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El choque de la locomotora Opinión

El choque de la locomotora

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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El ex Mandatario, por su parte, ha insistido en que no tenía información de lo que hacían Nicolás Noguera y su hijo con el dinero de la familia. Argumento que cuesta mucho creer, conociendo el nivel de control que Piñera tiene sobre todo y todos los que trabajan con él, más aún cuando se trata de inversiones y existen dólares en juego.


A estas alturas, la película protagonizada por Sebastián Piñera se podría llamar “historias de un no candidato”. Luego de casi un mes que no supimos nada de él –salvo que estuvo de vacaciones en varias de las propiedades que tiene en el país–, reapareció con un despliegue público muy estudiado.

Primero, nos enteramos que estaba buscando una agencia de comunicaciones para asesorar su campaña presidencial. Luego, se dedicó a tuitear, con un frenesí solo comparable a Trump, poniendo el foco en el frustrado viaje de Mariana Aylwin a Cuba y, de paso, emplazando a Alejandro Guillier. De más está decir que era un giño a sus posibles electores cercanos a la DC.

También en estos días, observamos en los medios muchas fotografías del ex Presidente encabezando reuniones de esta especie de gabinete paralelo que funciona de forma permanente y cuyos principales rostros son Andrés Chadwick y Cecilia Pérez –¿recibirán un sueldo o será ad honorem? –, a los que se sumó el alcalde Lavín.

En la práctica, Piñera se ha mantenido como si aún estuviera en el cargo de Presidente de manera continua desde el 11 de marzo de 2014, opinando, tratando de liderar la derecha, criticando, es decir, rompiendo con una vieja tradición: el Mandatario que sale, se aparta de la contingencia y guarda silencio por un buen tiempo.

Pero el broche de oro de esta cuidada puesta en escena –como antesala de la confirmación de lo obvio, es decir, que será candidato–, lo constituía la visita a la zona afectada por los incendios. Estreno de nuevas chaquetas de terreno, selfie con personas damnificadas –bastante patético y de mal gusto, por lo demás– y anuncio de medidas para enfrentar futuras emergencias. Entre ellas, el fortalecimiento del rol de las FF.AA. y la reforma a la Onemi. Ideas que pudieron haber sido desarrolladas durante sus cuatro años de Gobierno, considerando que le tocó administrar los efectos del terremoto del 27-F, pero, bueno, más vale tarde que nunca.

[cita tipo=»destaque»]Curioso. MEO, Piñera y los Matte declararon que no sabían nada de lo que hacían las personas que administraban sus intereses. Algo similar a las críticas que recibió Michelle Bachelet por haber señalado que se enteró del caso Caval por la prensa.[/cita]

Hasta aquí el diseño funcionaba. Sin embargo, ese mismo día empezó a circular con fuerza que Piñera sería llamado a declarar, en calidad de imputado, por la inversión que hizo Bancard en Exalmar. El alza de la reserva vencía unas horas después. Y la estrategia sufrió un giro rápido. Había que contraatacar para minimizar el impacto. El ex Jefe de Estado se apresuró a declarar, entremedio de bosques quemados y damnificados sonrientes, que habían entregado toda la información solicitada por la Fiscalía y las emprendió contra el querellante, el diputado Hugo Gutiérrez, llegando incluso a señalar que el parlamentario había presentado más causas en tribunales que proyectos de ley. La verdad es que fue un arrebato innecesario, bastaba con proyectar la disposición a colaborar.

El segundo objetivo de esta estrategia de crisis consistió en instalar la interpretación de que Piñera iría voluntariamente a declarar. Por eso sus abogados se movilizaron rápido y presentaron un escrito, que más bien parecía un comunicado de prensa. Además de señalar que Piñera y todos los actores del caso eran inocentes, ofrecieron la opción de que el empresario diera su testimonio. Jugada maestra. Se habían adelantado al fiscal Manuel Guerra.

Ahora el “gabinete” de Piñera deberá cambiar el diseño original para concretar el esperado anuncio –de seguro antes del 18, debido a la posibilidad de que la UDI lo proclame ese día–, ya que el escenario se les puede complicar. Es cierto, aún estamos en etapa de investigación y, como en toda causa, se puede llegar a la conclusión de que Piñera no entregó información privilegiada. De hecho, en inédita entrevista del fiscal Guerra a La Tercera –Emiliano Arias fue removido del caso que llevaba por dar declaraciones al mismo medio– deja todos los caminos abiertos. Sin embargo, el daño a la imagen y reputación siempre es más costoso que el judicial.

Hace un año, la mayoría de los analistas no encontraban explicaciones para entender por qué Marco Enríquez-Ominami y Sebastián Piñera eran incombustibles pese a los cuestionamientos –de distinta índole– que existían hacia ellos. Y la verdad es que hay elementos en común entre estos casos.

El ex diputado, siempre alegó inocencia y apuntó los dardos hacia uno de sus principales colaboradores: Cristián Warner. Juró no tener conocimiento de nada de lo que hacía su administrador de campaña, pese a que los correos que se filtraron demostraban una familiaridad indesmentible entre MEO y ejecutivos de SQM. El ex Mandatario, por su parte, ha insistido en que no tenía información de lo que hacían Nicolás Noguera y su hijo con el dinero de la familia. Argumento que cuesta mucho creer, conociendo el nivel de control que Piñera tiene sobre todo y todos los que trabajan con él, más aún cuando se trata de inversiones y existen dólares en juego.

Curioso. MEO, Piñera y los Matte declararon que no sabían nada de lo que hacían las personas que administraban sus intereses. Algo similar a las críticas que recibió Michelle Bachelet por haber señalado que se enteró del caso Caval por la prensa.

El caso Exalmar es un balde de agua fría para los objetivos del “lanzamiento del año”, pero principalmente es una señal de alerta para el entorno del ex Presidente, el que hasta ahora descalificaba cualquier tipo de acusación, enmarcándolo en una campaña de ataques y desprestigio hacia la persona de Sebastián Piñera.

Lo que hemos visto en estos días, es que parecen todavía estar viviendo en el país que dejaron el 11 de marzo de 2014.

En este período ha pasado mucha agua debajo del puente. La ciudadanía está más vigilante, es más crítica de la clase política y también del sector empresarial. Y, además, los tribunales han actuado y dejado “fuera de combate” a varios parlamentarios y empresarios. Compañías que gozaban de prestigio hace solo tres años, hoy ya no lo tienen. El país de Piñera –primera parte– no tiene nada que ver con el que podría recibir en un segundo mandato. Si no, pregúntenle a Michelle Bachelet.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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