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Pinochet y la nueva apuesta de Piñera Opinión

Pinochet y la nueva apuesta de Piñera

Cristián Valdivieso C.
Por : Cristián Valdivieso C. Psicólogo, Socio y fundador de Criteria Research
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La “quiniela” se torna perfecta, pues a los deseos de la ciudadanía de castigar a la Nueva Mayoría se agrega la urgencia de salvar al país del descalabro económico en curso. La apuesta también es rentable, puesto que sintetiza en él, y en la épica de su administración, la solución a los principales males presentes. Gracias al próximo Gobierno, concluye Piñera, “la Nueva Mayoría es un mal que no va a durar para siempre”.


Piñera es un apostador nato, quién podría dudarlo. Pero, a diferencia de aquellos tahúres incautos que dejan todo al azar, o de quienes definitivamente devienen ludópatas, el ex Presidente pone sus fichas calculada y medidamente, apelando a la información y al análisis.

Si bien no sé con qué información cuenta el ex Mandatario de cara a la próxima elección presidencial, apuesto a que su diagnóstico parte de la premisa de que la ciudadanía, particularmente la de segmentos medios, quiere castigar al actual Gobierno penalizando a su coalición, la Nueva Mayoría, en noviembre de este año.

Y la quiere castigar en serio, pues se ha formado el juicio de que la coalición terminó siendo una impostora amparada en la superioridad moral de su principal figura. Arropada en la buena imagen de la presidenta, la coalición escondió la falta de diseño de las reformas que prometía en campaña y luego desveló su incapacidad de articular la más emblemática de sus reformas, la educacional. En palabras de Piñera, “una gran farsa”.

Como si eso fuera poco, el diagnóstico del ex Jefe de Estado debe incluir un párrafo alusivo a la traición del nuevismo mayoritarismo. Una coalición que hizo creer a la ciudadanía que su ambición por gobernar provenía de las buenas intenciones por empujar el cambio, más que del simple deseo de volver al poder para gozar de las prebendas del Estado y abanicarse al ritmo de la ineficiente holgazanería.

Un diagnóstico tan duro como rotundo, que el proclamado candidato de Chile Vamos refuerza apelando a un nuevo clivaje electoral: los “flojos” anidados en la Nueva Mayoría y en el actual Gobierno, por oposición a los ciudadanos trabajadores, esforzados y responsables, representados por él y, por extensión, por la clase media, identificada a más no poder con el esfuerzo como valor de clase.  

[cita tipo=»destaque»]Esta apuesta, próxima al imaginario de una derecha dura y distinta a la del 2009, la hará a pesar del riesgo de caer en el autoritarismo pinochetista que el subsecretario Aleuy le imputa, ya que Piñera no necesita un diagnóstico particular para saber que Pinochet no tendrá rol alguno en la próxima elección presidencial.[/cita]

Hasta ahí, una interpretación simple del diagnóstico es que el terreno electoral está fértil para el cambio. Sin embargo, Piñera sabe que eso no es suficiente para él, pues entiende que el encono con la coalición no supone un retorno conservador desde la orientación progresista que ha venido experimentando la sociedad chilena. Con más o menos atenuaciones, la ciudadanía sigue con las ansias de cambio de la elección anterior; vale decir, educación gratuita y de calidad, nueva Constitución, cambio al sistema de pensiones, matrimonio igualitario, despenalización del aborto, aumento a los impuestos de las grandes empresas, incluso nacionalización de los recursos naturales, etc., expectativas que están lejos de ser representadas por él y la coalición que lo apoya.

Alertado de ello y para acrecentar sus chances en esta nueva apuesta, el piñerismo apela al bajo crecimiento económico y la escasa generación de empleo de estos 3 años, estimulando hasta el límite de su responsabilidad como ex Presidente la idea de que ello es responsabilidad única de la coalición gobernante e instalando –con éxito– la idea de que él y solo él es capaz de devolver a la ciudanía la confianza en la conducción económica del país. “Es nuestra misión poner a Chile en el camino del progreso”, señala y, de paso, alude al apremio por incrementar el alicaído ánimo reinante: “Quiero que vuelvan a sus casas con el corazón entusiasta”.

Así, la “quiniela” se torna perfecta, pues a los deseos de la ciudadanía por castigar a la Nueva Mayoría se agrega la urgencia de salvar al país del descalabro económico en curso. La apuesta también es rentable, puesto que sintetiza en él, y en la épica de su administración, la solución a los principales males presentes. Gracias al próximo Gobierno, concluye Piñera, “la Nueva Mayoría es un mal que no va a durar para siempre”.

Y resume ambas expectativas en su promesa de Gobierno: reconstruir un país asolado por otro terremoto, provocado por la Nueva Mayoría. Ahora sí que hay agua en el molino para apostar.

Esta “quiniela” de campaña no abandonará al candidato tras la primaria. En esta ocasión, la máxima electoral de que la primaria se gana por los extremos y la elección por el centro, no se ajusta a la ecuación de un candidato que apuesta a que el retorno de su inversión requiere degradar moralmente y desacreditar en lo técnico a la Nueva Mayoría y sus candidatos.

Esta apuesta, próxima al imaginario de una derecha dura y distinta a la del 2009, la hará a pesar del riesgo de caer en el autoritarismo pinochetista que el subsecretario Aleuy le imputa, ya que Piñera no necesita un diagnóstico particular para saber que Pinochet no tendrá rol alguno en la próxima elección presidencial.

Es una apuesta fuerte, pero no basada en el azar sino en el cálculo minucioso. Habrá que ver si esta vez esta mercadotecnia tiene la capacidad de convencer a un electorado huérfano de liderazgos convocantes. Pago por ver.

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