una revolución democrática (por hacer un juego de palabras con el partido en el que milito activamente), es decir, una revolución de los mecanismos e instituciones de participación que permitan hacerse cargo de las nuevas demandas y voces de la sociedad actual.


Si bien son dos hechos de carácter político muy distinto, me parece que la obtención por parte de Beatriz Sánchez del 6% de las preferencias presidenciales en la última encuesta Cadem y la derrota casi por paliza sufrida por el ex Presidente Lagos en el pleno del Partido Socialista, a favor de Alejando Guillier, comparten un trasfondo cultural común: la demanda irrefrenable por un cambio, una renovación de la política y sus elites y, unida a esta, un evidente giro en el tablero político nacional, la presión por discursos políticos un poco más a la izquierda de los que han gobernado Chile en las últimas décadas.

Se ha mencionado mucho que el PS se habría dejado llevar por las encuestas al decantar su opción hacia Guillier, pero lo cierto es que no hay solo cálculo u oportunismo político detrás de esta definición, sino también una genuina preferencia ideológica, por una figura que parece encarnar mejor que Lagos los anhelos de cambio que la ciudadanía reclama hoy para el país.

En efecto, para muchos socialistas el discurso socialdemócrata de Lagos, con su excesiva preocupación por las empresas, la inversión y el crecimiento, su indudable ubicación dentro de la elite y, por qué no decirlo, la excesiva adhesión que despierta entre empresarios y figuras de derecha, no se ajustan al líder que la izquierda requiere para hoy.

En este sentido, lo del ex Presidente el domingo es la crónica de una muerte anunciada, luego de una campaña caracterizada por un gran esfuerzo por cerrar respaldos de miembros de una elite política y tecnocrática que, cuando no derechamente desprestigiada, a lo menos es objeto de gran desconfianza, al tiempo que se desarrollaba un montón de propuestas programáticas que pasaron completamente inadvertidas, soluciones “hipermodernas” (como las llamó Insulza acertadamente) para problemas que la ciudadanía todavía ni siquiera se plantea, en vez de una promesa creíble para modificar ciertos aspectos de fondo que hacen agua en el actual modelo de desarrollo.

El impresionante repunte de Beatriz Sánchez y el Frente amplio en las encuestas refleja, por otra parte, un anhelo similar. La ciudadanía lo que demanda es un cambio profundo y no cosmético, y ese cambio pasa necesariamente por nuevas voces, nuevos movimientos y nuevos discursos, no puede venir encarnado en los mismos rostros de siempre, ni reducirse a una mera optimización tecnocrática de lo ya hecho. En ese plano, al menos, es cierto que el discurso de la izquierda termina igualado al de la derecha. Lo que demanda la ciudadanía es el coraje necesario para enfrentarse a los poderes constituidos y, eso, requiere rostros nuevos que levanten propuestas nuevas, que estén a la altura de los desafíos de la sociedad actual, no de la sociedad de hace 25 años.

Me parece que es esta demanda de cambio la fuerza cultural dominante del Chile actual, más fuerte que la tracción conservadora –que indudablemente también es poderosa– y que se expresa en la candidatura de Piñera.

Para poder dar respuesta a esta demanda y canalizar de forma productiva esta enorme fuerza social, me parece que hay al menos tres desafíos fundamentales que debe enfrentar la izquierda hoy.

[cita tipo=»destaque»]A partir de lo anterior, un tercer desafío fundamental de la izquierda se relaciona con repensar los mecanismos e instituciones democráticas que canalizarán y les darán sustento a estos cambios. La transformación social que demanda la crisis del capitalismo pasa por más democracia, no por una democracia restringida o precarizada, como lamentablemente sugieren otros proyectos de izquierda fallidos en la región.[/cita]

En primer lugar, creo que resulta fundamental construir un relato propositivo del modelo de desarrollo que queremos para el país. Es cierto, estamos en contra del neoliberalismo y buscamos superar la sociedad desigual, injusta y desintegrada que genera, pero ¿qué proponemos a cambio? La izquierda todavía requiere avanzar en la construcción de un proyecto positivo (no reactivo) de sociedad y para eso es vital profundizar en una reflexión ideológica de fondo, que vaya más allá de un mero conjunto de medidas programáticas. Concitar la adhesión en torno a un rechazo es fácil al comienzo, pero tiene un techo. Para ser mayoría se requiere convocar en torno a un proyecto propio, un discurso nuevo que ofrezca una salida a la encrucijada del Chile actual. Eso es lo verdaderamente revolucionario.

En segundo lugar, creo importante considerar que los cambios de fondo que se proponen al modelo de desarrollo del país, no pueden hacerse a costa de los sacrificios o renuncias de la ciudadanía en el día de hoy. En otras palabras, las metas de largo plazo deben conquistarse a través de logros en el presente. Un clásico error de la izquierda –derivado, a mi juicio, de una lectura demasiado literal del materialismo histórico planteado por Marx en el siglo XIX–, consiste en superponer el logro de superestructuras históricas (las que se alcanzan a menudo después de varias “fases”) a los intereses inmediatos de las personas en el aquí y el ahora. Por supuesto que la política requiere una mirada de largo plazo e, incluso, utopía, pero este horizonte distante debe estar en sintonía con los intereses y preocupaciones actuales de las personas. Este es un desafío clave para la izquierda: lograr que los cambios estructurales, propuestos para la sociedad en su conjunto, hagan sentido desde la esfera particular de las preocupaciones cotidianas de la gente. No hay cambio viable si no se alcanza esa sintonía de propósito entre lo macro y lo micro.

A partir de lo anterior, un tercer desafío fundamental de la izquierda se relaciona con repensar los mecanismos e instituciones democráticas que canalizarán y les darán sustento a estos cambios. La transformación social que demanda la crisis del capitalismo pasa por más democracia, no por una democracia restringida o precarizada, como lamentablemente sugieren otros proyectos de izquierda fallidos en la región. De esta forma, la verdadera revolución que afronta la izquierda en la actualidad es esencialmente una revolución democrática (por hacer un juego de palabras con el partido en el que milito activamente), es decir, una revolución de los mecanismos e instituciones de participación que permitan hacerse cargo de las nuevas demandas y voces de la sociedad actual.

Es evidente que estamos en presencia de la apertura de un nuevo ciclo político en el país y que se abre un nuevo espacio, incluso exigencia, para los proyectos de izquierda. Pero al mismo tiempo se plantean desafíos nuevos, que la izquierda debe abordar para estar a la altura de los tiempos que corren.

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